21 febrero 2018

La Guerra Fría del multiverso


El muro de Berlín separó la mitad occidental y la oriental (y comunista) de la ciudad durante 28 años, entre 1961 y 1989. Era el símbolo de la división de Europa, y del mundo, en los dos grandes bloques ganadores de la Segunda Guerra Mundial, el occidental capitalista y el soviético, y también representaba a la perfección lo que era el Telón de Acero y la Guerra Fría que se instauró entre ambos bloques durante décadas, hasta que los 80 trajeron la perestroika. Occidentales y orientales se vigilaban con recelo, temían que los otros lanzaran ataques nucleares que los arrasaran y montaron vastas redes de espionaje para conocer las estrategias de sus rivales y adelantarse a cualquier movimiento.

Aquel clima propició un boom de la literatura y las películas de espías. Y éstas, además, solían tener un tempo muy específico. Había más investigación, persecución de pistas y esfuerzos por averiguar si había traidores infiltrados que escenas de acción, y se dejaba que toda la trama fuera desenvolviéndose sin prisa. El trabajo de un espía puede ser lento y laborioso, y desde "El tercer hombre", el cine de espías más clásico se movía por ese camino. Hasta que James Bond le añadió el componente sexy.

"Counterpart", la serie de Starz disponible en HBO España, se encuadra completamente en ese género y, más específicamente, en películas recientes que lo han abordado apostando más por lo cerebral que por la acción, como "El topo". Tiene una estética austera y muy de interiores de habitaciones mal iluminadas, sus personajes esconden todo tipo de secretos mientras intentan descubrir los de los demás, está ambientada y rodada en un Berlín gris y frío y, de remate, se centra en una institución secreta que vigila un cruce entre dos bloques contrapuestos. La diferencia es que ese cruce, en lugar de dividir dos regiones europeas políticamente enemistadas, une dos universos paralelos.

El componente de ciencia ficción es el toque diferencial de "Counterpart", y lo que puede generar algunas comparaciones con "Fringe". Descubrimos que uno de los dos universos está en una situación mucho más delicada que el otro (es ilegal, por ejemplo, no declarar al gobierno las enfermedades que sufres) y que la separación entre ambos es un evento relativamente reciente, y tenemos las inevitables interacciones entre algunos personajes y sus contrapartidas alternativas. Sin embargo, la ciencia ficción es, en realidad, la excusa, el macguffin. Justin Marks, su creador, quería hacer una serie de espías a lo John Le Carré, y eso es lo que ha conseguido.

Puede resultar desconcertante para quien espere un desarrollo más veloz de la trama o crea estar viendo algo en la línea de "Altered carbon" (o "Atómica"), pero es justo lo que da personalidad a la serie y le permite ir construyendo unos personajes que van ganando interés, en parte porque tienen un vistazo a cómo habrían sido sus vidas si hubieran tomado otras decisiones. J.K. Simmons y Olivia Williams son los más destacados en esto, pero también va creciendo Baldwin, la asesina que acaba acosada y perdida en el otro lado, incapaz de confiar en nadie ni de saber qué está pasando. Hay una conspiración en marcha y, en la primera mitad de la temporada, sólo estamos empezando a descubrir las agendas de todos los personajes, pero que sea esencialmente una historia de la Guerra Fría de las más clásicas es lo que la hace destacar.