23 agosto 2016

Aviso (vacacional) de programación

Agosto es el mes vacacional por excelencia, así que a este blog también le toca parar unos días para tomarse un descanso. Septiembre viene hasta más cargado de nuevas series y proyectos que de costumbre, por lo que, desde hoy y hasta el próximo lunes 5, "El diario de Mr. MacGuffin" va a estar de vacaciones. Hasta entonces, podéis escuchar la quinta temporada, terminada hace poco, de Yo disparé a JR, o echar un vistazo a la Guía del seriéfilo galáctico, o aprovechar para ver todas esas series que dejásteis escapar en invierno. Con septiembre llegan los Emmy y la nueva temporada, y la bola echa a rodar de nuevo. Nos leemos en un par de semanas.

Be seeing you, y tened cuidado ahí fuera.

22 agosto 2016

Tres homenajes a los 80

Es curioso que esa historia de amor de la cultura popular actual con la de la década de los 80 se haya concentrado tanto esta primavera-verano, y eso si ignoramos los relanzamientos en televisión de "MacGyver" y "Arma letal". Ya se ha comentado en varias ocasiones que parte de la culpa de que se recuperen tipos de cine que funcionaban entonces se debe a que quienes los disfrutaron siendo niños entonces están ahora sentados en posiciones de poder en Hollywood, o son guionistas y directores que quieren volver a sentir las sensaciones que aquellas películas les proporcionaron cuando todavía no soñaban con dedicarse al cine y a la televisión. Jeff Nichols, por ejemplo, reconoció que ésa parte de us motivación a la hora de hacer "Midnight Special", una película que podría acompañar, sin problemas, una sesión doble, y maratoniana, con el fenómeno estival de "Stranger things".

Es curioso comprobar las diferentes maneras en las que puede afrontarse un proyecto de este tipo, enraizado en el cine de entretenimiento de esa demasiado mitificada década de los 80. Una es, claramente, el remake o reboot de una franquicia exitosa entonces, como "Cazafantasmas". La cinta original, de 1984, dirigida por Ivan Reitman, encapsula perfectamente ese tipo de cine para toda la familia, pero con algunos chistes un poco más "adultos". En su caso, seguía la tendencia de las comedias un tanto alocadas que habían protagonizado los actores de "Saturday Night Live" al dar el salto al cine, tipo "Desmadre a la americana". La actitud ligona de Bill Murray y que todos los cazafantasmas sean inadaptados sociales (o por "empollones" o por ir a su bola, directamente) era muy clásico de la época, más las aventuras con toques fantásticos.

La versión de 2016 mantiene el mismo espíritu de aventuras para toda la familia, propósito de divertirse y humor incansable, que descansa más en la dinámica que se crea entre las cuatro protagonistas (y su recepcionista). Es un blockbuster contemporáneo, con su tercer acto a lo grande, con el alma de una comedia pequeña de personajes, y acaba pagando el peaje de tener que plegarse justo a esos mandamientos. Pero si el relanzamiento de "Cazafantasmas" está en extremo de estos homenajes ochenteros, en el otro estaría el patchwork de "Stranger things". Lo suyo es más el pastiche, la mezcla afortunada de referencias tan explícitas, que hay planos exactamente iguales a "Cuenta conmigo" (o, curiosamente, a "Under the skin", que no podría estar más lejos de este tipo de cine).

Mete en su coctelera todo lo que les gustaba a sus creadores, los hermanos Duffer, cuando eran niños, de Stephen King a "E.T.", "Poltergeist" o "Dungeons & Dragons", lo agita y sale una historia de niño especial, con poderes, que ayuda a otros chavales y al que persigue el gobierno. Y de un monstruo terrible que aporta el toque más fantástico y menos de ciencia ficción, que es donde se sitúa la ya mencionada "Midnight Special". En ésta hay otro niño con habilidades especiales que emprende una huida, pero aunque el tema y la trama sean claramente ochenteros, el tono de la película es muy de cine indie actual, de drama familiar intimista. O de ciencia ficción de los 70, que también podría valer (su director se confiesa muy fan de "Encuentros en la tercera fase"). Ésta se situaría más en el punto medio, en el de la película que cuenta algo original tomando como inspiración, que no como referencia, aquellas películas.

Música de la semana: "Midnight Special" es también una canción de Creedence Clearwater Revival, pero no va a ser esa nuestra selección de la semana, sino uno de los temas que suena en el final de temporada de "Preacher", una serie que ha quedado claro que es muy fan de Johnny Cash. En este caso, es la versión que Cash hizo de "Personal Jesus", uno de los primeros éxitos de Depeche Mode.

19 agosto 2016

¿Hay que odiar con fuerza para ser un fan de verdad?


Viajemos por un momento en el tiempo hasta el verano de 2010. LeBron James, entonces en su primera etapa en Cleveland Cavaliers, era agente libre y anunciaba que se llevaba "sus talentos" a Miami Heat, donde estaría tres temporadas. La respuesta de los fans de los Cavs fue furibunda: se llegaron a quemar sus camisetas en la calle y, cuando James fue a Cleveland a jugar con los Heat, los abucheos que le caían eran de campeonato. Algunos periodistas deportivos estadounidenses hasta afirmaron que todo ese odio era síntoma de que aquellos eran fans de verdad de los Cavaliers, que no había otro modo de apotyar a un equipo que detestar a tu rival más encarnizado, a tu estrella que se marcha a otro lugar (LeBron volvió después a Cleveland y ha ganado allí un anillo de campeón de la NBA, pero eso es otra historia).

¿Puede aplicarse esta filosofía a la cultura popular? ¿Son más fans los que llevan dos días protestando, de la manera más ofensiva posible, porque Mary Jane está interpretada por Zendaya (una chica negra) en "Spider-Man: Homecoming"? ¿Hay que despreciar por sistema a todo el que no ve una serie del mismo modo que tú? ¿Son seguidores de verdad de "Steven Universe" los que terminaron forzando a una de sus ilustradoras de storyboard a dejar Twitter porque no les gustaba que sus dibujos parecieran sugerir un ship diferente del que ellos apoyaban? Para demostrar ser un fan de los más implicados, ¿es obligatorio perseguir en redes sociales y molestar a constantemente a otros fans que no compartan tus puntos de vista? ¿Hay que demostrarlo acosando a los creadores por Twitter cuando hacen algo que no encaja en la idea mental que yo tengo de la serie, o la película, o los libros?


Así parece estar, ahora mismo, la discusión sobre el estado del fandom en internet. O por ahí es donde tendría que haberse llevado sobre aquellos artículos, de hace meses, que intentaban dilucidar si el fandom estaba roto. Uno de ellos apuntaba que, en las reacciones en redes sociales, la conversación parecía haber girado hacia una cultura de la indignación; la postura por defecto ante cualquier anuncio que afecte nuestro pedazo de cultura pop favorito es estar a la defensiva y gritar que Hollywood aparte sus sucias manos de él. Queremos que aquello que adoramos se mantenga conservado en carbonita, y si alguien osa cambiar algo de él, tiene que ser algo acorde con lo que nosotros pensamos que se podría mejorar.

Es curioso recordar, en medio de todo esto (y por apartarnos un poco de las desagradables connotaciones sexistas y racistas que tienen últimamente muchas de las controversias alrededor del fandom), los monumentales cabreos que se agarraron los fans de las "Star Trek" y "Battlestar Galactica" originales cuando se anunciaron tanto "La nueva generación" como la nueva versión de 2003. Los primeros afirmaban que no podía hacerse "Star Trek" sin Kirk y Spock, y los segundos llegaron a montar su propio grupo para criticar la reimaginación de Syfy, Galactica In Name Only, o GINO, donde protestaban, por ejemplo, porque Starbuck se había convertido, ahora, en una mujer. Cuando ambas series se estrenaron, esas protestas perdieron importancia. Hay muchos GINOs sueltos por internet.

18 agosto 2016

El exceso del Bronx


Baz Luhrmann no es plato de gusto para todo el mundo. Su estética excesiva y colorida, su querencia por las emociones exageradas y los decorados que parecen sacados del videoclip de "Poker face", de Lady Gaga, y que siguen la filosofía vital de "Más es más", de Fangoria, se le atragantan a más de uno, y eso sólo en películas de dos horas largas, que llegan espaciadas por varios años. ¿Qué pasa, entonces, si aplicamos todo lo que Luhrmann implica a una serie de televisión? El director es el principal impulsor y el creador de "The Get Down", título de Netflix que cuenta el ascenso del hip-hop en la Nueva York arruinada de los años 70, y con las historias que han aparecido sobre su complicada producción (y la decisión de Netflix de dividir la primera temporada en dos partes), esos espectadores reticentes podían estar esperando una completa locura.

El resultado no llega a ese nivel. La mezcla y el pastiche de géneros y tonos sí está all over the place, que dirían los anglos, y la sensación de exceso y de querer abarcar mucho está muy acentuada en el primer episodio, de 90 minutos, y que dirige el propio Baz Luhrmann. Sin embargo, y aunque el collage continúa, "The Get Down" se centra más en los siguientes capítulos, lo que le resta, paradójicamente, algo de empuje.  De hecho, las críticas alternan entre quienes creen que es una decepción y quienes sostienen que es vibrante, pero le cuesta mantener esa exuberancia de su estreno, y que es en parte donde está la diferenciación de "The Get Down" de otras series. Los momentos musicales son un chute de energía y vitalidad juvenil, pero el resto de la historia funciona a ratos.

Las expectativas que levanta no sólo que el cineasta australiano se pasara a la televisión, sino que lo haya hecho en Netflix, no juegan a favor de la serie. Luhrmann puede ser, a veces, todo estilo y poca sustancia, y quien busque originalidad en sus películas, es mejor que se dedique a otra cosa, pero sí es verdad que, poco a poco, se van construyendo algunos personajes con cierto encanto. Los toques de filme de Bruce Lee cada vez que aparece Shaolin Fantastic hasta tienen cierta gracia, y si pensamos que toda la serie forma parte de las canciones de Zeke, tal vez hasta veamos de otro modo su montaje caótico y sus drásticos virajes estilísticos. Eso sí, es una ventaja que Netflix haya dividido la temporada en dos. Doce episodios de "The Get Down" habrían sido, quizá, demasiados para la táctica del maratón.

16 agosto 2016

El camino de "Preacher"


ALERTA SPOILERS: ¿Habéis visto la primera temporada de "Preacher"? Y no, no he leído los cómics, pero no es de eso de lo que va a hablar esta entrada.

Tener una primera temporada potente, y que enamore a todo el mundo, a veces puede ser un problema. Ahí están las dificultades de "Mr. Robot" y "UnREAL" en sus segundas entregas para probarlo. Las expectativas pueden ser demasiado altas para la segunda temporada y es más fácil caer en la trampa de creer que hay que dar más de todo para subir el listón. En ese aspecto, "Preacher" no ha tenido esa maldición disfrazada de bendición en su primera entrega. Ha tenido momentazos (como el asalto a la iglesia, el gag con Tom Cruise o ese Dios a lo Monty Python que decía Basura and TV) y otros poco interesantes, y el conjunto ha sido el de una serie que, como su propio protagonista, está buscando su lugar en el mundo.

Porque de eso han ido los diez episodios iniciales de la adaptación del cómic de Garth Ennis y Steve Dillon, de la búsqueda de Jesse Custer de su camino, de la señal divina (o de donde provenga) que le indique qué tiene que hacer con su vida una vez que ha vuelto a su pueblo y a la iglesia de su padre. Como comentábamos cuando se emitió el piloto, la llegada de Tulip, la ex novia de Jesse, y del crápula vampiro Cassidy va a trastocar sus planes de apartarse del camino de delincuencia que había llevado hasta ese momento y entregarse a ayudar a los habitantes de Annville, pero todo conspira en su contra. No sólo que tenga de repente el poder de Génesis, sino sus propios fantasmas de la infancia y la corrupta moral que late bajo el exterior de pueblo aparentemente normal del oeste de Texas. Y la tozudez de Jesse por mantenerse en ese camino no acaba de hacerle ningún bien a la serie.

La introducción de ese misterioso cowboy del infierno (los lectores del cómic lo conocen de sobra), los patéticos intentos de esos ángeles que parecen sacados de una película de los hermanos Coen (referencia constante de "Preacher", y no sólo por las quejas constantes de Cassidy sobre la popularidad de "El gran Lebowski"), los detalles de humor negro y la construcción de los lazos entre Jesse y Tulip (y la relación de ésta con el vampiro) figuran entre los aciertos de la primera temporada. La culpa del predicador por haber enviado a Eugene al infierno marca un tramo final más interesante porque Custer no puede seguir manteniendo una personalidad que, en realidad, no acaba de casar bien con él, y tiene que prestar atención a algo más que sus propios objetivos vitales. Y en ese camino es donde se forma esa trinidad que debe llevar a "Preacher" ya por el terreno del cómic, con sus protagonistas buscando a Dios y el Santo de los Asesinos yendo detrás de ellos.

Lo que querían hacer Seth Rogen, Evan Goldberg y Sam Catlin era asentar bien a los personajes, presentar de la mejor manera posible el mundo en el que se mueven antes de llevar su versión de "Predicador" por los lugares que transita en las páginas, unos lugares que ellos reconocen que no pueden trasladar del mismo modo a la pantalla. Sin embargo, ya sólo tener a tres personajes que buscan a Dios, desaparecido del Cielo, para ajustar cuentas con él es un concepto que ninguna otra serie estadounidense se atrevería a tocar. Y sí que se ha construido bien a Jesse, Tulip y Cassidy, y cuando los tres compartían la pantalla en la primera temporada, "Preacher" resultaba más interesante y hasta imprevisible. Y esa imprevisibilidad ha sido también uno de sus puntos fuertes, eso y ese chiste negrísimo del apocalipsis por explosión de metano de excrementos de vaca.

15 agosto 2016

¿Quién tiene miedo de las cazafantasmas?


Las taquillas de los estrenos de verano están siendo, en general, deprimentes para los estudios de Hollywood. Su táctica de estirar todas sus películas para convertirlas en franquicias, de dedicar sus grandes apuestas, sus tentpoles, a secuelas variadas, ha fracasado en los meses estivales de 2016, y parece que la única película que va a poder sacar pecho como casi el único éxito de taquilla de este periodo va a ser, paradójicamente, "Escuadrón Suicida". En esa tendencia a la baja ha caído también "Cazafantasmas", de la que se apuntó en estos últimos días que podría representar unas pérdidas de entre 50 y 70 millones de dólares para Sony, que quería utilizarla para lanzar, cómo no, su propia franquicia resucitando una marca que fue un rotundo éxito hace más de 30 años. Pero esta noticia no merecería una atención tan destacada en medio de los fracasos, de crítica y de público, de "Independence Day: Contraataque" o de esa "Warcraft" a la que la taquilla china va a permitir maquillar un poco sus resultados, si no fuera por la fea polémica que la acompaña desde que se anunció el proyecto.

¿No sabéis de qué polémica estamos hablando? La que afirmaba que relanzar "Cazafantasmas" con cuatro mujeres al frente (y ninguna en el estilo de Megan Fox en "Transformers") era un sacrilegio. Y eso utilizando una palabra tirando a blanda en comparación con todo lo que se dijo, y se sigue diciendo, en internet sobre la película de Paul Feig. Si queréis perder la fe en los fans interneteriles, echad un vistazo a los comentarios en YouTube al trailer de la cinta (no hace falta que os remontéis al Gamergate; ese horror no debería tener que sufrirlo nadie), o a lo que se comentó también cuando Disney lanzó el trailer de "Rogue One". ¿Dos películas seguidas de "Star Wars" protagonizadas por mujeres? ¿Pero qué invento es esto? Esta nueva "Cazafantasmas" tenía, por tanto, dos enormes obstáculos que superar: uno era el cansancio del público con la insistencia de Hollywood por relanzar cualquier cosa que tuviera un mínimo de éxito en la década de 1980 ("Stranger things", también te estoy mirando a ti), y el otro, la campaña sexista lanzada por todos esos "fans" que afirmaban que les estaban destruyendo retroactivamente la infancia.

Así que es difícil abstraerse de semejante clima cuando, finalmente, se tiene la ocasión de ver la película. Es curioso porque, en varias entrevistas, el propio Feig ha comentado que le habían ofrecido dirigir, primero, algo así como una "Cazafantasmas 3", en la que algunos de los personajes de la original pasarían el testigo a un nuevo equipo. Nunca terminó de ver claro ese enfoque, sobre todo, porque le parecía que siempre estaría a la sombra de las primeras películas. Hasta que, de repente, se le ocurrió que podía hacerse con cuatro mujeres que tuvieran su propia "historia de origen" como cazafantasmas, con guiños hacia el filme de Ivan Reitman, y de este modo podrían tener su propio viaje, sin estar tan sujetas a las comparaciones con el original. Que se pueden hacer, por supuesto. La estructura de esta nueva "Cazafantasmas" es muy parecida a la de 1984, pero es cierto que sus protagonistas tienen unas personalidades diferentes y un ritmo distinto, que vienen del propio estilo de las comedias de Feig.

En ese aspecto, el mayor éxito de la cinta es el cuarteto formado por Kristen Wiig, Melissa McCarthy, Kate McKinnon y Leslie Jones, con la hilarante aparición robaescenas de Chris Hemsworth. Verlas a ellas charlar e improvisar en su cutre cuartel general es, de largo, lo mejor de todo, y lo que podría justificar esa secuela que, de momento, pinta improbable. La imprevisibilidad de McKinnon, el entusiasmo de McCarthy, el ímpetu de Jones y las peculiares salidas de Wiig (casi todas provocadas por su atracción hacia su secretario) impulsan, en gran parte, la diversión que proporciona "Cazafantasmas". Luego hay un villano que parece más que pasaba por allí (y que, spoiler, es un poco Jonathan de "Buffy, cazavampiros") y un tramo final lleno de acción que, aunque sea lo menos interesante, sí despliega unos efectos especiales con los fantasmas espectaculares y llenos de colorido. De hecho, éstos bien pueden ser, visualmente,  los mejores fantasmas el cine reciente, junto con los de "La cumbre escarlata". Al final, "Cazafantasmas" es una película muy divertida y entretenida, que mantiene esa querencia de Paul Feig por los inadaptados (por los freaks y los geeks) y por anclar sus filmes en historias de amistades que se han descuidado, y se tienen que volver a reforzar. Nadie tiene miedo aquí de los fantasmas, sean del tipo que sean.

Música de la semana: Una de las peores cosas de esta nueva "Cazafantasmas", y en eso sí podemos estar todos de acuerdo, es la versión de la canción de Ray Parker Jr. que se ha marcado Fall Out Boy. Más cuando, al final, es probable que el momento musical que más se recuerde está propiciado por esta ochentera a tope "Rhythm of the night", de DeBarge. Pero la canción con la que vamos a quedarnos es otra que suena también en la cinta, "American woman", de un dúo de Nashville llamado Muddy Magnolias que mezcla el R&B y el country de una manera muy curiosa.

12 agosto 2016

Musicales de verdad

Netflix no descansa ni en verano, y entre sus estrenos estivales figura "The Get Down", una serie musical, creada por Baz Luhrmann, que se centra en el nacimiento del hip-hop en los 70 en el Bronx, que entonces era uno de los barrios más pobres, degradados y dejado de la mano de Dios de una Nueva York en bancarrota. Ya han ido apareciendo primeros contactos y críticas de sus primeros seis episodios (que son los que la plataforma ha lanzado hoy), pero hay una cosa que no se puntualiza en ninguno de ellos, y es que "The Get Down" no es un musical de verdad. O es uno un poco híbrido. ¿Por qué?

En esta entrevista a Anna Kendrick en "Late Show with Stephen Colbert" se especifica que, para que una obra, una película o una serie sea realmente un musical, sus personajes tienen que cantar para avanzar la trama y la historia. Cantan porque la emoción les embarga tanto, que no les vale simplemente con hablar, y si utilizamos esa vara de medir, no hay tantos títulos musicales de verdad. Y eso que "The Get Down" es, en ese aspecto, un poco especial porque sus `personajes, a veces, se ponen a rimar cuando no encuentran las palabras para expresar lo que sienten.

Si las canciones están integradas en la trama, si no son paréntesis en la historia, estamos ante un musical. "Once more with feeling", el capítulo musical de "Buffy, cazavampiros", es un buen ejemplo de ello, lo mismo que "Galavant" y "Crazy ex-girlfriend". "Smash", por su parte, no lo era. Entraba más en la categoría de series con canciones, si nos ponemos tiquismiquis, y ahí la acompañan también "Glee" y "Nashville". Pero aunque distingamos entre diferentes "niveles" de serie musical, en este caso, los dos resultan bastante complejos de producir. Lo que se suele hacer es grabar primero las canciones y, después, rodar la escena en cuestión para facilitar el montaje. Si no, la pesadilla de que el sonido case perfectamente en cada toma puede volver loco al montador más pintado.

Todo esto, al final, para hablar de ese esperadísimo crossover musical entre "The Flash" y "Supergirl" que se verá el año que viene. Con la cantidad de actores de Broadway que contratan las series de superhéroes de The CW (y con el pasado en "Glee" de sus dos protagonistas), lo raro es que no se les hubiera ocurrido esta idea antes. ¿Seguirá el camino del musical de verdad, u optará por poner a todos los personajes cantando en un bar?

11 agosto 2016

La fuga de los Scofield


Cuando una serie ya con unos años a sus espaldas entra en el catálogo de Netflix, lo más habitual es que experimente un nueva popularidad. Bastantes espectadores que no la vieron en su momento le dan una oportunidad y, si les engancha lo suficiente, pueden acabar comentándola en redes sociales. Ése es el truco para que "Friends", por ejemplo, siga siendo de las series más populares aunque terminara hace más de una década. Si, además, a eso se añade que la serie en cuestión está a punto de vivir un revival, es inevitable que un nuevo público se acerque a ella. Le está pasando a "Las chicas Gilmore" y le está pasando a "Prison Break", que regresará a FOX en midseason con una nueva historia.

El caso de esta serie es bastante curioso. Se estrenó a finales del verano de 2005, en la temporada siguiente al inesperado fenómeno que fue "Perdidos", y presentaba una historia, en un principio, bastante más sencilla que la del título de ABC. Michael Scofield entra en prisión para salvar a su hermano Lincoln, encerrado por un asesinato que no ha cometido, y su plan es fugarse de la penitenciaría de Fox River con él. Para ello, se ha tatuado todas las fases de preparación de esa fuga por todo el cuerpo, pero las cosas no van a salir del todo como él pensaba. Además, tendrá que hacer frente a una conspiración que no quiere que Lincoln salga libre y hable más de la cuenta. Con estos mimbres, el cesto de la primera temporada de "Prison Break" fue un bombazo.

En cada episodio, Michael tenía que recoger algo que era muy importante para su plan, pero no siempre tenía en cuenta que en la cárcel había otros presos, con sus propias agendas, y que fuera había un agente del FBI investigando por su cuenta, y que el ecosistema de la prisión funcionaba por unas reglas que pocas veces casaban con la estratagema ideada por él. Aquella primera temporada fue, en su momento, muy adictiva y trepidante; en todos los episodios había algo que le salía mal a Michael y que tenía que solucionar tirando de una inventiva, que ya querría para sí MacGyver, y era bastante fácil que te dejara con ganas de ver más episodios. Tenía un malo memorable como T-Bag y la acción, y la curiosidad por ver cómo iba a conseguir Scofield fugarse, permitía que se le pasara por alto que tenía algunos personajes insufribles y ciertos giros de guión que tenían poco sentido.

Pero es difícil que una serie que hace más de 20 capítulos por temporada pueda sostener ese ritmo. A "Prison Break" ya se le empezaron a ver las costuras al final de la primera entrega, y la deriva se hizo más pronunciada en la segunda. La historia empezó a dar vueltas sobre sí misma, cayó en la trampa de las conspiraciones elaboradísimas y misteriosísimas para intentar sostener la intriga (con muertes y resurrecciones improbables incluidas) y acabó en una cuarta temporada que le interesó a bastante menos gente. Pero es verdad que, con la inclusión en Netflix, de repente una nueva generación de espectadores ha descubierto las vueltas y revueltas de Scofield dentro y fuera de la cárcel, y es probable que, vista del tirón, mejore la percepción sobre ella. Es un caso muy curioso de ese "efecto Netflix" que se ha comentado en otras ocasiones, el hecho de que, para algunos públicos, sólo existe y es relevante lo que está en su catálogo.

09 agosto 2016

El canon de Netflix


Desde hace un tiempo, en Estados Unidos es habitual leer artículos que se preguntan hasta qué punto va a influir Netflix (o está haciéndolo ya) en el canon seriéfilo. Y no en el sentido de "estas son las series que todo el mundo debería ver", sino más por la percepción del público de las series de moda, de las que están en el candelero ahora mismo, aquellas que dominan la conversación. Hay una parte nada despreciable de los espectadores que pueden ver determinadas series cuando Netflix las incluye completas en su catálogo, y que no presten casi atención a lo que está en emisión semanalmente, y eso crea, a la fuerza, dos velocidades a la hora de comentarlas.

Ayer, de hecho, surgía una pequeña conversación por Twitter sobre esta nueva manera de ver y hablar sobre series a raíz de un artículo de GQ que se preguntaba si "Stranger things" no habría sido un pelotazo de dimensiones estratosféricas si se hubiera visto semana a semana. De esto hemos hablado ya varias veces y no es fácil llegar a una conclusión más o menos definitiva, pero sí está claro que si las series consiguen tocar la fibra a la audiencia, si motivan a que los medios estén escribiendo todos los días sobre ellas, y a que surjan fan arts y demás expresiones del fandom, ya tienen garantizado un puesto entre los éxitos del año. Entrar en ese club resulta más complicado de lo que parece.

Pero, en realidad, nos estamos desviando ligeramente del tema. La cuestión es que podría llegar un momento en el que hubiera gente que considerara que si no está en Netflix, no existe. Su inclusión de series ya finalizadas es una buena excusa para que muchos espectadores vean por primera vez "Las chicas Gilmore" (en preparación de ese regreso en noviembre en forma de cuatro especiales de hora y media), y para que algunos TL de Twitter se llenen, de repente, de comentarios a una serie que terminó hace nueve años. De repente, hay quien se extraña por cómo evoluciona la relación entre Dean y Rory, o que se da cuenta de que Emily Gilmore merece que le den mucho más crédito, y es fácil olvidar que, cuando "Las chicas Gilmore" se estrenó, todavía existían The WB y UPN y "Perdidos" ni siquiera un germen de una idea.

La percepción que podemos tener del panorama seriéfilo estadounidense, principalmente, puede estar un poco trastocada si sólo nos fiamos del catálogo de Netflix. Serie de las que ellos tienen los derechos de distribución internacional, pero no son suyas realmente, aparecen con el marchamo de "Netflix Originals" (caso de "Orphan Black" en España o "Better call Saul" en el Reino Unido), y otras que acabaron hace tiempo pueden resurgir como si fueran de rabiosa actualidad. El primer caso puede acabar siendo un problema para las cadenas originales, que ven cómo su imagen de marca se debilita en algunos mercados. El segundo es, simplemente, una evolución del nuevo modo de consumir televisión de la actualidad.

08 agosto 2016

Fans vs críticos: la venganza

Las terribles críticas y el espectacular primer fin de semana en taquilla de "Escuadrón Suicida" va camino de convertirse en una de las historias cinematográficas del año. En un verano en el que los aspirantes a taquillazos se han quedado, en general, cortos en Estados Unidos, y donde hay películas a las que la taquilla china va a salvar de ser fracasos, como "Warcraft", la narrativa de si Warner/DC tiene de verdad un plan para hacer frente a Marvel, y si ese plan funciona, es ya uno de los temas favoritos de los periodistas que cubren más los tejemanejes de la industria que las películas en sí.

Los blockbusters que funcionaron fueron los que se estrenaron en abril-mayo, hasta el punto de que, en la lista de las cintas más taquilleras en lo que llevamos de año, la primera es "Buscando a Dory", que es cierto que se estrenó a mediados de junio, pero las siguientes son dos películas que llegaron a los cines en el primer semestre: "Capitán America: Civil War" (mayo) y "Deadpool" (febrero). La décima, sólo con las cifras de su primer fin de semana, es esta "Escuadrón Suicida" que ha sido recibido con cuchilladas por parte de un volumen muy importante de los críticos, pero a la que los fans han apoyado en masa, hasta el punto de generarse una controversia interneteril que puede ser otro argumento más dentro de aquella discusión, de hace unos meses, sobre si el fandom estaba "roto" o no.

En parte, llegaba por la campaña claramente sexista (es lo que es) contra el remake de "Cazafantasmas", y en parte, por todas las polémicas que ha ido habiendo en diferentes fandoms en internet durante el año. Con "Batman v Superman", la división entre las críticas y lo que los fans opinaban por internet alcanzó un punto que no ha hecho más que acrecentarse con el segundo intento de DC de poner en pie su propio universi cinemático. En Rotten Tomatoes, el abismo es evidente al ver que sólo alcanza un 27% de "frescura" entre los críticos, porcentaje que sube al 72% entre el público, y los fans lanzaron una petición para que esa página cerrara porque consideraba que trataba injustamente a las cintas de DC.

Simplemente que alguien tuviera esa idea, y que ahora mismo haya superado las 22.000 firmas, da una idea de que sí, es verdad de que hay desconexión entre críticos y fans, y que se basa no tanto en diferencia de gustos o de criterios a la hora de decidir si una película es buena o mala, sino en una actitud: la actitud de tomarte como un ataque personal las críticas hacia algo que te guste. Por supuesto, a todos nos encanta que algo de lo que somos muy fans sea recibido lanzando flores a su paso, pero eso no es fácil. Con "Escuadrón Suicida" están pesando también las noticias de precipitación y tensiones entre los ejecutivos de Warner para poner en marcha ese DC Universe que compita con una Marvel que les lleva varios años de ventaja, y para muchos críticos es inevitable no ver la película, en parte, bajo ese prisma.

Para algunos fans, por otro lado, basta con que refleje los cómics que a ellos les gustan. En las reacciones a "Batman v Superman" se apreciaba claramente eso: quienes preferían el Superman inicial (que es de la primera trilogía), no conectaban con la historia y el tono propuestos por Zack Snyder; quienes idolatran a Frank Miller estaban encantadísimos. Siempre ha habido división de opiniones y guerras de fans. Es el altavoz de internet lo que las ha cambiado.

07 agosto 2016

Las sagas relanzadas


El cine comercial funciona en la actualidad a base de sagas. El éxito de la estrategia de Marvel, que básicamente está haciendo una carísima y muy larga serie de televisión en pantalla grande con todos sus superhéroes conectados, ha hecho que todos los estudios quieran explotar sus propias trilogías, tetralogías, heptalogías y lo que haga falta, buscando un valor más o menos seguro en taquilla. Los estudios ya sólo hacen grandes blockbusters (las tentpoles, que las llaman, porque son los estrenos que anclan todo el año) y películas que puedan promocionar para los Oscar, y para los primeros hace falta que internacionalmente tengan también potencial para recaudar cientos de millos de dólates,

El resultado es que se recurre a los superhéroes, en el caso de Disney/Marvel y Warner/DC, o se desempolvan otras sagas que ya funcionaron bien antes, como ocurre con Universal y Jason Bourne. La historia del espía amnésico que intenta averiguar quién es, y por qué la CIA lo está persiguiendo por media Europa, arrancó en 2002 con "El caso Bourne" y alcanzó sus mayores cotas con las siguientes dos entregas, dirigidas por Paul Greengrass. Su estilo visual, sobre todo para rodar las peleas cuerpo a cuerpo, cambió la manera en la que se mostraba la acción en bastantes cintas, buscando algo, dentro de lo que cabía, más realista, y con "El mito de Bourne", en 2007, parecía que la historia ya había alcanzado su punto y final.

Pero Universal no tiene los derechos de James Bond, por ejemplo, y no ha tenido tampoco sagas juveniles que estirar más allá de los tres libros en los que se basan, así que tiene que intentar relanzar cosas como las historias de espionaje, traiciones y acción a raudales de Bourne. Su primer esfuerzo, "El legado de Bourne", tenía a Jeremy Renner como un suplente que buscaba aprovechar el tirón que pudiera tener de su participación en "Los Vengadores", pero para relanzar a este letal agente de operaciones encubiertas había que recurrir de nuevo al tándem Damon-Greengrass. Es lo que ha hecho "Jason Bourne", que abre otra vez el libro del pasado de su protagonisra para buscar una nueva historia, para reabrir de algún modo la que parecía cerrada al final de la tercera entrega.

Como es habitual en todas estas películas que quieren relanzar una saga, con el propósito de llegar a todo un nuevo público que antes no era fan, "Jason Bourne" resume, más o menos, quién es su protagonista, y por qué se mantiene oculto de los omniscientes ojos de la CIA y la NSA, pero lo hace fiel a su estilo, de la manera más parca en palabras posible. Ni siquiera se elabora demasiado el principio de la rivalidad entre los personajes de Tommy Lee Jones y Alicia Vikander en la agencia; se va directamente a lo que mejor se le da, a las persecuciones y la acción sin descanso. Lo que ha perdido es la novedad de las primeras películas que, en una época en la que el cine había ido escorándose más y más hacia una acción a lo "Matrix", optaron por un esquema más de la vieja usanza, con luchas a puñetazos en sitios estrechos.

Hasta la televisión ha mejorado y superado ya aquel esquema, por lo que a "Jason Bourne" le queda utilizar de fondo la táctica de la inteligencia estadounidense de monitorizar todas las comunicaciones que hagan los usuarios de internet. Entretiene, que ya es bastante, pero lo que es esa película se encapsula bastante bien en el nuevo remix de la canción con la que acaban siempre todas las cintas de Bourne, "Extreme ways", de Moby: es lo mismo, pero no es exactamente igual.

Música de la semana: La fiebre por "Stranger things" no se ha calmado todavía, así que no está mal repescar una de las canciones de su banda sonora. En este caso, es el mayor éxito de Modern English, banda británica que, en 1982, lanzó "I melt with you". Es una canción tan fácilmente reconocible de la época, que no sólo la utilizado "Stranger things", sino también "The Americans", "The Carrie Diaries", "Gossip Girl", "Scream Queens" o "The Goldbergs".

05 agosto 2016

Casi famosos (LI)

Las tardes de los viernes no están para pensar demasiado, y más aún en pleno verano. Sin embargo, están hechas para una nueva ronda de "casi famosos", de esos primeros trabajos de actores que ahora son conocidos gracias a, principalmente, series de televisión, pero que tenían que empezar a ganar experiencia en alguna parte, ¿no?

En el caso de Winona Ryder, recuperada del semi olvido gracias a "Stranger things", hay que remontarse a principios de los 80 pare encontrar un trabajo en el que todavía no fuera famosa, porque su tercera película fue, directamente, "Bitelchús". El fotograma corresponde, por tanto, a su debut en el cine, "Lucas", una típica película de amores de instituto con unos jóvenes Corey Haim y Charlie Sheen, y en la que Ryder tenía un papel secundario. Tenía 15 años.

Ya que estamos con ídolos juveniles de los 80, Christian Slater puede ahora disfrutar de estar una serie con un factor cool tan elevado como "Mr. Robot", pero para quien haya olvidado sus inicios en el cine, no está de más recordar "La leyenda de Billie Jean", la película que rodó justo antes de "El nombre de la rosa", y en la que se dedicaba a vivir vida de fugitivo con la primera Supergirl de la pantalla, Helen Slater. Era, como Winona Ryder, otro jovenzuelo, con 16 años.

En "Mr. Robot" hay otra actriz que empezó a trabajar siendo una adolescente, Carly Chaikin. En su caso, fue la serie "Suburgatory" la que la hizo conocida, pero entre sus primeros papeles hay toda una "joya", "La última canción", con Miley Cyrus en el principio de su alejamiento de "Hannah Montana". Sin el maquillaje de Darlene, y medio pelirroja, no es fácil de reconocer. Ya que estamos dando edades, Chaikin tenía 20 años cuando se estrenó esa película.

Pasamos de gente que empezó a despuntar siendo bastante joven, a un actor que ha conseguido su papel con mayor proyección ya con una larga trayectoria detrás. Colman Domingo tiene episódicos en "Ley y orden" y varios de sus spin off, ha participado en "Selma" y "Lincoln", entre otras, y ha sido uno de los Billy Flynn del último revival de "Chicago" en Broadway, pero no ha conseguido un reconocimiento mayor hasta que no recaló en "Fear the Walking Dead". Lástima que ahí no le escuchemos cantar, de momento.

Y si empezamos en "Stranger things", vamos a terminar ahí también. La gran revelación de la serie es la misteriosa Eleven y su actriz, la británica Millie Bobby Brown. Con apenas 12 años, ya ha conseguido un nutrido grupo de fans en Internet, y bien puede ser una de las más veteranas entre los niños del reparto. El fotograma corresponde, por ejemplo, a "Once upon a time in Wonderland", aquel intento de hacer un spin-off de "Once upon a time" que no funcionó. Brown era allí una joven Alicia. Después, se abonó a dar vida a niñas inquietantes en otra serie de corta vida, "Intruders".

03 agosto 2016

¿Sueña la Androide con humanos eléctricos?


ALERTA SPOILERS: Si sois de los que estáis viendo "Dark Matter", pero no habéis visto el quinto episodio de la segunda temporada, no sigáis leyendo.

El robot que evoluciona hacia algo cercano a la humanidad no es ninguna novedad ya en la ciencia ficción. Hay ejemplos a patadas, y ni siquiera hay que traer de vuelta a los cylones de "Battlestar Galactica". Es un camino que se ha seguido tantas veces, que lo difícil es encontrar maneras nuevas de mostrarlo, y es el reto que "Dark Matter" tiene desde el principio con su Androide. Es la encargada de dirigir la nave y de asegurarse de que todos los sistemas funcionan correctamente, y sus acciones están dictadas por la lógica y por el frío análisis de datos. Sin embargo, también desde el principio, la Androide va notando algo parecido a emociones humanas, que achaca a un fallo en su programación. Está un poco celosa de la robot que "desentierran" de la bodega de carga, por ejemplo, y se niega a cooperar con los técnicos de la prisión de la Autoridad Galáctica, al inicio de la segunda temporada, movida por un sentimiento tan humano como la lealtad.

En la primera entrega de "Dark Matter", las dudas de la Androide sobre si está defectuosa se mantuvieron al margen, más como una subtrama ligeramente simpática y que profundizaba un poco más en su carácter, pero en el tramo intermedio de la segunda han adquirido una relevancia mayor.  En la web Inverse apuntaban que la serie había encontrado un modo un poco distinto de afrontar esta evolución del personaje al hacer que se plantee si quiere, de verdad, ser más humana. El pasado de la tripulación de la Raza ofrece pocos atractivos para ello, pero a la Androide le puede más la curiosidad que otra cosa. ¿Y si tuviera mayores atributos humanos? ¿Cómo sería? ¿Perdería la capacidad para hacer su trabajo con la misma eficiencia?

El encuentro de la robot con esos androides más humanos, más tipo replicantes, que se han liberado de su servidumbre hacia los hombres y viven ocultando su verdadera condición es el detonante de la evolución que vemos en ella en el quinto episodio de la segunda temporada, "We voted not to space you". Con esa actualización de su programación, que potencia las cualidades humanas que alguien ya introdujo en ella de base, se ofrece voluntaria para realizar un par de misiones para su tripulación, situándola en un camino probablemente sin retorno. Los pseudo replicantes del capítulo anterior (que parecían sacados de "Real humans") no acaban de aceptarla porque la consideran un modelo inferior, y aunque los tripulantes de la Raza no ven con malos ojos esa ligera "desrobotización", está por ver cómo va a ir evolucionando su relación un poco más adelante.

Si la cuestión para la Androide es si quiere ser más humana, sopesando todos los pros y los contras, ¿lo hará? ¿O decidirá que no merece la pena?

02 agosto 2016

La revolución o la cordura


Elliot Alderson, el protagonista de "Mr. Robot", ha estado siempre peleando por su propia cordura, por su propia salud mental. Desde el principio de la serie, todos sus monólogos en off (que en realidad van dirigidos al público) reconocían que tenía problemas, y no sólo para socializar o para distinguir qué barreras privadas de otras personas no debería cruzar. Elliot nunca ha estado muy seguro de si algunas de las cosas que ve son reales, o sólo están ocurriendo en su cabeza, y el clímax final de la primera temporada estaba impulsado, en gran parte, por la gran crisis hacia la que él había estado moviéndose desde el principio.

Aquel giro del antepenúltimo episodio (que muchos espectadores ya habían adivinado casi desde el inicio) resituaba "Mr. Robot" de otra manera. Sí, mostraba a un grupo de hackers intentando hundir a una gran corporación malvada, intentando atacar un sistema que se basa en el endeudamiento crónico de la población (de tal modo que esas deudas permitan a las empresas controlar a la gente), pero lo más importante para la serie era la lucha interna de su líder por no verse consumido por su revolución, por no acabar devorado por el lado más oscuro de su psique y su personalidad. La actividad de fsociety es relevante para "Mr. Robot" porque le proporciona su motor, su trama, el misterio que todos los personajes intentan desentrañar, pero es la cordura de Elliot lo que está en juego.

Es recuperar su propia sensación de autocontrol, de saber que toma sus propias decisiones, lo que está impulsando al personaje en la segunda temporada, que debe confirmar el enorme revuelo que organizó la primera el verano pasado. Con Sam Esmail, su creador, tomando aún más las riendas de la serie, "Mr. Robot" tiene por delante la difícil tarea de demostrar que lo del año pasado no fue flor de un día (un reto que parece que se le ha atragantado un poco a la otra revelación del verano de 2015, "UnReal"), que los enigmas que la primera temporada dejó en el aire pueden mantenerse, o resolverse, de una manera satisfactoria e interesante, y que la crítica del capitalismo de las altas esferas económicas, de las actitudes de los activistas que luchan contra él y la exploración del frágil estado mental de Elliot tienen todavía cuerda suficiente.

Hay quien cree que es la pelea entre E Corp y los hackers (y esa conspiración que lo sobrevuela todo) lo más interesante, y hay quien sostiene que los esfuerzos de Elliot por mantener su cordura son lo que dan su toque a "Mr. Robot". Es una serie realmente ambiciosa por su apuesta estética y su mezcla de cuestiones actuales y una pugna muy personal de su protagonista, y es de las que se presta tanto a "cuñadismos" extremos como a cosas realmente interesantes. La segunda temporada apenas ha alcanzado su ecuador, así que la historia de Elliot puede dar todavía muchas vueltas.

01 agosto 2016

Late shows, promociones y política americana


Estas dos últimas semanas han sido muy interesantes para quien tenga cierta curiosidad por la política estadounidense y, además, para quien siga más o menos de cerca los late shows de allí. La celebración de las convenciones de los republicanos y los demócratas para confirmar a Donald Trump y Hillary Clinton como sus candidatos a las presidenciales de noviembre ha puesto de relieve los puntos fuertes de cada uno de esos programas, y de sus respectivos presentadores. Estos shows diarios de variedades siguen todos el esquema instaurado, sobre todo, por Johnny Carson en "The Tonight Show", con un monólogo inicial que resume algunos de los asuntos de actualidad del día, varios comentarios del presentador desde su mesa, entrevistas a diferentes personalidades, actuaciones musicales y hasta un monólogo de algún comediante todavía no muy conocido.

En concreto, lo que han hecho las convenciones es revitalizar "The late show with Stephen Colbert", que ha hecho dos semanas de programas en directo que giraban, principalmente, en torno a lo que dichas convenciones iban dejando en cada una de sus cuatro noches. Colbert, que heredó el espacio en CBS de David Letterman, se hizo famoso por su sátira política en "The Colbert Report", en Comedy Central, y desde que dio el salto a las grandes ligas, como si dijéramos, todos los críticos de televisión comentan que la rebaja de los temas políticos que ha tenido que hacer en su nuevo programa le ha hecho perder parte de su mojo, de lo que lo hacía interesante y divertido desde el principio. Colbert se ha desquitado con esos diez late shows en directo (con gemas como Laura Benanti imitando a Melania Trump o esos "Hungry for Power Games" que tanto juego han dado durante todas las primarias), y lo cierto es que las críticas que se le hacían a su programa encapsulan bastante bien el estado del formato en Estados Unidos.

En España, lo que más se aproximaría sería una mezcla de "El intermedio" y "Late Motiv". O, mejor, dicho, el primero representaría los informativos satíricos de Comedy Central y HBO (y TBS) y el segundo, los late shows tradicionales de las cadenas en abierto. En éstos últimos, la política casi ni se toca. Es, precisamente, Colbert el que más se ha metido en ese terreno invitando no sólo a los principales candidatos de ambos partidos, sino también a jueces del Tribunal Supremo, congresistas, etc. Ése es más su punto fuerte. A Jimmy Fallon se le dan bien los juegos absurdos, a Jimmy Kimmel, las entrevistas muy promocionales (consigue darles algún toque simpático, al menos), mientras James Corden ha encontrado su hueco con cosas que ya hacía en el Reino Unido, como Carpool Karaoke. Seth Meyers, por su parte, funciona con un ambiente como más relajado. Es el otro presentador que más toca la política, pasada por el filtro del Weekend Update de "Saturday Night Live".

Si lo que se busca es un comentario sobre la situación política estadounidense, hay que irse al cable básico o a "Last Week Tonight", con John Oliver, que aplica la tradición de la sátira política británica a la comedia informativa. Su brutalmente divertida manera de desmontar los escándalos del momento le ha ganado un gran seguimiento entre quienes eran fieles del programa que creó el molde de estos espacios, "The Daily Show". A Oliver, sin embargo, le ha salido una dura competidora en TBS: "Full Frontal with Samantha Bee". Como Oliver y Colbert, Bee se formó bajo la tutela de Jon Stewart en "The Daily Show", y su impronta está en que aborda los asuntos desde la indignación y el mosqueo (por ejemplo, el tiroteo de Orlando). Su programa es semanal (como "Last Week Tonight") y se nota mucho más personal.

Los late shows en abierto (y "Conan", en TBS) son muy esclavos de los invitados que pasen por allí para promocionar su última película, o su serie de éxito, o el campeonato deportivo que acaban de ganar, y no todos los presentadores pueden tomarse el programa con la actitud que tenía Craig Ferguson. Si lo que queremos es ver entrevistas, Meyers, Colbert y hasta Kimmel son mejores opciones que Fallon y Corden, que es en los juegos y retos un poco tontos donde son más entretenidos. Pero no pensemos que vamos a ver conversaciones de alto nivel. Son espacios que, todavía hoy, tienen gran relevancia en la televisión americana y que se utilizan, sobre todo, como escaparates promocionales, y eso deja poco margen para que se toquen otros asuntos. Pero, a veces, ese margen se aprovecha muy bien.