Las celebraciones de los aniversarios más destacados de las sagas cinemtográficas más relevantes siempre tienen trampa. Generalmente, no suelen ver nuevas películas de dichas series; a lo mejor se reestrena la cinta que lo inició todo, remasterizada y, si te descuidas, hasta pasada al 3D, pero lo más habitual suelen ser ediciones especiales en DVD, con todo tipo de material extra especial para los fans. Cuando el aniversario llega con la saga aún en marcha, la película que debe celebrarlo tiene una tarea bastante complicada por delante; la de homenajear la historia de la franquicia a la que pertenece sin olvidar que tiene que funcionar como título independiente y dirigido al gusto de una audiencia moderna. Más o menos, ése es el peso que recaía sobre los hombros de Sam Mendes al abordar "Skyfall", la tercera película como James Bond de Daniel Craig y la que celebra, además, los 50 años desde el estreno de "James Bond contra el Dr. No".
Mendes tenía que superar el mal recuerdo que dejó "Quantum of solace" (que aun así tenía un gran escenario en el Observatorio Europeo Austral, en Chile) y mantener a Bond en la línea que había iniciado "Casino Royale"; más realista (un poco más Jason Bourne, creo yo) y serio y un poco menos alocado como en la etapa de Pierce Brosnan ("Golden Eye" es una ida de olla muy entretenida, pero pasada de rosca). Además, cuando lo tenían todo listo para empezar a rodar, MGM se declaró en quiebra, y el futuro de "Skyfall" y de toda la franquicia quedó en suspenso hasta que Sony compró sus derechos de distribución. Mendes asegura que aquellos meses de incertidumbre sirvieron para mejorar el guión y para cuidar todavía más la cinta, y parece que realmente le vinieron bien, porque esta "Skyfall" es una película de Bond de las de siempre, con su escena de acción pre-créditos, su canción muy bondiana (de Adele), sus escenarios exóticos (pero bien integrados), su chica en las garras del malo, su Aston Martin y su villano siempre a punto de liquidar a 007, pero siendo un villano mucho más a la altura y menos caricaturesco. Y todo esto lo hace a la vez que es algo así como una desconstrucción del mito (y se permite incluso un pequeño guiño a lo Rosebud).
En muchos sitios han comentado que el Silva de Javier Bardem es una mezcla entre Hannibal Lecter y el Joker de "El caballero oscuro" (yo creo que es mucho más Lecter que otra cosa), y que la relación que tiene tanto con Bond como, sobre todo, con M es lo que le da el toque extra definitivo a la película, añadido al hecho de que no veamos a Silva hasta que la trama está ya muy avanzada. Ésta curiosamente, termina siendo más sobre la M de Judi Dench (por razones obvias) que sobre Bond, y aunque haya mucha gente empeñada en buscar similitudes con el Batman de Christopher Nolan por todas partes, está muy claro que las referencias de "Skyfall" son todas las películas anteriores de la saga (diría que con más énfasis en la etapa de Sean Connery) y la trilogía de Jason Bourne, que hizo, a principios de los 2000, que el género de espías volviera a tocar con los pies en la tierra, después de las locuras de los Bond de Brosnan y de las secuelas de "Misión imposible".
Ahora, de aquí a que "Skyfall" vaya a contar de verdad para los próximos Oscars, como sugieren algunos periodistas estadounidenses, va un trecho bastante largo. Sam Mendes puede haberle dado cierta respetabilidad, y Bardem puede comerse toda la película, pero James Bond sigue siendo James Bond, y su nombre no es sinónimo de premios.
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