El "lagarto" estilo "La mujer y el monstruo" (que es como se tituló en España "Creature from Black Lagoon") de "Mulder and Scully meet the Were-Monster" es, en ese aspecto, una creación muy "Expediente X". Es una criatura que no desentona al lado de Clyde Bruckman o del patético protagonista de "Small potatoes" (aunque ese episodio lo escribiera Vince Gilligan), alguien bastante corriente que no tiene mayores aspiraciones que seguir con su vida tranquilamente, y que se en medio de todo el torbellino que arrastran con ellos Mulder y Scully. Un torbellino que es realmente divertido y que está lleno de guiños y homenajes a las anteriores nueve temporadas, desde la lápida de Kim Manners, a Tyler Labine haciendo otra vez de colgado o a Scully asegurando que es inmortal. Al mismo tiempo, sin embargo, reconoce que el tiempo ha pasado para todos, y por todos.
El desencanto inicial de Mulder o el reconocimiento de Scully de que estaba disfrutando de nuevo con un caso forman parte de esa sensación de paso de los años que va más allá de ver cómo han envejecido David Duchovny y Gillian Anderson. Estaba presente en el segundo episodio, en su conversación sobre William y el sacrificio que hicieron por él, y sobrevuela todo lo que hemos visto hasta ahora en esta décima temporada. También deja pequeños chistes como la inutilidad de Mulder para aclararse con la cámara de su móvil y permea el retrato que se hace de los dos agentes del FBI. Son los de siempre pero no son los de siempre. Los años y los sufrimientos les han dejado sus cicatrices.
Eso sí, la versión de "Expediente X" de este tercer capítulo siempre fue mi preferida. A la hora de autoparodiarse y de incorporar humor, eran verdaderos maestros, y los "chorrisodios" que luego harían otras series, como "Sobrenatural", partieron en gran medida de lo que hacían, sobre todo, Carter, Morgan y Gilligan. Esos capítulos eran graciosos y, a veces, un poco absurdos, pero tenían cierta melancolía subyacente, cierta tristeza que les daba un toque extra. Clyde Bruckman, en la tercera temporada, es quien mejor los representa; tiene un don que es más un suplicio para él que otra cosa, y que le impide llevar la vida monótona que prefiere, pero también resulta divertido y, sobre todo, muy humano.
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