A "Treme" es fácil acusarla de dispersión de tramas, de tener demasiados personajes que la gran mayoría de las veces no guardan conexión unos con otros y, en general, de no resultar nada "acogedora" para los nuevos espectadores. Sin embargo, en esa dispersión está también su encanto, el quid de cómo es la serie, y a veces le permite establecer paralelismos entre los recorridos vitales de un par de personajes, paralelismos que ayudan a David Simon y Eric Overmyer, sus creadores, a transmitirnos ciertas ideas sobre algún tema en concreto. En la tercera temporada, uno de esos paralelismos más claros se ha establecido entre la chef Janette Desautel y la violinista Annie Tee, dos personajes que empiezan la serie intentando averiguar cuál va a ser su camino vital, y que llegan a la tercera entrega habiendo adquirido el éxito profesional.
Pero ese éxito siempre viene con varios nubarrones. Para ellas, dichos nubarrones son algunas reticencias éticas, como si dijéramos, al modo en el que los "pigmaliones" que les ayudan a lograr ese éxito tienen montado el tinglado. Annie encuentra un manager que reconoce en ella un gran talento no sólo como intérprete, sino como compositora, y que se dedica a fomentar su carrera musical y, no dudo que con las mejores intenciones, la anima a dejar de ser tan tímida y a reclamar su cuota de protagonismo. Algunas de las propuestas que le hace para las canciones no terminan de encajar bien con Annie (se nota su cara de disgusto inicial cuando le pide que firme "This city" junto con su amigo Harley), pero ella al final abraza esa incipiente carrera musical que se le abre junto a los Bayou Cadillac (que ya dijimos que, realmente, son los Red Stick Ramblers).
En cuanto a Janette, su marcha a Nueva York para probarse como chef, y harta también de todas las trabas que sufría en Nueva Orleans para poder reabrir su restaurante tras el Katrina, incrementó su morriña por su ciudad y terminó picando su interés por volver, por mucho que se resistiera de cara a la galería. Y cuando finalmente regresa, lo hace aceptando una oferta que parece demasiado buena para ser cierta y que, al final, resulta de verdad ser demasiad buena para ser verdad. El éxito tiene sus propias trampas, y la sensación de que te has vendido al oro de Moscú sólo es una de ellas. La trama culinaria de "Treme" siempre me ha resultado muy interesante por el vistazo que ofrece de los chefs como artistas, con las mismas dudas entre entregarse al mercantilismo o enrocarse en la bohemia que cualquier pintor, escritor, cineasta o músico que afirme que su arte no se vende, pero que empieza a hacer compromisos en cuanto ve que puede ganarse la vida (y muy bien) con él.
La integridad no sólo artística, sino personal, y la capacidad de resistencia de sus personajes ha sido uno de los temas que "Treme" ha tocado esta temporada (lo explican mejor en "Basura and TV"), y lo que resulta también curioso es leer después esta entrevista de "Wired" a David Simon en la que cuenta, entre otras cosas, su método para construir el armazón de la serie, un método en el que, aunque buscan ser veraces, no se olvidan que están haciendo televisión y no periodismo, y que hay que tomarse ciertas licencias dramáticas para que algunas tramas tengan un mejor cierre. "Treme" es un pedazo de vida, es la mejor forma de describirla, y como tal, lleva sus propios ritmos.
P.D. podcastero: Y de "Treme" hablamos en el nuevo "Yo disparé a JR", con la inestimable ayuda de Alberto Nahum, de "Diamantes en serie". También hablamos de estos otros temas:
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- 13': "Miranda".
- 21': "Arrow" (spoilers hasta el 1x09).
- 36': "Treme" (spoilers de la tercera temporada).
- 59': "Parenthood".
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