13 febrero 2015

El mcguffin de Reddington


ALERTA SPOILERS: ¿Habéis visto los dos capítulos que "The Blacklist" ha emitido después de su regreso tras la Super Bowl? Si no os suena lo del Fulcrum, mejor no sigáis leyendo.

Hemos hablado en otras ocasiones de lo que es un mcguffin (o macguffin, como el título de este blog): es un recurso narrativo en forma de algo, o alguien, que los protagonistas tienen que conseguir, algo que para ellos es sumamente importante, pero que podría cambiarse a mitad de trama por otra cosa, y la historia y las motivaciones de los personajes no se resentirían. Los ejemplos más claros son los de las películas de Alfred Hitchcock y sus botellas de uranio de "Encadenados" (o la maleta de "Pulp Fiction", o los cubos y bolas de poder variados de las cintas de Marvel), pero es una excusa para avanzar la trama muy popular tanto en cine como en televisión. Hay series que están construidas enteramente sobre un mcguffin, como lo pasa a "The Blacklist" con su conspiración y ese pasado que comparten Raymond Reddington y Elizabeth Keen pero que aún es, en parte, un misterio. También hemos comentado otras veces que lo más entretenido de esta serie es ver a Red yendo por libre y a Keen participando en sus trucos, pero "The Blacklist" se empeña en seguir potenciando la trama de la conspiración como si tuviera más sentido que la de "Expediente X".

El último mcguffin introducido ahí es el Fulcrum, que además de ser la organización de espionaje malvada de "Chuck", significa también "punto de apoyo" o "piedra angular". En esta serie, es el objetivo que tenían los hombres que entraron en casa de Keen cuando era una niña, y durante esa actuación, la casa se incendió y ella no volvió a ver a sus padres más. Por lo que hemos podido ir sabiendo hasta ahora, da la sensación de que Red la sacó de allí y se la entregó al que después fue su padre adoptivo, probablemente con la idea no sólo de protegerla, sino también de averiguar a través de ella dónde está el Fulcrum. Nada de todo eso nos importa demasiado a nosotros, pero sí es fundamental para los personajes; por eso es un mcguffin. Sin embargo, lo que sí provoca es un nuevo desarrollo en lo único que merece la pena de "The Blacklist", que es la relación entre Reddington y la agente del FBI. James Spader y Megan Boone son entretenidos juntos, y el primero da la sensación de pasárselo en grande cuando Red se dedica a visitar a antiguos socios y a recordar viejas operaciones con ellos, y es el juego de secretos entre ambos lo único que da cierto interés a la conspiración de fondo.

Además, parece que la serie se ha acordado de que Keen es su co-protagonista y la está embarcando en su propio viaje para saber quién es realmente, y no sólo porque intenta averiguar que es ese minicubito que recordaba un poco al que el agente Coulson utiliza para reconstruir SHIELD. Lo que hizo mientras tuvo a Tom preso va a tener consecuencias que parecen ir encaminadas a que ella se dé cuenta de que no es tan diferente de Reddington. Lo que sí se tiene que ir resolviendo es el misterio de quién es él. No es el padre de Lizzy, hasta ahí lo tenemos claro, y es muy posible que fuera el agente de la CIA encargado de matarlo. ¿Pero por qué sacó a la niña de la casa en llamas? ¿Qué le llevó a "cambiar de bando"? Al menos, "The Blacklist" ha aprovechado argumentalmente, de cara a sus fans ya preexistentes, su emisión después de la Super Bowl, pero el cambio al jueves no le ha sentado tan bien en cuanto a audiencia. Está visto que todo lo que la NBC separa de la protección de "The Voice" lo pasa muy mal para encontrar su propio público.

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