Originalmente, "Efectos secundarios", la última (en teoría, literalmente última) película de Steven Soderbergh, iba a llamarse como el título de esta entrada, "The bitter pill", una expresión que hace referencia explícitamente al tema sobre el que gira la historia pero que, además, puede entenderse como un mal trago por el que tiene que pasar alguien. Ambas acepciones casan bien con lo que cuenta esta cinta, descrita como thriller psicológico y que funciona con gran precisión en todas las cosas que nos muestra y en los giros propios del género. Es complicado hablar de ella (y recomendarla, porque merece la pena) sin adelantar prácticamente nada de su trama, en el mejor estilo de Matthew Weiner, pero es así, sabiendo lo mínimo imprescindible, como mejor se puede disfrutar. Soderbergh aseguraba en una entrevista en Total Film, el pasado verano, que para mantener en lo posible el secretismo alrededor de "Efectos secundarios" habían llegado a preguntarse "¿deberíamos no preestrenar la película? Es una discusión constante entre nosotros sobre cómo debemos mantener estos puntos de la historia en secreto", y añadía sobre los giros en la trama que "son cosas que esperas en este género. Pero hoy en día es muy complicado mantener el silencio".
Se puede contar que el punto de partida es una joven que atraviesa circunstancias difíciles en su vida y acude a un psiquiatra para tratarse de la depresión que sufre. Con eso basta para que nos dejemos llevar por una historia a la que es muy tentador acusar de tramposa cuando, en realidad, no lo es (sólo hay que prestar un poco de atención), y que está dirigida con sobriedad y con firmeza. Se asienta, además, sobre dos asuntos muy relevantes en la sociedad actual, siendo uno de ellos esa "afición" por las pastillas que hemos desarrollado para resolver casi cualquier problema, y que toca de forma tangencial el poder de la industria farmaceútica, un asunto bastante poco tratado en el cine, por cierto, pero que daría para una miniserie mucho más turbia y perturbadora que "House of Cards". A veces, parece que "Efectos secundarios" la haya dirigido David Fincher en lugar de Soderbergh, que además utiliza muy bien el silencio para potenciar determinados momentos.
Hay puntos menos conseguidos, pero el conjunto los termina superando. Rooney Mara y Jude Law están los dos muy bien en sus papeles de paciente y psiquiatra, y ahora yo tengo curiosidad por ver qué ha hecho el director, con uno de esos cambios de tercio tan habituales en él, con "Behind the candelabra", la tv movie que dirigió para HBO sobre el excesivo pianista Liberace y su amante, y que la cadena estrenará el 26 de mayo. La película ha adquirido todavía más relevancia porque a Liberace lo interpreta Michael Douglas en lo que es su regreso tras superar aquel cáncer de garganta que le diagnosticaron hace tres años, y apunta desde luego a ser el nuevo rival a batir en las categorías de tv movies y miniseries en los próximos Emmy y Globos de Oro. ¿O se volverán los académicos tan locos por "La Biblia" como la audiencia de History Channel?
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