Desde hace un par de temporadas, resulta muy interesante leer las piezas que los críticos estadounidenses escriben como previas al estreno de una nueva temporada de "Mad Men". Por lo general, han podido ver ya el primer capítulo, y AMC ya ha hecho públicas varias imágenes promocionales y algún que otro trailer, pero al contrario de lo que pasa con otras series, esas imágenes y esos trailers no desvelan nada de la nueva temporada, y los críticos no pueden contar prácticamente ningún aspecto de dicho capítulo inicial. Con el aterrizaje de su sexta entrega sólo una semana después de que HBO hiciera lo propio con la tercera de "Juego de tronos", resulta sumamente curioso apreciar las dos estrategias, radicalmente distintas, que llevan ambas cadenas en la promoción de ambas series. Mientras HBO inunda la red de fotos, teasers, making of y trailers varios casi desde el día siguiente al final de la temporada anterior, AMC no lanza ni un mísero poster hasta un mes, más o menos, antes del estreno, y todas sus imágenes son crípticas y renuncian a adelantar explícitamente nada de lo que va a pasar.
Estas dos estrategias tan dispares surgen de las diferencias intrínsecas de cada serie. "Juego de tronos" está basada en una muy exitosa saga de los libros y contaba ya antes del estreno de su primera temporada con una base preexistente de fans que tenían gran curiosidad por ver cómo se adaptaban a la pantalla sus libros favoritos, además de ser todo un fenómeno de audiencia, pirateo por Internet y venta de DVDs. "Mad Men", por su parte, es una serie de nicho cuyo éxito nunca se ha medido en cifras de audiencia, sino en premios y en elogios de la crítica, y además, tiene al frente a un creador y showrunner, Matthew Weiner, que está obsesionado por controlar hasta el más mínimo detalle de su producción, incluidos los spoilers que pueden aparecer en los medios. Esto, en un principio, no es algo malo; Weiner siempre afirma que quiere preservar la experiencia de los espectadores al enfrentarse por primera vez a un capítulo de "Mad Men", pero para los críticos está llegando a un punto que roza el ridículo.
En casi todos los artículos que han ido apareciendo estos días en las webs americanas sobre la sexta temporada, se ha hablado más sobre la política anti-spoilers de Weiner que sobre las virtudes de la serie. Con su DVD del primer episodio, los periodistas reciben una extensa carta del guionista detallando los puntos que no pueden tocar en sus críticas de dicho episodio (ni siquiera pueden mencionar el año en el que se sitúa la acción ni confirmar que las fotos que han aparecido del rodaje en Hawai corresponden a esta temporada). Es de suponer que seis años plegándose a estas peticiones al final tienen que cansar, y no pocos críticos han afirmado que esta paranoia de Weiner no sólo dificulta su trabajo, sino que hasta puede acarrear una percepción errónea de lo que es la serie, como si estuviera basada en las sorpresas y los giros de guión cual versión con publicistas de los 60 de "24". Está llegando a un punto de autoparodia que distrae de lo que debería importar, que es la calidad de "Mad Men", y no las peculiaridades y obsesiones de su creador.
Estos últimos días, además, ha surgido por Twitter un debate sobre estos guionistas que son jefes absolutos de sus creaciones (lo cual está bien) a raíz del anuncio de que cierto actor de "Girls" no aparecerá en la tercera temporada por "diferencias creativas" con su creadora, Lena Dunham. Los principales comentarios iban siempre encaminados a hablar del ego de Dunham (habría mucho que hablar aquí, pero será en otra ocasión), y al final derivó todo hacia una charla sobre el poder que pueden tener estos showrunners omniscientes en producciones de cable. Siempre dependen de la libertad que les dé la cadena, de su propia personalidad y de la naturaleza del trabajo que hagan en la serie, y siempre habrá también algunos a los que se les acabe subiendo a la cabeza. Otra cuestión es si la prensa no tiene también parte de culpa al adorar incondicionalmente a algunos de ellos.
1 comentario:
Como comentas, es curioso ver las diferencias de ambas campañas publicitarias, completamente antagónicas y a la vez sumamente efectivas.
Las dos series captan desmesuradamente la atención del espectador en un principio (con un póster y un trailer que son analizados hasta la saciedad) y en las semanas posteriores pueden llegar a saturar al espectador.
Esta saturación, más objetiva en el caso de Juego de tronos se da por lo arrolladora que es su campaña promocional (y sus expectantes fans), mientras que en el caso de Mad men es, al menos en mi caso, por los culebrones entre la prensa especializada y Weiner, que no dejan de ser un poco extraños y ajenos al interés del espectador, y en algunos casos parecen más rabietas que otra cosa. Aunque, como digo, quizás es una opinión menos generalizada que la de Juego de tronos.
Y sí, parece que por fin se hacen series simplemente de autor; y estos autores han pasado a ser odiados y amados por partes iguales, sin puntos intermedios, como les pasa en el cine a Tarantino, Almodóvar y Lars von Trier, que son los ejemplos más obvios que se me ocurren. Igual que con el cine, parece que tendremos que aprender a soportar el revuelo mediático que los desmesurados egos de los autores despiertan para poder disfrutar sin prejuicios del producto televisivo. Lo que, bien visto, no deja de ser un mal menor. Que Weiner y Dunham haga lo que les dé la gana mientras no dejen de trabajar.
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