"El objetivo es convertirnos en HBO más rápido de lo que HBO puede convertirse en nosotros". Estas declaraciones a la revista GQ de Ted Sarandos, jefe de contenido de Netflix, en 2013 ya daban pistas de las ambiciones con las que el servicio de streaming se había metido en el juego de la producción propia. No era sólo cuestión de engordar su catálogo y de no quedarse de brazos cruzados ante las productoras y cadenas que dejaban de venderles los derechos de sus series; era cuestión también de prestigio y de expansión. Netflix lo quiere todo, y lo quiere ahora, que dirían Queen, y su presentación en la gira veraniega de la TCA, que acaba de empezar, prueba esa estrategia. El primer día del evento, dedicado a que cadenas y showrunners presenten sus nuevas series para el otoño, estuvo dedicado por entero a Netflix y sus títulos, y Sarandos siguió sacando pecho de lo bien que les está saliendo la jugada.
La compañía anunció hace poco que iba a gastarse 5.000 millones de dólares en contenido propio el año que viene, y el 10% de esa cifra será para las series. Netflix ha entrado también en la producción de documentales (algunos con sendas nominaciones al Oscar y el Emmy, como "Virunga") y las películas, con ese acuerdo por varios títulos con Adam Sandler, y aunque sigue sin hacer públicos sus datos de audiencia o por qué toma algunas de sus decisiones, nadie duda de que todos estos movimientos tienen que tener sentido empresarial para ellos. En The New York Times apuntan que el negocio del videoclub por correo aún les da mucho dinero (cientos de millones dólares de beneficio), que compensa que el servicio de streaming aún no ha llegado a ese punto. Esa inversión de 5.000 millones supera a la de HBO, Showtime, Amazon y Starz juntas para este año, y no parece que Netflix vaya a reducir el ritmo en los próximos meses.
En 2016, y según una tabla recopilada por Vulture, Netflix casi duplicará el número de series propias de HBO y FX combinadas, y con su estrategia de estrenar una temporada nueva cada dos semanas, y su introducción más en serio en los programas infantiles, no para de desarrollar nuevos proyectos y de buscar nuevas ideas. En ese aspecto, le lleva ventaja a HBO, su espejo y gran rival, de la que se cuenta que siempre hay una larga cola de proyectos en desarrollo, que pueden eternizarse en esa fase. En un reportaje en The Hollywood Reporter en junio, se comentaba esa sensación de que, a veces, el gigante del cable tardaba demasiado en producir sus series, lo que lleva a guionistas y estudios a llevarse sus ideas a otro sitio que tome decisiones más rápidas. Sin embargo, aunque Netflix puede beneficiarse de ello, sigue teniendo asignaturas pendientes.
La de los premios es la más evidente. Ahí, HBO sigue ganando por goleada, porque es una marca mucho más consolidada, su maquinaria promocional está muy bien engrasada y para los académicos, probablemente, aún suene algo esotérico eso de que una serie se produzca y se emita enteramente en un servicio de streaming a través de internet. Sin embargo, la expansión de Netflix está llegando también a ese frente. La entrada de "Bloodline" y "Unbreakable Kimmy Schmidt" en los Emmy, por ejemplo, apunta a que la plataforma ya es más familiar para los votantes (los nombres de Tina Fey y los ex responsables de "Damages" ayudan también a ello) y que será cuestión de tiempo que empiece a ganar premios importantes. En ese momento, sí podrá decirse que el viaje de Netflix hacia la cima se habrá completado y llegará lo complicado, mantenerse. Y eso HBO lo sabe muy bien.
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