07 julio 2016
Las reglas del suspense
Pongámonos un poco en plan Sophia Petrillo e imaginemos un hombre que entra, solo, en una casa vacía, grande y amplia, a plena luz del día, en una calle concurrida y ancha de un buen barrio. El hombre se da una vuelta por el salón en la primera planta de la casa, con unos grandes ventanales, y de repente, sin previo aviso, sale una sombra de la escalera que lleva al sótano y se lo come. La sorpresa y el susto que nos llevaríamos sería mayúsculo.
Ahora pensemos de nuevo en esa escena, pero esta vez vemos, al mismo tiempo que ese hombre entra en la casa y se da una vuelta por el salón, que en el sótano hay una extraña forma oscura que está buscando la manera de salir de allí y subir a la primera planta. Tenemos un plano de los pies del hombre caminando por la habitación, por ejemplo, y otro de esa forma "escuchando" pegada al techo del sótano. De esa manera, no se está construyendo una sorpresa, sino que se está creando tensión porque los espectadores sabemos que el hombre está en peligro, que hay algo que puede matarlo en cualquier momento, algo de lo que él no es consciente. Cuando ocurre lo que llevábamos temiendo que pasara, el impacto es un poco más duradero que el del mero susto.
Eso es el suspense. Alfred Hitchcock lo explicaba con una pareja sentada a una mesa y una bomba situada debajo, pero el principio es el mismo: los espectadores saben más que los personajes. Lógicamente, existe el riesgo de que dichos personajes actúen de maneras un poco estúpidas porque, precisamente, no disponen de toda la información, pero ése es otro tema. Lo que nos interesa aquí es la construcción en el público de esa tensión, de esa expectación por ver si lo que cree que va a pasar realmente tendrá lugar, o si lo que está viendo subvertirá sus expectativas. La ejecución de Ned Stark en "Juego de tronos" funciona justo por lo que esperamos que pase, o que no pase, en este caso; nuestra experiencia previa con historias de ese género nos hace esperar un determinado resultado que, cuando no se produce, nos deja muy impresionados.
Pero ahí no hay apenas suspense porque todos, audiencia y personajes, están en el mismo plano informativo. En la famosa escena que arranca el último capítulo de la sexta temporada de "Juego de tronos" sí que se da la disonancia informativa necesaria para crear el suspense y la tensión. Ha habido algunas quejas de que era "previsible" (quejas que comentan en el especial sobre la temporada de Ohhh! TV); pero no era una escena que buscara la sorpresa, sino otro tipo de reacción.
(A partir de aquí habrá spoilers de ese último episodio. Por si, de todos modos, queréis ver la escena en cuestión que tanto ha dado que hablar, es ésta.)
Desde la segunda temporada de la serie sabemos que Aerys II, el Rey Loco, almacenó grandes cantidades de fuego valyrio en el subsuelo de Desembarco del Rey. Tyrion lo utiliza para repeler el ataque de Stannis en el Aguasnegras y, durante toda la temporada, hemos tenido las visiones de Bran y los recuerdos de Jaime (¿os acordáis de aquel baño con Brienne en la tercera temporada?) para contarnos que el propósito de Aerys era quemar toda la ciudad antes de que el ejército de Robert Baratheon pudiera entrar en la Fortaleza Roja. Esas reservas de fuego valyrio han estado ahí, al fondo, como la proverbial pistola de Chéjov, y cuando vemos a Cersei, Tommen, Margaery y el Gorrión Supremo prepararse para los juicios de Loras y la propia Cersei, "Juego de tronos" comienza a darnos las primeras pistas de va a pasar algo terrible.
Desde el momento "El padrino" de Qyburn utilizando a sus "pajaritos" para asesinar al maestro Pycelle y Lancel Lannister adentrándose en las catacumbas bajo la ciudad, y descubriendo esos barriles de explosivo verde, se intercalan esas escenas con el juicio de Loras y un Gorrión Supremo cada vez más seguro de que tiene todo el poder. Pero, como es de rigor, los espectadores sabemos más que él. Sabemos que Cersei no ha ido al Septo, incluso aunque es a ella a la que se juzgará, que ha encerrado a Tommen en sus habitaciones, y que los Irregulares de Baker Street del maestre Qyburn están dejando velas encendidas en esas catacumbas. Ni el Gorrión ni Margaery son conscientes de todo eso, pero el público sí, y ahí se genera el suspense. ¿Logrará Margaery avisar al Gorrión? ¿Podrá Lancel apagar las velas? ¿Realmente Cersei se atreverá a quemarlo todo?
Ésa es la gracia de esa escena, no que sea más o menos predecible. La nueva reina se ha atrevido a ir donde el Rey Loco no pudo, y ver paso a paso cómo lo consigue es lo que de verdad impacta. Es la sensación de que está a punto de ocurrir una atrocidad y de que nada puede impedirlo. Ahí está su éxito.
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