Sobre "Broadchurch", el nuevo fenómeno en audiencia en el Reino Unido, ya se ha escrito bastante en los últimos días. Con el final de su primera temporada, en el que se resuelve el asesinato del pequeño Danny Lattimer, han ido apareciendo comentarios y análisis diversos sobre el desarrollo del misterio, la relación entre los policías Alec Hardy y Ellie Miller o el efecto que todo esto tiene en el pueblo, pero lo que nos interesa aquí no es tanto decidir si la trama estaba bien llevada, o sobre si los personajes eran interesantes (en ¡Vaya Tele! ya he hecho algo de ese estilo). Al final, una de las cosas que podría haber resultado más curiosa y diferente en la serie era su tratamiento del papel que juegan los periodistas en estos casos tan llamativos para el gran público, un tratamiento que no ha terminado de quedarles tan bien como pretendían.
En cualquier serie inglesa con un toque criminal, es inevitable que la prensa y, en concreto, los tabloides tipo "The Sun" adquieran cierta presencia. Muchas veces están ahí, al fondo, como una entidad nebulosa y maligna que se dedica a obstaculizar el trabajo de los policías al airear las vidas de las víctimas y de los sospechosos, cuando no se dedica activamente a publicar aspectos confidenciales o a "juzgar" en sus páginas a supuestos culpables mucho antes de que hayan sido detenidos. El gran escándalo de las escuchas del "News of the World" destapó algunas de las peores prácticas puestas en marcha cuando saltaban noticias de este tipo, y si recordais la desaparición de Maddie McCain, os haréis una idea del material de partida con el que contaba Chris Chibnall para desarrollar su trama periodística en "Broadchurch". Y es un material de partida que puede degenerar con mucha rapidez al tratamiento maniqueo de que la prensa es venenosa (algo que es cierto en bastantes ocasiones).
En la serie tenemos tres periodistas; dos de ellos trabajan en el Echo, el periódico local, y la tercera lo hace en un periódico de tirada nacional (el ficticio The Daily Herald). En los dos primeros nos encontramos a Maggie, la directora del Echo, que representa el periodismo de la vieja escuela, y a Olly, el joven reportero con ganas de probarse y dar el salto a un escaparate mayor. En cuanto a la tercera, Karen, era una cronista de sucesos que alcanzó cierta repercusión cubriendo los asesinatos de Sandbrook cuyo recuerdo atormenta al detective Alec Hardy, pero la situación económica la ha llevado a quedarse encadenada en su mesa regurgitando notas de prensa. Para ella, el caso de Danny Lattimer es su oportunidad de recuperar el periodismo de calle, y ella y Olly son justo los dos personajes en los que se intenta retratar la fina línea moral en la que se mueven, una línea que alterna el derecho a la información, la necesidad de no inmiscuirse en la investigación de la policía y la precaución de no acusar a nadie de nada sin pruebas.
Es un malabarismo muy interesante que, por ejemplo, en la trama del quiosquero se desmorona, y con la familia Lattimer siempre está a punto de caer en el cliché, como Olly. Al final, sin embargo, Karen resulta ser bastante curiosa porque está llena de contradicciones. El marcaje que le hace a Hardy está motivado realmente por su preocupación por que los Lattimer no tengan que pasar por lo mismo que pasaron las familias de las víctimas de Sandbrook, e incluso cuando persigue a la madre para que dé la exclusiva sobre cómo era su hijo, lo hace advirtiéndole primero de que no debería hablar con nadie y que tiene que pensarse mucho si quiere dar ese paso o no. Nunca estás muy seguro de si las intenciones de la periodista son sinceras o no, pero al final se echa de menos un poco más de profundidad en ella, porque apuntaba a salirse del maniqueísmo inicial. El retrato de sus tres periodistas ejemplifica un poco cómo ha sido esta primera temporada de "Broadchurch"; un poco más convencional de lo que parecía, pero entretenida de seguir y con algún detalle interesante.
2 comentarios:
La voy a empezar pronto ;)
saludos
A ver qué te parece.
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