El pasado fin de semana, se produjo una curiosa conjunción que nos retrotraía a diez años atrás en el tiempo, a una época en la que términos como "segunda pantalla", "hate-watching" o "televisión social" no se habían convertido aún en asuntos discutidos hasta la saciedad en Internet, una época en la que faltaba un año para el nacimiento de YouTube, dos para que se fundara Twitter y hacía sólo unos meses que Facebook había entrado en funcionamiento. Aquel otoño de 2004 volvía de repente a primera línea de actualidad gracias a la celebración en el Paley Fest del décimo aniversario del estreno de "Perdidos" y al estreno de la película de "Veronica Mars", dos de los títulos que aterrizaron en las networks entre los meses de septiembre y octubre de aquel año. Cuando la segunda fue cancelada, en 2007, una crítica estadounidense recordaba lo diferentes entre sí que habían sido los pilotos de aquella temporada, cómo una buena parte de aquellas series desplegaba desde el principio una personalidad definida y se atrevía a probar algo distinto.
El programa número 100 de Yo disparé a JR ha sido otra excusa para recordar aquella añada, una en la que la distancia, especialmente de los finales de bastantes de esas series, puede ayudarnos mejor a apreciar sus aportes al panorama televisivo de los últimos 25 años. Por ejemplo, los cinco primeros minutos del piloto de "Mujeres desesperadas" dan un golpe en la mesa inesperado en aquel momento, y que no es tan fácil de igualar como parece. Y por mucho que se ha intentado copiar (y hasta superar), el piloto doble de "Perdidos" continúa funcionando mucho mejor de lo que, probablemente, se merecía, abriendo un mundo entero de posibilidades al mismo tiempo que presentaba a un puñado de personajes que constituían el verdadero misterio, porque terminábamos el capítulo sin saber en realidad quiénes eran (algo que no suele ser lo habitual de estos primeros episodios). Esa sensación de que estábamos viendo algo fresco y distinto se tenía tanto cuando Verónica Mars fotografiaba la ventana de un motel desde su coche, como cuando el doctor House entraba a la consulta haciendo toda una declaración de intenciones ante los pacientes, y es lo que más distingue a esa cosecha de 2004 de las que llegaron después.
La onda expansiva se notó también en la midseason, con la evolución natural del melodrama médico y depuración de todos sus arquetipos de "Anatomía de Grey", o con el retrato familiar disfrazado de serie realmente inquietante que era "Medium", e incluso en el cable, donde la "revolución" había empezado años antes con "Los Soprano", aparecieron títulos que también gritaban desde el primer capítulo que eran diferentes, tipo el mundo brutal y de inmersión total de "Deadwood" o la alegoría post 11-S de "Battlestar Galactica". La mezcla de géneros sin ningún tipo de complejo es una de las características comunes de casi todas aquellas series, y hasta podían esconder una gran ambición narrativa en un envoltorio de entretenimiento para todos los públicos (un caso muy curioso es "Jack & Bobby" y su historia sobre el futuro presidente de Estados Unidos contada desde que es niño). Aunque HBO hubiera iniciado la carrera por aplicar esa expresión, ya prácticamente un cliché, de "series cinematográficas", y empezara a difuminar las fronteras en la pequeña pantalla y la grande, fue la explosión de creatividad que se vivió en las networks lo que contribuyó a cambiarlo todo.
Y eso que, como hemos dicho, había vida antes de "Perdidos" (y de "Los Soprano"), y muchos de estos títulos no habrían sido posibles sin la experiencia de grandes series de los 80 y los 90 que subvirtieron las reglas imperantes entonces, pero también es cierto que lo que hizo destacar esa temporada fue, precisamente, que tantos proyectos distintos vieran la luz casi al mismo tiempo (en esa midseason debutó igualmente la versión estadounidense de "The Office", con ese aspecto de falso documental entonces muy novedoso en televisión). La expansión del universo seriéfilo que se originó a partir de 2004 se dejó sentir hasta en Europa, donde la televisión británica vería cómo, un par de años más tarde, el éxito de "Life on Mars" animaría a probar más suerte con títulos que también picoteaban de varios géneros y que no tenían miedo de zambullirse en un misterio muy serializado que la audiencia podría diseccionar en Internet semana a semana. Más que en 1999 y en HBO, la culpa de esta afición por las series ahora tan extendida habría que situarla más en 2004 y en la ABC.
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