Cada vez que estamos en el día que se entregan los Oscars, se repiten las mismas tertulias sobre las posibilidades de tal o cual película, y en ellas siempre se cae en el mismo error, que es suponer que es la calidad de esas películas lo que va a decidir si son merecedoras del premio. Esto lo hemos comentado en bastantes ocasiones anteriores, tanto referido a los Oscar como los Emmy, y es que no se puede ignorar la campaña de promoción hecha para posicionar mejor la película de cara a los galardones, para otorgarle mayor visibilidad que sus rivales o, simplemente, para situarla en el radar de los académicos, y que les suene cuando reciban los DVD.
Resulta un poco aburrido escuchar siempre las mismas quejas cuando la cinta que nosotros queremos que gane es derrotada por otra que nos parfece inferior; que si a los académicos no les gusta porque son unos conservadores, que si Los Ángeles estaba empapelada de carteles, que si sus responsables se han paseado por todos los eventos y programas durante los dos meses previos a la gala... Se esgrimen razones extracinematográficas como si fueran defectos, cuando en realidad son las que hacen que esas películas terminen alzándose con la estatuilla. Da lo mismo que tengas una obra maestra indiscutible si a nadie le suena, si su DVD se va al final de la pila de todos los que se envían a los académicos entre noviembre y diciembre, si no son capaces de poner cara a ninguno de los involucrados en ella. Podemos quejarnos de que este sistema de campañas de relaciones públicas no es justo y favorece a quienes tienen más dinero y una maquinaria mejor engrasada detrás (y es cierto), pero es así como funcionan los premios, y no puede ignorarse cuando se habla de ellos.
No se puede omitir que si "Crash" ganó a "Brokeback Mountain" fue, en parte, porque los votantes se vieron más representados en una historia coral de diferentes personas en Los Ángeles que, además, les podía hacer sentir mejor al tener personajes multirraciales. O que Harvey Weinstein y sus largas y acaparadoras campañas de promoción le dieron el premio a "Shakespeare in love", o que el secundario roba-escenas es más fácil que sea premiado porque es con el que la gente se queda enseguida al salir de ver la cinta, como pasaba con Penélope Cruz en "Vicky Cristina Barcelona" u Octavia Spencer en "Criadas y señoras". Y también nos empeñamos en descartar algunas ganadoras diciendo que "claro, es que son más del gusto americano", como si los Oscar se entregaran en Berlín. Precisamente, el gusto de los académicos, que en su gran mayoría son estadounidenses, determina quiénes se llevan los Oscars.
Podemos criticar todo lo que queramos el método actual de decisión de los nominados y de los ganadores, pero no se puede ignorar cuando se habla de las posibilidades de determinadas películas de ganar, o se intenta explicar por qué unas se quedaron fuera y otras acapararon nominaciones en casi todas las candidaturas. Tal vez la campaña de unas fue poco acertada y no llamó la atención de los votantes, u otras tocaban un tema que les interesaba inherentemente más. Pero sólo con su calidad no pueden aspirar a ganar nada, excepto nuestra admiración.
Música de la semana: Ya que estamos hablando de los Oscars, esta semana nos quedaremos con una de las canciones nominadas, "Happy", que Pharrel Williams interpretó para la banda sonora de "Gru 2".
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