En Estados Unidos, "The normal heart" está considerada una cumbre del teatro de agitprop nacional, o lo que es lo mismo, agitación y propaganda, un tipo de teatro muy político que lo que busca es indignar al espectador y llevarlo a que tome parte activa en cambiar lo que la obra quiere denunciar. En 1985, cuando la obra de Larry Kramer se estrenó en Nueva York, lo que él quería era concienciar al público de que el sida era algo que había que tomarse en serio, que había que hacer algo para intentar evitar que más hombres jóvenes murieran por su culpa, que había que tratarlo como una plaga contagiosa y peligrosa en lugar de arrinconarlo en un gueto y pensar que, como tú no estabas en el colectivo de hombres homosexuales que lo sufrieron inicialmente, podías ignorarlo y evitarlo, no sea que fueran a etiquetarte como un indeseable. Kramer estaba realmente enfadado cuando escribió la obra y buscaba exactamente lo mismo que su protagonista y alter ego, Ned Weeks; sacudir conciencias, despertar no sólo a sus compañeros en el movimiento pro-derechos de los homosexuales, sino a la población en general. Para él, era un tema de derechos civiles y de crisis sanitaria, y la vehemencia y la pasión con la que defiende esos puntos de vista en la obra llevaron a que gente como Barbra Streisand quisieran llevarla al cine.
Pero han tenido que pasar casi treinta años, y un revival en Broadway hace dos o tres, para que finalmente fueran Ryan Murphy, Brad Pitt como productor y HBO los encargados de hacerlo. Murphy, además, ha aprovechado el estatus que ha alcanzado en Hollywood para reunir a un reparto muy conjuntado, liderado por un Mark Ruffalo que transmite perfectamente la rabia y la indignación de Ned, y como éstas nacen de la tremenda tristeza e impotencia de ver cómo el amor de su vida se muere ante sus ojos sin que pueda hacer nada para evitarlo. Ned, además, puede ser el protagonista, pero su entrega total al movimiento, y su voluntad por intentarlo todo para lograr que alguien les escuche, lo alienan de sus amigos, que consideran que los humilla, que les destroza la vida (una vida en la que, públicamente, no dicen que son gays para no perder la posición que tienen) y que no hace más que dejarlos en mal lugar y avergonzarlos. Pero esa indignación de Ned es la que impulsa toda la película.
De hecho, aunque gran parte de la historia se centre en la relación entre Ned y Felix (la "The normal heart" televisiva está construida dando mucha importancia a su historia de amor), es la ira del primero lo que la mantiene en movimiento. Todos los personajes están asustados, enfadados, frustrados o simplemente resignados a intentar dar a los moribundos el trato más humano posible en esos últimos momentos y, en ese aspecto, dar un centro emocional con la relación de Ned y Felix ayuda a encontrar algo personal a lo que agarrarse. Pero, al final, "The normal heart" está más cerca de algo como, por ejemplo, "Erin Brockovich" (no por nada está Julia Roberts como una médico desesperada por lograr financiación para estudiar la enfernedad), aunque Murphy, como director, nunca será Steven Soderbergh. A pesar de algunos excesos iniciales, está bastante contenido y, en su mayor parte, deja que los actores transmitan las emociones de la historia, pero esto no es una historia de añor, o una bonita historia de redención personal. "The normal heart" está llena de rabia, treinta años más tarde busca que no vuelva a repetirse una situación similar.
Música de la semana: "Mad Men" cerró la primera mitad de su séptima y última temporada con un episodio en el que se marcó uno de sus escasos, pero muy eficaces, momentos musicales. En este caso, fue Bert Cooper quien cantó y bailó "The best things in life are free", una vieja canción de un musical de los años 20 que permitió a Robert Morse desempolvar las capacidades que le dieron un Tony en 1962 por "How to succeed in business without really trying", o "Cómo triunfar sin dar golpe", que es como se llamó en España la adaptación al cine de 1967. La versión que vamos a elegir de "The best things in life are free", sin embargo, es un poco diferente, porque la interpreta la Melbourne Ska Orchestra.
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