El buzz, que dicen los gringos, la expectación ante algo transmitida de boca en boca, es algo muy fácil de crear, pero difícil de mantener. Las majors de Hollywood saben hacerlo muy bien, anunciando los grandes proyectos a bombo y platillo años antes de que empiecen a rodarse, ofreciendo información con cuentas gotas, pero constantemente, a lo largo de todo ese tiempo hasta el momento del estreno final. Luego, si la película tiene los ingredientes suficientes para enganchar al público, ese buzz lleva a mucha gente a las salas el primer fin de semana y, con suerte, aguantas el tirón y ya tienes un taquillazo.
Esto suele crearse a través de las televisiones, las revistas especializadas, las convenciones de cómics... Hasta que "El proyecto de la bruja de Blair" introdujo el poder de Internet.
Así que llegamos al verano de 2006, y nos encontramos con "Serpientes en el avión", una película de serie B protagonizada por Samuel L. Jackson que desde el verano de 2005 era un verdadero fenómeno entre los bloggers americanos. En un país en el que las bitácoras cada vez adquieren más visibilidad (están empezando a jugar un papel importante en las elecciones), en el que quien no tenga un perfil en MySpace casi no existe, que los internautas se interesaran por una película en la que unos mafiosos soltaban serpientes en un avión para matar a un testigo protegido del FBI significaba que ahí había una oportunidad potencial de negocio.
La película iba a llamarse en un principio "Venom" (veneno de origen animal), pero el estudio, New Line, y el director pensaron que, ya que era un verdadero fenómeno en Internet, los internautas podían opinar sobre el título y sobre el guión. Así que el film terminó llamándose "Serpientes en el avión" (lo que ya avisa, desde un principio, de su falta de pretensiones más allá del entretenimiento), y algunas escenas volvieron a rodarse añadiendo más sexo, más sustos y más acción, cambiando la calificación de PG-13 a R. Incluso llegó a añadirse una nueva frase al diálogo de Samuel L. Jackson, acuñada por uno de esos fans ciberespaciales, y que se convirtió en toda una imagen de marca para una película sin estrenar que nadie había visto aún: "¡Quiero esas putas serpientes fuera de este puto avión!".
La bola de nieve cada vez era mayor según se acercaba la fecha de estreno y, de hecho, en su primer fin de semana recaudó unos estimables 15,3 millones de dólares. Estimables, pero bastante lejos de lo que todo ese buzz interneteril hacía suponer a los jefazos de New Line. Al siguiente fin de semana, la recaudación cayó en más de la mitad, y empezaron las críticas. No hacia la película, sino hacia el estudio por haberse tomado tan en serio las bromas, parodias y la charla incesante de los fans y haberse negado a pasar el film a los críticos, lo que, no nos engañemos, emite muy malas señales al espectador, que con semejante título ya piensa de antemano que va a ser una castaña.
El caso es que, probablemente, "Serpientes en el avión" no funcione mal, teniendo en cuenta lo que es, serie B sin demasiadas expectativas, y algunos críticos han sabido valorarla en su justa medida. Quienes al final saldrán escaldados serán los de New Line, por haber creído que podían repetir la jugada de la bruja de Blair cuando aquel caso era algo diferente (para empezar, Sundance fue el verdadero trampolín de todo) y, como bien dicen en este artículo de The Washington Post, aquello fue en 1999. Por cierto, la película se verá por aquí el 29 de septiembre.
P.D.: Sí, señores, Nathan Fillion ("Firefly") y Katee Sackhoff ("Galáctica") son los protagonistas de la secuela de "White Noise", que se estrenará en EE.UU. a principios del año que viene. ¿A quién se le ocurriría semejante idea?
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