Jerry Bruckheimer le ha cogido el gusto a la tele, y tampoco es de extrañar, porque sus series policíacas temáticas le van muy bien. Más o menos, todas tienen una mecánica similar; los protagonistas son un grupo de investigadores que trabajan en un área específica de la labor policial, de los que apenas conocemos nada fuera del trabajo (al menos, al principio), y los casos se muestran con profusión de técnicas inusuales para los dramas policiales al uso, tipo "Policías de Nueva York": hay cuidadas secuencias CGI, flashbacks y el ritmo de la trama es realmente rápido. La franquicia de "CSI", "Caso abierto" y "Sin rastro" se inscriben dentro de ese grupo, cada una centrada en lo suyo, ya sean el análisis de las pruebas de un crimen, la resolución de casos antiguos o la búsqueda de personas desaparecidas.
Ésta última ha conseguido hacerse con un estilo y una personalidad definida que la distinguen del resto, siguiendo en ese aspecto la senda de "CSI", y se permite capítulos un poco más experimentales, en el sentido de que vemos la historia desde un punto de vista diferente. Si llevamos ya cuatro temporadas viviendo los casos con el equipo de Jack Malone, viendo como trabajan en ellos y cómo algunos terminan afectándoles, en el segundo episodio que emitió Antena 3 el jueves nos dan la vuelta a la tortilla y pasamos a verlo todo desde el punto de vista de unos padres cuyo hijo ha desaparecido.
De esta forma, podemos apreciar cómo se ve a estos agentes del FBI desde la barrera (muy profesionales, algo distantes, hasta el punto de que su actitud resulta frustrante), y se centra todo en la angustia de los padres, en su lento proceso de desmoronamiento hasta la resolución final. En Todo sobre la tele se desarrolla todo esto algo más, pero no es la primera vez que la serie se permite algunas licencias. Al final de la tercera temporada, por ejemplo, se nos mostró todo un episodio dentro de la cabeza de un Jack Malone en pleno, y difícil, proceso de divorcio y sumido de lleno en una crisis personal. Lo curioso de "Sin rastro" es que termina haciendo algo parecido a "CSI", una radiografía de ciertas partes podridas de nuestra sociedad, en la que no se puede estar seguro nunca de si alguien es como parece ser, además de mostrar cómo los agentes invaden la intimidad de los sospechosos como elefantes en una cacharrería.
A todo esto, sus responsables han conseguido que un reparto de lo más variopinto dé realmente sensación de equipo y resulte perfectamente creíble, hasta el punto de que la incorporación de la agente Delgado hace chirríar un conjunto que funcionaba muy bien. Yo me atrevería a apuntar, como nota a mejorar, que el potencial del reparto no se ha exprimido todo lo que podría, ha habido algunos retazos, sobre todo entre Malone, Vivian Johnson y Samantha Spade (gran nombre, ¿eh?), pero no han terminado nunca de cuajar. De todos modos, resulta de lo más entretenida (a mí me bastó con eso para engancharme), y lo peor es que tengamos que sufrir los desvaríos de Antena 3 en su programación. Han empezado a emitir la cuarta temporada en el capítulo 8, creo, y a dos episodios por semana, ¿qué va a pasar cuándo se acabe, en un par de meses?
P.D.: Por cierto, merece la pena echar un vistazo a un par de trabajos en cine de algunos actores de "Sin rastro", como "Lantana", una peculiar película australiana protagonizada por Anthony LaPaglia y Barbara Hershey, y, por supuesto, "Secretos y mentiras", ese inclasificable y estupendo drama cómico de Mike Leigh en el que Marianne-Jean Baptiste daba todo un recital, sobre todo ante el torbellino de Brenda Blethyn. De hecho, Baptiste llegó a estar nominada al Oscar a la mejor secundaria. Y hasta compuso parte de la banda sonora de la siguiente película de Leigh, "Dos chicas de hoy".
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