Es curioso que el año pasado, en lo que se denomina la carrera de los Oscar, coincidieran dos películas de época, que adaptaban sendos libros muy famosos de finales del siglo XIX, y que incluían un importante componente teatral. Una era "Los miserables", que trasladaba a la pantalla el musical basado en la novela de Víctor Hugo, con unos decorados y una puesta en escena que a veces parecían más apropiados para Broadway que para una película, y otra era "Anna Karenina", una nueva adaptación del libro de Leon Tolstoy, esta vez a cargo del dúo formado por Joe Wright y Keira Knightley, que habían trabajado juntos previamente en otras piezas de época (y adaptaciones de libros muy estimados en Inglaterra) como "Orgullo y prejuicio" y "Expiación". El componente teatral de esta última es mucho más acusado porque toda la acción ocurre dentro de un viejo teatro por el que se mueven sus personajes, utilizando hasta las bambalinas y la parte superior del escenario, donde se mueven los tramoyistas habitualmente, y todos parecen estar representando un papel en una elaborada obra llena de complicadas coreografías y juegos de espejos. Wright ha explicado en varias entrevistas que los aristócratas rusos de finales del XIX vivían como si estuvieran en el teatro, siempre de cara a la galería y mirándose en el espejo de los nobles franceses, y que esa idea le llevó a probar este experimento con "Anna Karenina".
Porque aunque la cinta no termine de cuajar del todo, ese experimento formal resulta realmente interesante, y el arranque a ritmo de vals (muestra de las grandes piezas románticas que compone Dario Marianelli) tiene un gran sentido del ritmo que se mantiene durante buena parte de la primera mitad y que te transporta a ese mundo irreal en el que nadie actúa siguiendo sus verdaderos sentimientos. Los únicos momentos en los que la película sale de ese escenario, y se va a localizaciones reales en el campo, son aquellos en los que sus personajes experimentan emociones auténticas, en los que no fingen ni representan un papel de cara a la sociedad moscovita o de San Petersburgo (que era la verdadera ciudad imperial de Rusia en aquella época) y en los que sus movimientos ni están coreografiados al milímetro. En cuanto Anna regresa con su marido, por ejemplo, vuelven los decorados y las bambalinas, y los movimientos como de ballet por entre el resto de las mujeres aristócratas que iban a la ópera, o a los bailes, o incluso a las carreras de caballos. Es una decisión por parte de Wright que termina comiéndose un poco parte del "fondo" de la película, como si dijéramos, pero que es cierto que la diferencia de las múltiples adaptaciones que ha conocido hasta ahora el libro de Tolstoy, incluyendo una realmente célebre con Greta Garbo.
Keira Knightley está sorprendentemente muy en su papel con esta adúltera compleja y tan llena de buenas cualidades como de conductas reprochables, y aunque el conjunto del reparto es bastante sólido (destacando un contenido Jude Law y un Matthew Macfadyen muy divertido y lleno de energía), por desgracia tiene su mayor punto débil en Aaron Taylor-Johnson, que interpreta a Vronsky, el oficial de caballería que trastoca por completo el mundo de Anna. Vronsky es, en parte, otro personaje trágico, atrapado por ese amor ilícito y obsesivo, y a Taylor-Johnson le falta presencia para poder transmitirlo y para estar a la altura de los sentimientos de la protagonista. Especialmente, a veces cuesta que entendamos porqué ella lo deja todo por perseguir la pasión de ese hombre, lo que es uno de los principales lastres de una película que, aunque no sea perfecta, sí es interesante. Wright no se lanza por el camino de Baz Luhrmann y sus extravagancias pop, pero es justo el aspecto formal lo más notable de "Anna Karenina", eso y la cantidad de actores ingleses más o menos conocidos que pululan por ahí.
Música de la semana: Los trailers de la tercera temporada de "Juego de tronos" han elevado el nivel de expectación de sus fans hasta lo indecible (éste es el último), y también han empezado a hacer conocidos a Ms Mr, un dúo indie de Nueva York del que se escucha en el avance la canción "Bones".
1 comentario:
Hay que tener mucho cuidado con los sentimientos, saber interpretarlos, como si de música se trataran. La de la reciente adaptación de Anna Karenina, sobre el clásico de Tolstoi, a menudo suena demasiado exagerada y vacía. Me quieres, no me quieres. Eso sí, la puesta en escena es grandiosa y original, en particular las escenas de baile, te dejas llevar imaginándote que si uno fuera tan gracilmente liviano... Un saludo!!!
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