El último día de la X Muestra Syfy estuvo marcado por la recuperación de viejos clásicos de la ciencia ficción y la fantasía, de esos de los que no dejas de oír hablar o de leer bastante antes de que tengas un día la oportunidad de verlos, de los que en su momento supusieron toda una revolución o un gran éxito y que, muchos años después, han sido tan imitados, homenajeados y referenciados que puede haber espectadores a los que les parezca que "no son para tanto". En esa jornada final de la Muestra se vio, por ejemplo, "El mago de Oz" (que es de 1939), en una sesión matinal en la que sólo había fans de la película y niños que no la habían visto nunca, y por la tarde llegó el turno de la sesión doble Phenomena de "Alien, el octavo pasajero" y "Desafío total". La cinta de Ridley Scott es, probablemente, una de las que más influencia ha ejercido en el género de terror posterior, y no sólo porque Alien ha acabado adquiriendo vida propia más allá de las secuelas dirigidas por James Cameron, David Fincher y Jean-Pierre Jeunet, sino por todas las películas que vinieron después con un grupo de personajes atrapados en un entorno cerrado, y cazados uno a uno por la entidad malvada que esté de moda en ese momento.
Scott dirigió la película en 1979, y aunque aguanta perfectamente el paso del tiempo, es inevitable que ese esquema a lo "Diez negritos" no tenga el mismo impacto que tuvo entonces. Lo hemos visto repetido hasta la saciedad (aunque muy pocas veces al mismo nivel), y podemos estar tentados de perder de vista que "Alien" es el referente. Es, probablemente, una de las razones por la que "John Carter" fracasó el año pasado; las historias de Edgar Rice Burroughs en las que se basa han servido de punto de partida para multitud de obras posteriores, desde la saga de "La guerra de las galaxias" a "Babylon 5", "Avatar", "Star Trek" y un buen número de libros de ciencia ficción, por lo que todo lo que veíamos en la pantalla ya nos lo habían contado antes en un montón de sitios. Esa excesiva familiaridad con el material era un obstáculo que la película de Andrew Stanton no lograba superar.
En la percepción que parte del público tiene de muchos clásicos que siempre encabezan las listas de las mejores películas de la historia tiene mucha importancia ese hecho de presentar en su momento algo novedoso que, después, se convirtió en referente e influenció a muchas obras posteriores. No es nada extraño que quienes tarden mucho en ver "Casablanca" se descuelguen con un "no me parece para tanto" que está muy marcado por esa cualidad de referente que tiene la película. Algo similar puede ocurrir con "Sucedió un noche", molde de todas las comedias románticas que han venido después (se estrenó en 1934), y le puede pasar a "El silencio de los corderos", que trastocó el modo en el que se hacían thrillers y se presentaba a sus malos. El hecho de que sean referentes (y de que ocupen por ello un pedestal entre la crítica) puede poner grandes expectativas sobre ellas que, después, pueden no verse recompensadas. Es algo que también le ocurre a quien nunca ha visto "El sueño eterno" y le molesta que haya un cadáver sin asesino. Pero ése es parte de su encanto.
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