Una consecuencia del final de "Smash" y de las entrevistas que Josh Safran ha estado dando estos últimos días a propósito de él (y perdonad el monotema), es la conversación sobre si el género musical en televisión sólo puede triunfar en formato reality o, si es ficción, si va dirigida a un público muy joven, mayoritariamente adolescente. Safran es muy categórico al respecto, y cree que lograr la atención de los jóvenes acostumbrados a bajarse canciones y buscarlas en iTunes es fundamental para que una serie de esas características pueda sobrevivir más allá de los primeros trece episodios. "Creo que el problema es que la música es inherentemente joven en el aspecto de que las descargas, actualmente, son cosa de los jóvenes", son sus palabras, y encuentran algo de razón en el fenómeno en el que se convirtió la primera temporada de "Glee"; además de tener buenos índices de audiencia, donde fue todo un bombazo fue en la compra de sus versiones en iTunes, hasta el punto de que puede haber gente a la que le resulte extraño saber que, antes que en el piloto de "Glee", "Don't stop believing" se encargó de cerrar una serie tan venerada, y tan exitosa, como "Los Soprano".
Quizás sea esa la razón por la que las series musicales no acaban de cuajar en televisión, o quizás haya otras, pero lo cierto es que no es un género que tenga demasiada suerte en los últimos tiempos. En el cine, donde fue uno de los principales baluartes de los estudios hasta los años 70, más o menos, se producen muy pocos porque son caros, complicados de rodar y no está garantizado que vayan a atraer al público (el próximo será "Into the woods", dirigido por Rob Marshall), por mucho que "Chicago" ganara un Oscar y que "Los miserables" tuviera una buena taquilla el año pasado. Y en cuanto a televisión, si descontamos "Glee" y las series adolescentes de Disney Channel, de "Hannah Montana" a la serie de películas de "High School Musical", es cierto que no han tenido demasiado éxito. Cuando se anuncia la llegada de un musical a televisión (o se anunciaba, más bien), los periodistas estadounidenses siempre sacan a colación "Cop Rock", uno de los mayores fracasos de la historia de la ficción televisiva o, si no quieren remontarse hasta los 90, "Viva Laughlin", aquel intento de remake de una serie inglesa a cargo de la productora de Hugh Jackman, y que CBS canceló al tercer capítulo, si no recuerdo mal. Pero es que el original, "Blackpool", ya era algo bastante particular, porque sus actores ni hacían versiones ellos mismos, ni hacían playback, sino que cantaban por encima de la canción.
Curiosamente, esta temporada han coincidido varias series musicales, o con toques musicales, en las parrillas estadounidenses, y ninguna de ellas ha resultado ser un éxito masivo. Tienen su público, que a veces es suficiente para que sean renovadas, y a veces no, pero como destacan en este artículo de Gonzoo, no parece que el género haya echado raíces en televisión. Si descontamos "Glee", renovada por sorpresa por dos temporadas más y que ya no es el fenómeno que fue en sus dos primeras temporadas, las demás sobreviven amarradas a su nicho de fans como clavo ardiendo, y otras ya han mordido el polvo, como "Smash". Ésta y la serie de Ryan Murphy son, quizás, las que entran más claramente en la definición de "musical", pues las canciones y sus interpretaciones son tan importantes como cualquier conversación importante entre dos personajes. Las otras tres integran la faceta musical de manera diferente, siendo más un drama con canciones que otra cosa.
"Nashville", por ejemplo, sigue esa línea, que es un poco la que marca también "Treme" (que es la mejor de todas, y la menos vista). Lo que vemos es la vida de los músicos de esa ciudad y, en teoría, la ciudad es tan protagonista como ellos. En "Nashville" no sé hasta qué punto eso será cierto, porque no he visto más que el piloto, pero en "Treme" es evidente que Nueva Orleans es un personaje más de la serie, probablemente el más importante. La música no es lo que define a los capítulos, pero los músicos son una parte integrante del show, como los policías, los cocineros o, simplemente, la gente de a pie que se vio afectada por el huracán Katrina, y en todos los episodios vemos a músicos tocando, ya sea en la calle o en algún local. Además, el espectro musical va bastante más allá del jazz, haciendo hueco al hip-hop, el funky y hasta el metal en la última temporada. Y lo que sí distingue a "Treme" es que sus actuaciones musicales están grabadas en vivo.
Y luego tenemos "Bunheads", en la que lo que prima es el baile. Eso le impide apoyarse en la estrategia iTunes para buscar el tirón entre el público joven, a pesar de que cuatro de sus actrices son todas adolescentes. Se permiten de vez en cuando alguna canción, que por algo tienen como principal protagonista a una veterana de Broadway como Sutton Foster, pero lo suyo también es más un drama con toques cómicos que, de vez en cuando, tiene secuencias de baile, y algunas de las más peculiares que se han visto este año en televisión. Al igual que el resto, tampoco ha sido un éxito (su futuro en ABC Family está en el limbo desde hace meses, pero parece claro que se la puede dar por cancelada), y las razones por las que no lo ha sido son igualmente variadas, y no sólo achacables a que la música era muy importante en ella. ¿Va a ser verdad que la única manera de ver series musicales es si tienes once años y eres fan de Disney Channel?
P.D.: Por cierto, para ver lo diferentes que son todas estas series entre sí, vamos a dejar algunos ejemplos: "Don't stop believing", de "Glee"; "Let's be bad", de "Smash"; "No one will ever love you", de "Nashville"; "Feel like funking it up", de "Treme", e "It's oh so quiet", de "Bunheads".
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