10 noviembre 2014

El pueblo del misterio y la diversión

En los últimos tiempos, las series que más fandom generan entre universitarios y espectadores que, a priori, son demasiado mayores para disfrutarlas son las de animación. A títulos como "Regular Show" u "Hora de aventuras", que por emitirse en Cartoon Network se permiten algunas excentricidades que les dan su personalidad, se unieron "Phineas y Ferb" y, sobre todo, "Gravity Falls" en Disney Channel como series cuyo sentido del humor o guiños a la cultura pop las han convertido en las favoritas no sólo de los niños de diez años, sino del público que era fan de "Bob Esponja" porque reconocía que aquello sólo podía escribirlo alguien demasiado aficionado a la marihuana.

En el caso de "Gravity Falls", fue uno de los estrenos más exitosos y rutilantes de Disney hace un par de años, y sus fans han estado esperando durante doce meses a que Mabel y Dipper Pines volvieran a sus pantallas para seguir descubriendo los misterios del pueblo boscoso de Oregón donde han ido a pasar el verano. Allí se quedan con su tío abuelo Stan, que tiene una tienda de souvenirs llamada Mystery Shack y en la que trabajan Wendy, la adolescente cool de la que Dipper se queda colgado, y Soos, un tipo no demasiado brillante pero siempre dispuesto a ayudar en lo que haga falta. Dipper descubre un día un extraño diario lleno de anotaciones de monstruos y eventos fantásticos que han ocurrido en el pueblo y, desde entonces, se obsesiona con averiguar quién fue su autor y por qué Gravity Falls es la versión animada, y para todos los públicos, de "Twin Peaks".

Su creador, Alex Hirsch, se basó en sus propios veranos con su hermana gemela en un aburrido pueblo de Oregón y en todas las aventuras que se imaginaba tener allí, y esa imaginación desbordante y el sentido de la aventura se notan en cada fotograma de la serie. Desde Mabel y sus descacharrantes jerseys a la autoconsciencia de Dipper de que muchas de las cosas que les pasan no son apropiadas para un niño o esa especie de Stargate que vemos en la segunda temporada, "Gravity Falls" busca ofrecer siempre al espectador la mayor diversión que pueda, llenando los capítulos no sólo de cierta serialización con el misterio de quién escribió el diario de Dipper, sino de chistes de todas clases y colores, las enseñanzas sobre la vida que toda buena serie infantil debe tener y referencias que van desde "Expediente X" a la ciencia ficción de los 50, los adolescentes cliché de las comedias de instituto o las películas de terror malas producidas específicamente para Halloween.

Los personajes (a los que prestan sus voces actores como Jason Ritter y Kristen Schaal, entre otros) resultan entrañables y están muy bien construidos. Dipper y Mabel no dejan de ser niños, y Stan no sólo es el tío gruñón, iguak que Wendy no sólo es esa chica un poco mayor de la que el protagonista siempre se enamora sin ser correspondido. Es cierto que, como comentaba Crítico en serie, los episodios y el arco de la temporada beben más de esas series post-cosecha de 2004 con las que se obsesiona Twitter, pero la búsqueda de la diversión, la imaginación y las aventuras de los gemelos Pines están imbuidas de ese entusiasmo infantil que a veces es bueno recordar, y experimentar. "Hora de aventuras" y "Regular Show" pueden ser más indies y heterodoxas, pero "Gravity Falls" tiene encanto de sobra para estar a su altura. Y para enganchar sin remedio.

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