Es curiosa esa tendencia a “engañar” al potencial espectador; con la obsesión por lograr un fin de semana de estreno que rompa récords, parece que los estudios prefieren esconder la verdadera naturaleza de la película para no espantar a esos chavales adolescentes que son la demográfica principal que quieren atraer. Pero si esos chavales acaban yendo el viernes a ver la película y descubren, para su horror, que es un musical, ¿no es eso contraproducente para la vida posterior en taquilla de la cinta? De nada vale un buen primer fin de semana si en tres semanas te caes de las carteleras. Todavía es más curiosa esta táctica del despiste cuando nos damos cuenta de que el género musical está viviendo una especie de renacimiento, aunque no para aquellas mastodónticas producciones con las más grandes estrellas, la música más de Broadway y los valores de producción más caros.
“Los miserables” y la próxima “Into the Woods” son un poco la excepción en un panorama en el que dominan los musicales más pequeños, casi indies. Son más comedias románticas con canciones, como “Begin again”, u optan por historias más íntimas, tipo la próxima “The last five years”. En vez de tener un estudio detrás que decide aprovechar un musical de éxito sobre las tablas, aparecen por el interés de un músico concreto que decide probar suerte en el cine, como ha pasado con el líder de Belle & Sebastian y “God help the girl”. Quizás los fracasos de cosas como “Rock of ages” o la reciente “Jersey boys” hicieron que las majors no publicitaran el lado musical de esas películas, pero es que, como decimos, siguen haciéndolas. No es que hayan querido apartarse por completo del género; es sólo que tienen miedo de que el público se dé cuenta de que están a punto de ver un musical.
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