ALERTA SPOILERS: Si visteis en su momento la primera temporada de "The Knick", o si habéis hecho un maratón tardío como yo, podéis seguir leyendo. Si no, id a verla. Y después, leed el intercambio de notas entre Steven Soderbergh y Cinemax porque no tiene precio.
Lo más interesante de "The Knick" es, claramente, la manera en la que está rodada. Esa cámara en mano, esa sensación de haber dado un salto en el tiempo a 1900 y estar viendo una obra contemporánea, y no una pieza de época, es lo que más destaca del principio de la serie, y sigue haciéndolo al final. Pero a lo largo de sus inaugurales diez episodios, y conforme nos acostumbramos a la música electrónica de Cliff Martínez, van surgiendo otras cosas igualmente interesantes. Thackeray es, básicamente, otra versión del doctor House, es muy cierto, con su misma exclusiva dedicación a la resolución de problemas médicos, pero son los secundarios los que se van ganando nuestro respeto y van adquiriendo tanta relevancia como el cirujano estrella del Hospital Knickerbocker.
Desde la amistad reticente entre Cleary y la hermana Harriet (y la subtrama abortista de ella), a la caída en el laberinto de la enfermera Elkins o los intentos de Bertie por ser independiente de lo que su padre quiera para él, todos los personajes han tenido sus momentos y su evolución a lo largo de la temporada, aunque bien pueden ser tres los que han mostrado lados más interesantes de la época. Barrow, por ejemplo, con su constante búsqueda de dinero tanto para el hospital como para pagar sus propias deudas, es alguien embarcado en una huida hacia adelante constante que le lleva a hacer muchas tonterías, y tonterías peligrosas, además. Cornelia y el doctor Edwards, por su parte, son los amantes trágicos de la temporada, la pareja que no puede estar junta porque un matrimonio interracial en la época era impensable, y un niño mulato en una familia de bien, todavía más.
Ambos, además, intentan pelear contra las discriminaciones de principios de siglo hacia las mujeres y hacia todo aquél que no fuera blanco (y protestante). Ellas podían trabajar y tener una bicicleta (que les daba más independencia de la que podríamos pensar) hasta que se casaban, y después, quedaban anuladas totalmente y a merced de los intereses sociales de su marido, y ya hemos visto para qué quería el mundo de 1900 a los negros. Que no se acercaran a profesiones con cierta consideración social como la medicina, porque no sólo no serían aceptados por los blancos; su propia gente los consideraría unos vendidos. Neely y Algie se mueven entre dos mundos y no encajan en ninguno, más que entre sí.
Es verdad que los temas que trata "The Knick" ya hemos podido verlos en otros sitios, pero es la manera en los que los presenta lo que resulta fascinante. La dirección de Soderbergh le saca todo el jugo a la revuelta racial del séptimo episodio, "Get the rope", y los guiones de Jack Amiel y Michael Begler exploran de un modo muy fácil de seguir el estado de invención continua que estaba viviendo la medicina en aquellos tiempos, y que convivía con tratamientos completamente bárbaros de, por ejemplo, las enfermedades mentales. Ahora nos puede hacer gracia ver que al heroína fue desarrollada por los laboratorios Bayer como un fármaco casi milagroso, pero entonces era todo un descubrimiento. Y ese énfasis en los avances científicos también hace destacar "The Knick", aunque el año pasado hubo más series que se encuadraron en esa tendencia. Una serie de época más preocupada por el desarrollo tecnológico y médico siempre se va a salir un poco del molde.
Música de la semana: "Mr. Robot" vuelve a aportar la canción para esta sección. En este caso, es el tema de Alabama Shakes que cierra su primera temporada, "Sound & color".
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