"Treme" nunca podía ser un éxito en HBO. Su única ambición era contar la vida de varios residentes de Nueva Orleans, primero intentado volver a ponerse en pie tras la devastación del huracán Katrina y, después, simplemente viviendo, lidiando con los problemas que iban encontrándose en su camino, y ese tono a veces impresionista y naturalista de sus historias no es el más sencillo para atraer ni a la mitad de la audiencia que ve "Juego de tronos" (ambas series compartieron día de emisión en 2012) ni, por supuesto, a los votantes de los Emmy, que la han ignorado del mismo modo que ignoraron "The Wire". En una entrevista en HitFix, David Simon reconocía que no sabía hacer el tipo de televisión que atrae más espectadores y más atención, y que aunque "Treme" nunca tuvo una ambición periodística de mostrar cómo son las comunidades culinaria o musical de la ciudad, sí que habían intentado servir a esos personajes de la mejor manera que sabían. Su cuarta y última temporada, de sólo cinco episodios, ha sido un epílogo regalado por HBO para que nos mostraran una última vez los desfiles del Martes de Carnaval, los platos de la chef Desautel y los colores de los Indios, aunque sí han aprovechado para cerrar, más o menos, algunas historias.
Sin embargo, esos "cierres" en realidad son los inicios de nuevas épocas para sus personajes. Janette, Terry y Annie, por ejemplo, terminan la serie en nuevas situaciones a las que llegan intentando mantenerse fieles a quienes son (algo que también ha hecho la serie), y a través del jefe Lambreaux y su hijo vemos lo que es honrar la tradición sin mantenerla inmutable. En esa circularidad que ofrece el último episodio con respecto al primero, presente ya desde su título ("Do you know what it means" y "...To miss New Orleans"), vemos cómo muchos de ellos han evolucionado mientras los seguimos en ese último Mardi Gras, empezando por unas Toni y Sofia que repiten el ritual que tenían con Creighton de bailar al ritmo de "Go to the Mardi Gras" antes de salir de casa esa mañana, o esa dedicatoria a Sonny de una Annie que ha crecido mucho desde que estaba con él. "Treme" ofrece pequeñas victorias a unos cuantos de sus protagonistas, y a los que no, nos muestra su capacidad de resistencia y de mejorar. "Play for the money, boys, play for that motherfuckin' money".
Llewyn Davis es un perdedor. Es el punto de partida de "A propósito de Llewyn Davis", la última película de los hermanos Coen, y se mantiene y se confirma a lo largo de todo su metraje. Tiene talento y cierto encanto que le permite dormir en los sofás de diferentes amigos que nunca terminan de echarlo de sus vidas, pero siempre que parece que se le abre una oportunidad para salir de esa mediocridad, él solito se encarga de autosabotearla. Tiene un carácter demasiado arrogante y difícil como para poder aspirar al éxito, aunque sea moderado, del que disfrutan colegas suyos como Jim y Jean, y no hay nada que pueda hacer para salir del círculo, ni siquiera está claro que quiera hacerlo. A través de una interpretación muy inspirada de Oscar Isaac, el retrato de Llewyn queda muy claro mediante sus interacciones con Jean, con su familia, durante sus actuaciones o incluso en ese viaje a Chicago que a veces parece más un sueño extraño que la realidad.
Y luego está el gato, claro, esa especie de metáfora de su vida solitaria y fracasada, y también protagonista de algunos de los pequeños gags que salpican la cinta aquí y allá. Aunque "A propósito de Llewyn Davis" sea un drama, los Coen no se resisten a colar toques de humor en sitios como la discográfica de Llewyn, o ese John Goodman haciendo de lo que John Goodman hace siempre con ellos. Pero no es nada casual que la trama está situada en un invierno lluvioso y nublado, y que tenga el look desvaído de los viejos discos de folk de los 60. Todo apunta a esa incapacidad de Llewyn de tener éxito en algo, a su tozudez en fracasar y en comportarse como un idiota. No es capaz de comprometerse con nada, y su mala suerte no es cuestión de que, un día, cambie un pequeño detalle y todo vaya a ir bien. Es algo estructural, innato a él, y la cinta lo explora en profundidad. Eso sí, pocos momentos veréis tan divertidos como la grabación de esa simpática "Please, Mr. Kennedy".
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