Las sesiones Phenomena han tenido en abril un programa triple muy curioso de thrillers de los 90, compuesto por "El silencio de los corderos", "Se7en" y "Sospechosos habituales". Son tres títulos que en su momento (entre 1991 y 1995) representaron notables cambios en el género, ya fueran por su capacidad para sorprendernos a última hora con un giro que no veíamos venir o para sentar las bases de todo un subgénero, el de los psicópatas imaginativos, originales y muy gore, que en esa década campó a sus anchas, y del que todavía vemos coletazos dos décadas después. Es curioso ver seguidas las dos primeras porque se aprecia la que dio el pistoletazo de salida y la que le dio una nueva vuelta de tuerca, representando al mismo tiempo la evolución del género desde que el doctor Lecter saluda a Clairce Starling por primera vez. Y aún resulta más curioso ver otra vez "El silencio de los corderos" sabiendo que es una de las pocas películas, junto con "Sucedió una noche" y "Alguien voló sobre el nido del cuco", en ganar los cinco Oscar principales (película, director, actort, actriz y guión).
Es curioso porque, si se echa un vistazo al tipo de cintas que suelen quedarse más cerca de lograr esa hazaña, ninguna es remotamente parecida a la historia de Lecter, Clarice y el asesino en serie Buffalo Bill (las dos ganadoras anteriores del Oscar a mejor película habían sido "Bailando con lobos" y "Paseando a Miss Daisy"); los títulos de género no terminan de cuajar entre la Academia, y menos si son de terror, con la excepción de "El exorcista". Además, la película se había estrenado el 14 de febrero de 1991, muy lejos de la época en la que suelen llegar a los cines los títulos con aspiraciones de premios; tan lejos, de hecho, que la ceremonia de entrega de la edición de 1991 iba a tener lugar un mes más tarde. Nadie pensaba en los Oscars con "El silencio de los corderos", incluso a pesar de que Demme había recibido el Oso de Plata al mejor director en el festival de Berlín (y la cinta, buenas críticas). En el especial que La sexta nominada dedicó a los Oscars de 1992, ya contaban que sus distribuidoras, la difunta Orión y MGM, ni siquiera hicieron demasiada campaña de cara a ellos, y hasta la sacaron en vídeo ese otoño, cuando lo normal entonces era que las cintas que iban a los Oscars no salieran hasta después de la gala.
"El silencio de los corderos" era lo que los anglos denominan un dark horse, la gran tapada de las candidatas. La publicación en VHS le benefició, porque permitió que muchos académicos la vieran en sus casas, y aunque era unas de las favoritas de los críticos, seguía sin parecer que fuera a ser rival para "JFK", "El príncipe de las mareas" o hasta "Bugsy". Que Jodie Foster se llevara el Globo de Oro a mejor actriz dramática no quería decir gran cosa, pero marcaba la inercia que la cinta había ido ganando desde su salida en vídeo. Probablemente, ésa fuera la clave, la posibilidad de que los votantes tuvieran un acceso más fácil a "El silencio de los corderos" en unos años en los que las campañas pre-Oscar estaban todavía en la infancia, y ni de lejos adquirían las dimensiones y el esfuerzo de las que deciden los ganadores en la actualidad. Incluso ahora, si vemos a las otras cuatro nominadas al premio gordo (las tres mencionadas antes y "La bella y la bestia"), sigue sorprendiendo que Demme y compañía arrasaran frente a las teorías conspiratorias de Oliver Stone o los dramas muy oscarizables de Barry Levinson y Barbra Streisand, aunque se ve que era la victoria más lógica.
Era la película más sólida de todas, la que causaba una mayor impresión en el espectador, mucho menos obvia que "JFK", apoyada en dos personajes memorables como Hannibal Lecter y Clarice Starling y en una dirección muy segura. Que fuera un taquillazo sorpresa seguramente tampoco hizo ningún mal (terminó superando los 130 millones de dólares en Estados Unidos, cuando había costado 19), y aunque no deje de ser una elección muy peculiar si tenemos en cuenta los gustos tradicionales de la academia, lo cierto es que es un Oscar al que casi no se le pueden poner pegas.
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