Entre marzo y junio, parece no existir otra serie en televisión que "Juego de tronos". No me malinterpretéis; "Mad Men" sigue generando gran expectación y muchos artículos cuando se aproxima su regreso, y más si tenemos en cuenta que esta próxima temporada es la última, y "The Good Wife" ha logrado, en su quinto año, convertirse en uno de los títulos más comentados y diseccionados, pero hasta un fenómeno de audiencia como "The Walking Dead" se ve empequeñecido ante la estatura que ha alcanzado el título de HBO. En sus tres primeras temporadas fue construyendo poco a poco no sólo una comunidad de fieles, sino que fue ganándose el aprecio de los críticos (algunos de los cuales fueron más bien tibios ante sus primeros episodios) y aprovechando sus largos hiatos entre temporadas para facilitar que nuevos espectadores se suban al carro de cara a la nueva entrega, con lo que siempre suele haber gente que ve con ojos nuevos y diferentes toda la promoción que la cadena lanza en cuanto llega diciembre.
Que Annie Leibovitz te fotografíe para la portada de Vanity Fair te sitúa en un podio difícil de alcanzar, y de mantener; el que une la cultura más mainstream y convencional, como si dijéramos, con la friki, la que le daría una oportunidad de todos modos a "Juego de tronos" aunque la emitiera Starz. David Benioff, D.B. Weiss y George R.R. Martin fueron muy listos al decidir que era una serie para HBO, y para nadie más, y no sólo porque es cierto que la temática la convierte en una unión perfecta para ellos, o porque la cadena les iba a dejar hacer lo que quisieran; que las siglas de Home Box Office precedan cada uno de sus episodios le da un marchamo de respetabilidad que le costaría mucho conseguir de otra manera, y permite que un tipo de público que jamás se habría acercado a una serie con no-muertos helados y dragones esté enganchado a cada uno de sus giros de guión.
La cuarta temporada presenta una interesante encrucijada para la serie. Empiezan a proliferar los artículos que se preguntan si Benioff y Weiss alcanzarán a Martin, que se toma su tiempo para escribir los siguientes libros de su saga, y qué harán si eso ocurre, y también surgen los que intentan averiguar si "Juego de tronos" podrá superar su tercera temporada y ese momento impactante por antonomasia que es la Boda Roja. Esta temporada, de hecho, con ese gusto que le han pillado otras series a liquidar a personajes importantes así porque sí, ha habido también quién se ha preguntado si la influencia de la traición de los Frey se está sintiendo bastante más allá de Poniente. Está claro que ese momento va a definir lo que queda de serie para muchos espectadores (que no tardarán en protestar en cuanto no haya cuatro o cinco instantes de ese estilo por temporada), razón por la que, en realidad, será la quinta temporada la que de verdad sea crucial.
Estos próximos capítulos, que todavía adaptan, en su mayor parte, "Tormenta de espadas", no están faltos de giros que no se veían venir y, de algún modo, van a ser una culminación de buena parte de las tramas que hemos estado siguiendo desde el primero. La verdadera prueba vendrá el año que viene, cuando otras historias adquieran mayor importancia y echen a andar, sin que sepamos todavía cuándo veremos su clímax. La serie, de todos modos, cuenta con un punto a su favor, que es la mayor seguridad que ha adquirido desde la mitad final de la primera temporada. En su momento ya dijimos que "Juego de tronos" ya era más de Weiss y Benioff que de Martin, se mueve más por lo que la serie necesita y pide que sólo por lo que está escrito en los libros, así que será interesante ver cómo manejan esas próximas historias.
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