En su libro “Therevolution was televised”, el crítico de televisión Alan Sepinwall describe el ambiente que había al principio de los 2000, en los canales de cable estadounidenses, como el Salvaje Oeste. No lo hace él directamente, sino a través de las declaraciones de guionistas que trabajaron entonces en “Oz” y “Los Soprano” en HBO, o en “Mad Men” en AMC, hasta en “Buffy, cazavampiros” en The WB. Todos esos canales estaban abiertos a voces originales y proyectos personales porque estaban construyendo su imagen de marca, o se encontraban en una situación tan desesperada, que estaban dispuestas a probar lo que fuera para salir de ella (y, aun así, el ejecutivo de ABC que dio luz verde a “Perdidos” fue despedido antes de que se estrenara la serie). Todos coinciden en señalar que, como contaba “Deadwood”, las “leyes” se iban haciendo sobre la marcha y que todos querían explorar ese Oeste de la ficción de la producción propia.
Después, una vez que las cadenas encontraron éxitos que establecieron su posición en el mercado, se volvieron más conservadoras. Tenían que proteger su imagen de marca, tenían mucho más que perder que antes, así que fueron evolucionando lentamente hacia algo que, empresarialmente, no se diferencia demasiado de las grandes networks. Sin embargo, en Hollywood, el éxito siempre llama a que alguien intente emularlo. Si este año todos los equipos de la NBA quieren utilizar el ataque basado en el movimiento incansable del balón de los vigentes campeones, los Spurs, en la industria televisiva siempre hay actores que quieren imitar a HBO. Starz hasta contrató al ejecutivo que puso en pie las series de ese canal, Chris Albrecht (y que fue despedido después de un escándalo de violencia doméstica y alcoholismo que podría haber sido una trama de “Entourage” sin problemas), para hacerse notar en el cada vez más competitivo mundo de las cadenas con ficción original.
FX, Showtime, AMC… Todas fueron pasando por su momento de “yo también quiero hacer series como HBO”, cada una con sus propias idiosincrasias y su propia imagen, pero ningún caso ha habido que se haya visto como una verdadera revolución, tal y como se vio la entrada de HBO en la arena de las series de producción propia, como el de Netflix. El videoclub por correo fue mutando a un servicio online de vídeo bajo demanda, y las necesidades obligadas por las mayores complicaciones que tenía para asegurarse los catálogos de películas y series de determinados estudios le llevó a producir sus propios títulos. El Salvaje Oeste se ha trasladado a Internet, a las plataformas de streaming, que tienen a la compañía de Ted Sarandos, y no a HBO, como su faro. Con “House of Cards” y “Orange is the new black”, y su método de emisión favoreciendo el maratón de capítulos, Netflix entró en Hollywood como un elefante en una cacharrería, pero conforme se vaya haciendo más grande no sólo tendrá más competidores, sino que irá volviéndose más conservadora.
Por ahí es por dónde pueden colarse Amazon (que ha logrado con “Transparent” su propio “Mad Men”) y Yahoo, pero en el negocio del VOD no sólo entran en juego los títulos originales y exclusivos, sino también la explotación por Internet. Cuando Netflix empezó a producir series, su modelo era HBO, y también era su objetivo; querían superarlos en número de suscriptores (en julio tenían ya 50 millones distribuidos en 40 países), y su éxito ha llevado no sólo a que sitios como Amazon o Sony, a través de PlayStation Plus, se suban al carro, sino a que la propia HBO entre en un juego en el que, hasta ahora, había dicho que no iba a meterse. La apertura de HBO Go, su servicio de streaming, a cualquier suscriptor, sin necesidad de que esté previamente abonado al canal por cable, la sitúa cara a cara con el gigante del VOD. La vieja petición de bastantes espectadores (aquel ya famoso “Take my money HBO”) se hace realidad y recrudece la competencia entre los proveedores de contenidos televisivos. El mercado en Estados Unidos se fragmenta todavía más y se mueve más lejos de lo que se conoce como televisión tradicionalmente. Todo el mundo quiere monetizar sus productos a través de su propio servicio de VOD (como CBS, que tiene también un acuerdo con Amazon), y ya no es nada extraño que los derechos de sindicación de una serie se vayan antes a Hulu que a un canal de cable básico. La industria está cambiando. A qué, nadie lo tiene muy claro.
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