“Los 100” fue, el año pasado, el equivalente a un equipo del que se espera que descienda y, en su lugar, se clasifica para la Liga de Campeones. Fue el Alavés de aquella final europea contra el Liverpool, o los Phoenix Suns de la temporada pasada en la NBA; un equipo al que las previsiones pintaban más preocupado por el draft del verano, y que acabó a las puertas de los ‘Playoffs’. Como estos ejemplos, de esta serie no se esperaba gran cosa más allá de lo que prometía su premisa de adolescentes dejados a su suerte en una Tierra post-holocausto nuclear, y que se emitiera en The CW. Sin embargo, esta cadena ha demostrado en los últimos tres años, o así, que no hay que descartarla tan fácilmente porque a veces tiene programas más interesantes que el resto de networks y, en concreto, parece haberse quedado la exclusiva en cuanto a historias de ciencia ficción, y de superhéroes, que merecen la pena.
Lo que hace destacar a “Los 100” es su voluntad por explorar todas las consecuencias de su premisa. Dentro de lo que cabe, no tiene miedo por cambiar el estatus quo de la serie o de seguir hasta el final líneas argumentales de las que otras series se apartarían enseguida, y el arranque de su segunda temporada acarrea, además, una ampliación de su mundo que no sólo le va a venir muy bien, sino que ha acrecentado todavía más sus parecidos con “Perdidos”. Los habitantes de Mount Weather parecen los Otros, pero los Otros del pueblecito en medio de la selva y de la encarcelación de Jack, Kate y Sawyer, no de los “salvajes” que se dedican a secuestrar gente en mitad de la noche. Si Clarke se hubiera despertado en su cuarto aséptico a los sones de “Make your own kind of music” o “Downtown”, nadie se habría sorprendido. Porque es muy cierto que “Los 100” lleva en su ADN rastros de muchas otras series, siendo “Battlestar Galactica” una de las más claras, y las escenas de Mount Weather y su presidente con Clarke pueden recordar un poco a “Los juegos del hambre” (y al Distrito 13), pero se queda con lo mejor de todas ellas.
La situación de la nueva temporada, como decimos, abre mucho más el campo de la serie. Los habitantes del Arca desconocen que la Tierra es bastante más compleja de lo que ellos pensaban, que la situación en ella va más allá de si es habitable (y si se puede sobrevivir en ella). Las facciones de los Terrestres apenas empezaron a ser exploradas la temporada pasada (incluidos esos Reavers tan de “Firefly”), y ahora vemos que, además, hay un grupo de ellos que sí se vio severamente afectado por la radiación. El modo en el que los Terrestres entren en juego en los próximos episodios va a ser muy interesante de ver, especialmente con la gente del Arca tomando el mando y descartando a los supervivientes de los 100 como chavales que no saben lo que hacen. Van a llevarse más de una sorpresa desagradable.
Mientras descubrimos qué pasa con ese cliffhanger inesperado con Jaha, lo que sí apunta a continuar siendo uno de los puntos fuertes de “Los 100” es el retrato de Clarke, su heroína. En los primeros capítulos tuvo que aprender a ser una líder un poco a regañadientes, y siempre debatiéndose entre lo que es mejor para el grupo y lo éticamente aceptable (que no siempre iban de la mano), y su cambio de situación va a llevar al extremo la evolución que vivió el año pasado. Como le pasa a ella, a mí también me huele un poco a chamusquina todo el tinglado de Mount Weather, pero habrá que ver si tiene razón o si, por el contrario, está un poco paranoica de más. Pero esta serie ha mostrado varias veces hasta dónde puede estar dispuesto a llegar un grupo por sobrevivir. ¿Hasta dónde llegará Clarke por garantizar la seguridad de sus amigos?
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