Matthew Weiner tuvo que sentirse ayer un poco como Steven Spielberg en los Oscars de 1986, cuando "El color púrpura" estaba nominada a 11 premios y parecía favorita para llevarse unos cuantos. El director y sus estrellas (entre ellas, Whoopi Goldberg y Oprah Winfrey) tuvieron que ver cómo "Memorias de África", "El beso de la mujer araña" y hasta "Cocoon" se iban repartiendo los Oscars principales, hasta que quedó bien claro que ellos no iban a llevarse ninguno. Once nominaciones y ningún premio, que todavía es algo un poquito mejor que las 17 candidaturas sin galardón que tuvo "Mad Men" en estos Emmy que decidieron que su dominio triunfal en las categorías de drama había llegado a su fin. El castigo a la serie de AMC fue tan duro, que esa derrota es la mayor en la historia de los Emmy, y está en consonancia con el modo de operar de estos premios; cuando se olvidan de tí, se olvidan de tí por completo.
Además, que el año pasado "Mad Men" perdiera en todas las categorías por las que aspiraba al premio, excepto en mejor drama, ya hacía presagiar que su buena racha se estaba acabando. Si se hubiera llevado el premio esta vezm habría superado, con cuatro galardones, a iconos de la televisión como "Canción triste de Hill Street" o "La ley de Los Ángeles", y parece que los académicos no estaban por la labor. A cambio, la gran triunfadora de la noche fue "Homeland", la primera victoria de Showtime en el premio gordo de drama, y la señal de que los vientos han cambiado. Por mucho que leamos quejas de que las temporadas de "Mad Men" o "Breaking Bad" eran mejores, ninguna de las dos fue "LA" serie de 2011 como ésta, y está claro que los Emmy no adoran a ninguna de las dos en su totalidad. De "Mad Men" gustan (o gustaban) sus guiones y su "empaquetado" general, pero no sus actores, mientras de "Breaking Bad" gustan sus actores (como Aaron Paul, que se llevó su segundo premio como secundario) pero no el total de la serie. La calidad no es el barómetro, o no el único, por el que se entregan los premios en Hollywood, y cuanto antes entendamos eso, menos disgustos nos llevaremos.
"Homeland", así, arrasó como mejor drama, guión, actor y actriz, y el premio a Damian Lewis, algo inesperado ante el regreso de Bryan Cranston, empezaba a presagiar la que se avecinaba no sólo para "Mad Men", sino para "Downton Abbey", la otra serie de 2011 en Estados Unidos, que consiguió triunfar en cuanto a nominaciones en su salto de miniseries a drama, pero que luego sólo pudo traducir en premio la nominación de Maggie Smith. La gran presencia de británicos entre los candidatos fue objeto de broma por parte de un Jimmy Kimmel que se movió en el estilo de su late show, gag de inicio All-Star incluido, y quizás por reacción a ello en las miniseries se repartieron los premios historias tan estadounidenses como "Game Change" y "Hatfields & McCoys". La primera triunfó como mejor miniserie o tv movie y mejor actriz, entre otros, mientras la segunda vio como dos viejas estrellas de cine como Tom Berengen y Kevin Costner ganaban como secundario y principal. El premio de Jessica Lange fue de las notas previsibles de la gala, una previsibilidad que se notó más en comedias y en el décimo Emmy consecutivo de "The Daily Show" como programa de variedades (Stephen Colbert y Jimmy Fallon intentaron placar a Stewart en el pasillo).
Por supuesto, Amy Poehler volvió a liarla, esta vez "intercambiando" su discurso de agradecimiento con el de Julia Loiuis-Dreyus, mejor actriz de comedia de "Veep". Su victoria, no obstante, no desató tanta sorpresa (e indignación) como la de Jon Cryer, que ya había ganado previamente por "Dos hombres y medio" al mejor secundario. El resto de premios se fueron para "Modern Family", con Julie Bowen y Eric Stonestreet repitiendo galardones y extendiendo la sensación de que, mientras que en drama los nominados parecen ser más fluidos últimamente, en comedia todo el pescado está vendido desde que se anuncian las nominaciones. A pesar de todo, también fue la noche de Louis CK, que se ganó el cachondeo admirado de Ricky Gervais tras ganar al mejor guión de conedia por "Louie" y por uno de sus especiales cómicos creo que en HBO.
El resultado final fue una gala que no sé describir de otro modo más que funcionaral, en la que sólo se dedicaron a dar premios y en la que se tomaron muy en serio lo de durar tres horas exactas (sólo hubo clip de nominados para mejor actriz de drama, lo que fue un poco extraño). Kimmel aburrió a algunos y divirtió a otros, e intentó gastar una enorme broma a través de Twitter a la gente que no estaba viendo la gala. Hubo un par de puntos simpáticos, como el ya tradicional gag de "Modern family", y también algún que otro discurso de agradecimiento inspirado, pero no mucho más. Con esa mezcla de cambio y repetición, los Emmy dejaron ver de nuevo sus idiosincrasias, sus filias y sus fobias, y será interesante ver si "Mad Men" se recupera de ésta.
Y no, no me he olvidado de los trapitos y la alfombra roja, que sufrió al parecer una ola de calor sobre Los Ángeles. Una nota original fue que los fotógrafos sacaran fotos de los ganadores con el teatro de fondo, en lugar de sólo en el tradicional photocall de la sala de prensa, y durante la gala hubo curiosas parejas de presentadores, como Louis C.K. y Amy Poehler, Jimmy Fallon y Kathy Bates, Aziz Ansari y Jane Levy o Jon Cryer y Kat Dennings. También presentaron unas divertidas Mindy Kaling y Melissa McCarthy, Martha Plimpton y el extraño corte de pelo de Jeremy Davies, los ya clásicos Tina Fey y Jon Hamm o unas Ginnifer Goodwin y Emily Van Camp que, como entregaban algunos de los últimos premios de la noche, leyeron el tele-prompter a velocidad de récord Guinness. En cuanto a la alfombra roja en sí, estaban por ahí los muy elegantes David Benioff y Amanda Peet, Jessica Paré a lo griego, Heidi KIum como si estuviera en una película de los 70, una muy de azul Archie Panjabi, Lena Headey, a lo bruja mala, una rubísima Elisabeth Moss, el raro peinado de Connie Britton, el peinado "Arriba España"-Rocíito style de Ashley Judd, Max Greenfield tirando de lo clásico o unos muy guapos Hugh Dancy y Claire Danes, por parar en alguna parte (y por no seguir con el vestido robótico de Lucy Liu o una Emilia Clarke muy poco khaleesi)
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