La burbuja seriéfila. ¿Os suena ese tema? Es algo que lleva discutiéndose ya bastante tiempo (se hizo en el Birraseries que cerró el último Festival de Series, por ejemplo) y que puede decirse que tiene dos ramificaciones. Una es ese boom en la producción de series que está dándose en Estados Unidos, donde cada vez más canales quieren tener sus propias ficciones, y la otra es la sensación de que la "Edad de Oro" de la televisión se ha acabado, como consecuencia de esto. James Poniewozik hablaba ayer de este tema en Tuned In intentando abarcarlo todo bajo la pregunta: ¿Hay demasiada gran televisión o demasiado poca? Es un artículo muy interesante, sobre todo en lo que respecta al uso indiscriminado de la expresión "edad de oro", pero también aporta otro punto de vista desde el que ver el canon, esos clásicos televisivos encumbrados al Olimpo.
Poniewozik dice que, cuando HBO estrenó "Los Soprano", no había nada igual en la televisión estadounidense, y que "los clásicos generacionales de todos los tiempos son, por definición, escasos, y tienden a aparecer cuando y donde tú no los esperas. Cuando "Los Soprano" terminó en junio en 2007, hubo mucha discusión sobre que no había Grandes Dramas para sustituirlo. "Mad Men" se estrenó el mes siguiente, en un canal de cable básico de repeticiones de películas". Las cadenas que ofrecían series propias en 1999 eran, básicamente, las networks, por lo que una serie especialmente buena o innovadora destacaba mucho más; había menos oferta que pudiera diluir su impacto en el público y, por supuesto, había menos imitadores, lo que el crítico llama "olvidables drama de prestigio de fórmula". Por poner un ejemplo práctico, utiliza "Orange is the new black" y sostiene que, si se hubiera estrenado en 1999, habría sido una revolución y un clásico instantáneo. Ahora la vemos, en sus propias palabras, en plan "sí, está bien. Ponla en el montón".
Esto entronca con otra idea que circula hace tiempo por la blogosfera, y es la de que nos hemos vuelto más exigentes conforme veíamos más series. Puede ser. También puede ser que lo que haya pasado es que nos hemos vuelto más cínicos y no nos permitimos dejarnos llevar y simplemente pasar el rato. Pero lo cierto es que, como apunta Poniewozik, muchos clásicos empiezan a serlo porque llaman la atención, porque destacan sobre el resto de ofertas. LeBron James no es cuatro veces MVP de la NBA sólo por sus estadísticas personales, sino porque es claramente mejor que los demás jugadores. Del mismo modo, si "Mad Men" y "Breaking Bad" destacan es porque hacen algo especial, propio de ellas y casi de nadie más, y por eso sobresalen sobre las otras series. Pero también destacan porque existen esas otras series para compararlas.
Y eso que la comparación no siempre es justa. "Masters of sex" no es la nueva "Mad Men", y merece ser juzgada por sus propias virtudes y defectos, y también podemos tender a sobreestimarla por comparación con el resto de estrenos del otoño. Deberíamos valorar las series por sí mismas, por lo que consiguen contar y hacer, pero ese elemento comparativo es difícil de obviar. Y en cuanto hay mucha más oferta disponible, resulta más complicado destacar y, simplemente, hacerte visible y que alguien te preste atención. Pasar desapercibido es lo peor que puede pasarle a una obra artística.
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