Hace unos días, The New York Times echaba un vistazo a la evolución de varias de las series nuevas de esta temporada centrándose en un aspecto muy concreto de ellas; el hecho de que su trama descansaba sobre los hombros de su pareja principal. Esta pareja no era romántica en ninguno de los casos, pero en todos era una de las razones por las que ver la serie, y que necesitaba más trabajo para que la serie pudiera funcionar. Colocaba a Abbie e Ichabod, de "Sleepy Hollow", como la que tenía más química y la mejor dinámica de todas (aunque aquí no habría que olvidarse de Michael J. Fox y Betsy Brandt en "The Michael J. Fox Show"), a Robin Williams y Sarah Michelle Gellar, de "The Crazy Ones", como una que estaba empezando a cuajar, y a los actores de "Back in the game" y "Dads" como ejemplos de dúos que no encajaban, y le reservaba un apartado para ella sola a la que forman en "The Blacklist" James Spader y Megan Boone.
La describía como que funciona, pero en terreno resbaladizo, pues mientras el tira y afloja entre Reddington y la agente Keen se ha convertido rápidamente en el punto más interesante de la serie, el resto de personajes y subtramas a su alrededor no está a su altura en el 80% de las ocasiones. El breve arco de la investigación de la identidad del marido de Elizabeth fue, tal vez, el punto más alto de la todavía corta vida de "The Blacklist", pero mientras los criminales de la semana no pasan en la mayoría de ocasiones de versiones reducidas de villanos de producciones de Jerry Bruckheimer, lo que nos dejan entrever del pasado de Reddington y Keen sí resulta más atractivo. Por supuesto, está el misterio central sobre el que descansa la serie; ¿por qué eligió Reddington a esa agente novata para ser su enlace con el FBI? ¿Quién es ella en realidad? La especulación sobre que son padre e hija saltó desde el mismo piloto, una especulación que tanto los actores como Jon Bokenkamp, creador de la serie, han negado, pero que se deja en el aire lo suficiente para que los espectadores la tengan siempre en mente. Así, probablemente, estarán distraídos de los verdaderos motivos tras la decisión de Red.
Mientras han ido dejando caer pequeñas pepitas de información sobre el pasado de ambos personajes aquí y allá, la interacción entre ellos ha ido volviéndose más entretenida. De vez en cuando tiene cierto ramalazo a la de Hannibal Lecter y Clarice Starling, que era de las peores cosas del piloto, pero ha ido adquiriendo nuevos matices personales y de curiosidad de uno por el otro, Tenemos una idea un poco más clara de qué ve Reddington en Keen y, al mismo tiempo, ella está "ablandándose" poco a poco hacia él, al mismo tiempo que tiene que ir aprendiendo y madurando sobre la marcha en ese papel de agente especial para el que claramente no está todavía cualificada. Las pinceladas que nos ofrecen del mundo de Reddington, con sus trajes a medida, sus regalos caros y sus amigos hasta en el infierno, tiene un lado divertido y de cierta aventura que le resta seriedad a la serie, seriedad que se eleva hasta el punto de la caricatura con el equipo especial comandado por Harry Lennix.
El enigma central sobre el pasado de Elizabeth Keen es, desde luego, lo que está más logrado en "The Blacklist", sobre todo porque implica ver más escenas de James Spader y Megan Boone juntos, y los dos están desarrollando una dinámica en pantalla que es realmente entretenida. Keen, sobre todo, intenta mantener la distancia y una actitud escéptica ante Reddington, pero está claro que le intriga averiguar qué sabe. Evidentemente, el asunto con su marido sigue en el aire, y no sería extraño que constituyera el cliffhanger de su final de media temporada, y que representara una evolución en la dinámica entre Elizabeth y Red (para mejor o para peor, aún no podemos saberlo). "The Blacklist" está manteniendo el interés de la audiencia, y aunque le iría mejor si pusiera más cuidado en la construcción de la mayoría de sus villanos, sí puede decirse que con Spader y Boone sí que han acertado, aunque haya tardado en comprobarse.
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