23 diciembre 2013

La vida imaginada de Jasmine

Jasmine no está bien de la cabeza. Es algo que queda muy claro desde que arranca "Blue Jasmine", la nueva película de Woody Allen, con Jasmine dándole la tabarra a su compañera de fila en el avión que la lleva de Nueva York a San Francisco. Una pija de manual de Park Avenue, acostumbrada a las vacaciones en los Hamptons y en Saint Tropez, y a gastar sin mirar el precio, que de la noche a la mañana se encuentra arruinada y teniendo que recurrir a la buena voluntad de su hermana, que es lo contrario a ella; divorciada de un "chapuzas" y con dos hijos, está acostumbrada a vivir prácticamente al día, cogiendo casi cualquier trabajo que le pueda surgir. O, en realidad, Ginger y Jasmine no son tan diferentes; las dos buscan un hombre, aunque a una le vale con que la trate bien, mientras la otra tiene aspiraciones más altas. ¿Pero son esas aspiraciones realistas, o una fantasía construida para no tener que afrontar la realidad?

Donde destaca la película es en el retrato de su protagonista, con una Cate Blanchet entregada al papel (y a veces pasada de rosca, sí, Jasmine lo requiere). En todo momento vemos ese empeño suyo de agarrarse a una vida que ya no tiene, y que nunca fue demasiado real, y cómo esa ilusión va haciendo que pierda poco a poco el sentido de la realidad. Jasmine vive casi más en su idea de cómo era el pasado que en un presente que no es demasiado halagüeño para ella, pero en el que podría salir adelante si quisiera adaptarse. Y eso está por ver. Con cada nueva mención a "Blue moon", Jasmine se aleja un poco más, hasta llegar a un final... Mejor no decimos mucho más. Parte de la gracia de "Blue Jasmine" es ir descubriendo poco a poco, a través de lo que otros personajes cuentan y de flashbacks a tiempos más "felices", toda la historia de la caída desde la cima de Jasmine.

Sin ser un drama a lo "Match Point", Allen mantiene un buen equilibrio entre los toques de humor y lo serio, y aunque Jasmine puede a veces generar algunas risas, su historia realmente es dramática. La exploración que se hace de ella es muy interesante porque ni Allen ni Blanchet ahorran al espectador los momentos en los que ella se ve como una narcisista egoísta que vive engañada. Además, está muy bien rodeada por, sobre todo, Sally Hawkins como su hermana, y toda la cinta lleva un ritmo muy ágil, como de comedia ligera, que no hace más que contrastar con la seriedad del retrato de Jasmine. Y esa imagen final...

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