ALERTA SPOILERS: "Masters of sex" ha llegado a su sexto capítulo, el ecuador de su primera temporada, y si no estás al día, es posible que te enteres de cosas que a lo mejor no quieres saber. Aunque esta serie sí se parece a "Mad Men" en una cosa: es impermeable a los spoilers.
No hace mucho, el blog del LA Review of Books publicaba una crítica sobre "The Good Wife" que la saludaba como la mejor serie en televisión ahora mismo, y que exponía la velocidad con la que se cuentan sus tramas como una de sus principales virtudes. Ese ritmo, continuaba, es algo con lo que los títulos de cable juegan para distinguirse de las series de network. Lo ralentizan a propósito, dejando que las piezas se pongan en su lugar a su tiempo para, en su momento, llegar al clímax dramático buscado. Esta lentitud a veces se lleva a extremos demasiado pedantes, pero si se utiliza bien, redunda en series que pueden resultar tan satisfactorias e interesantes como "Masters of sex", especialmente porque la emplea para desvelar poco a poco las personalidades de sus personajes. El punto de vista desde el que los observamos ha ido variando ligeramente desde el primer episodio, y ahora, tras el sexto, tenemos una imagen de Libby o del doctor Ethan Haas un poco más completa.
Incluso la tenemos de Bill Masters gracias a ese aborto fortuito de su mujer que le obliga a enfrentarse a sus propios demonios de la infancia, a sus sentimientos contradictorios sobre convertirse en padre y a la cercanía cada vez mayor que se forja entre él y Virginia. Sólo se derrumba delante de ella, cuando ella le toma de la mano (incluso aunque la obligue a cerrar los ojos), dando un paso más en esa atracción y curiosidad que siente por ella desde el mismo momento en el que se presenta a la entrevista para ser su secretaria. Evidentemente, el final del sexto capítulo complica aún más la relación entre ambos. Bill reconoce la valía profesional de Virginia, pero se siente atraído por ella; Virginia se siente agradecida y validada por pasar a tener mayor relevancia en el estudio, y decide participar en él para continuar obteniendo nuevos datos. ¿O ella también siente cierta curiosidad por Bill que va más allá de lo intelectual?
Ese top-less por la ciencia que cierra el episodio puede leerse de muchas maneras, y probablemente todas sean correctas y se encuentren representadas en la escena. Las expresiones de Michael Sheen y Lizzy Caplan dejan a nuestra imaginación la interpretación de lo que acabamos de ver, que como en casi todo lo que muestra la serie, tiene más capas ahí de lo que podría parecer a simple vista. El centro de "Masters of sex" continúa siendo la relación entre los dos investigadores, pero también está aportando un punto de vista muy interesante sobre el sexo y el papel de la mujer en la época. Es curioso ver cómo Masters y Johnson, a veces, aplican simplemente sentido común a las preguntas que se hacen en su estudio, sobre todo ella. Se basan en la experiencia para obtener datos, para plantearse dudas y para querer saber más, y esa curiosidad científica es la que permite que el sexo en la serie no sea gratuito. En una sociedad que vivía de cara a la galería, obsesionada por mostrar el ideal del sueño americano (y de la familia perfecta americana), no había acceso a información que pudiera subvertir el status quo, hasta el punto que vemos a esa pareja de recién casados que se toman al pie de la letra el término bíblico de "yacer" juntos, pensando que así conseguirán tener un bebé.
En medio de todo esto, además, "Masters of sex" está presentando un puñado de personajes femeninos realmente interesantes (el último, esa esposa del rector que rompe el corazón en sólo dos escenas). Y si en los primeros capítulos teníamos a Betty, la prostituta, ahora es Jane la que está robando todas las escenas en las que aparece con su curiosidad intelectual por aprender a ser mejor, a conocerse mejor en todos los aspectos, incluido el físico. No pocas críticas en Estados Unidos han destacado precisamente estas dos cosas de la serie, su interés por presentar una mirada científica y por adoptar el punto vista de las mujeres, y será interesante ver cómo continúa ahora que las cosas entre Masters y Johnson van a complicarse de verdad. Como "The Good Wife" sabe muy bien, no es tan sencillo mantener separados lo personal y lo profesional, mucho menos cuando hay un cierto grado de intimidad.
P.D.: Cuando decía que "Masters of sex" es impermeable a los spoilers, me refería a la historia real de William Masters y Virginia Johnson, recogida en el libro del mismo título de Thomas Maier. Aquí pasa un poco como en "Roma", y es que hay unos personajes reales en los que se basa la serie, y es la historia la principal fuente de "spoilers", porque no pueden considerarse como tal. En este caso, al no ser dos figuras tan conocidas en Europa (y parece que en Estados Unidos habían caído también un poco en el olvido), nos enfrentamos a "Masters of sex" sin el conocimiento previo de las circunstancias reales en las que Masters y Johnson llevaron a cabo su investigación. Pero saber lo que pasó, en este caso, no disminuye el disfrute de la serie (y si hay alguien especialmente alérgico a este tipo de spoilers históricos, que deje de leer ahora). Por ejemplo, Masters acabó desarrollando, décadas más tarde, un muy polémico método para "curar" la homosexualidad, lo que resulta una interesante profecía al oírle quejarse de que, en el burdel, no puede observar más que comportamientos sexuales que se salen de la "norma". Del mismo modo, la manera en el que se está desarrollando la relación entre Bill y Virginia está coloreada, como decía una crítica en EE.UU., no tanto por la química como por una sensación de inevitabilidad. Incluso sin saber lo que pasó históricamente entre ellos, nos imaginamos que acabarán acostándose juntos por el estudio, pero eso fue algo que terminó derivando en otra cosa más compleja. Al fin y al cabo, Masters y Johnson acabaron casados durante unos veinte años.
2 comentarios:
Empecé a verla por curiosidad morbosa, para ver hasta dónde eran capaces de plasmar en imágenes la investigación y resulta que me está gustando muchísimo, más de lo que pensaba. Desde luego toda la labor de ambientación y vestuario merece un sobresaliente pero los personajes son los que atrapan. Dentro de la “inevitabilidad” de su relación me gusta esa progresión en la forma de conocerse siendo, para mí, el punto de no retorno cuando le permite quedarse a su lado, cuando se rompe definitivamente y llora. Y luego hay ese esquema que, hasta ahora, se repite en todos los capítulos, como en la primera temporada de House: los pacientes que acuden a consulta y que dan una imagen muy reveladora de cómo era la educación sexual de la época. También me gusta mucho que se alternen los momentos cómicos, que los hay de casi soltar la carcajada, con otros tan dramáticos como el aborto, le da el punto justo para que me haya enganchado de mala manera.
Saludos
Ese sentido del humor es una de las principales ventajas de la serie, sobre todo porque sirve para profundizar más en los personajes o para caracterizar mejor la época.
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