31 julio 2017
Los hombres que no amaban a las mujeres
Cuando se publicó en Estados Unidos "Los hombres que no amaban a las mujeres", el primer libro de la trilogía Millenium de Stieg Larsson, la traducción de su título se cambió del "Män som hatar kvinnor" original ("los hombres que odian a las mujeres") a otro un poco menos beligerante, como si dijéramos: "la chica del tatuaje del dragón", en referencia a Lisbeth Salander. Se ahorraban comentarios de lectores que podían considerar ofensivo el título original, pero perdían la esencia de lo que Larsson estaba contando, que era una historia en la que el maltrato y la violencia sexual contra las mujeres ocupaba un lugar muy importante.
En esa historia, Larsson estaba dejando ver también su opinión al respecto. La indignación desde la que escribía (motivada también por las actividades de la extrema derecha sueca, y por el colaboracionismo con los nazis que nunca se ha llegado a discutir adecuadamente) era su declaración de intenciones, y esa misma declaración de intenciones se aprecia en dos series policiacas que adoptan un célebre diálogo de la segunda temporada de "The Fall", en el que Stella Gibson cita a Margaret Atwood: "los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres tienen miedo de que los hombres las maten". Esta serie era una interesante y complicada exploración de la misoginia, y su legado se mantiene tanto en la tercera entrega de "Broadchurch" como en "Top of the lake: China girl".
Las dos curiosamente, están compartiendo, más o menos emisión: BBC America está a punto de emitir en Estados Unidos el último episodio del whodunnit de Chris Chibnall, mientras BBC Two acaba de estrenar en el Reino Unido la segunda temporada de la obra de Jane Campion. Y ver seguidos un capítulo de una y otra presenta una fascinante reflexión sobre el modo en el que la sociedad contemporánea ve a las chicas y, por extensión, al resto del género femenino.
En "Broadchurch", Hardy y Miller (esos estupendos David Tennant y Olivia Colman) investigan esta vez una violación a una mujer de mediana edad. Según van hablando con posibles testigos y potenciales sospechosos, la temporada pinta un panorama de objetificación casual de la mujer que es su mayor crítica hacia ese ambiente misógino. Los chavales del instituto se pasan porno en clase porque todo el mundo lo hace, y hay quien se sorprende de que esa mujer en concreto haya sido violada porque es mayor y no demasiado atractiva, que es una idea que permanece subyacente en bastantes de los comentarios de algunos vecinos del pueblo. Hay un momento en el que Hardy reconoce que el caso le hace sentirse avergonzado de ser un hombre. Y resulta muy destacable el modo en el que se muestra el trato hacia la víctima, el apoyo que se le ofrece, y hasta su propia personalidad. No es una mujer con un carácter fácil, un poco en el estilo de la Beth Lattimer de las dos primeras temporadas, e intenta encontrar una explicación a lo que le ha pasado que le permita encontrar un camino para seguir adelante.
En "Broadchurch", los hombres que no cosifican a las mujeres se entregan a la autocompasión y al egocentrismo (la diferencia en la evolución de los padres de Danny es el mejor ejemplo), mientras en "Top of the lake: China girl", a sus hombres no se les ocurre que las féminas a su alrededor puedan tener ideas y motivaciones propias. De las chanzas y los comentarios a espaldas de Robin del resto de policías, más las burlas hacia la agente Miranda (Gwendoline Christie) por su altura, a los clientes de todos los burdeles de Sydney, la serie ofrece pocas excusas a sus personajes masculinos. Uno de ellos llega a afirmar que el destino del hombre es esclavizar a las mujeres, mientras se declara feminista.
Ambos títulos muestran lo comunes que pueden ser estos comportamientos, y cómo casi no les prestamos atención por la misma razón por la que los estudiantes de Broadchurch guardan porno en sus teléfonos, porque lo hace todo el mundo. Los destacan porque son integrales para sus historias y las investigaciones de sus policías, y al hacerlo, acaban situándose en la misma conversación que inició "The Fall" con su caracterización de Stella Gibson. Además de que, vistas ahora, no deja de resultar significativo ver a Offred buscando a los asesinos de una joven asiática, y saber que por los acantilados de Broadchurch se pasea la nueva Doctor Who.
28 julio 2017
Un último hurra para el 12º Doctor
AVISO SPOILERS: Si no habéis visto los dos últimos episodios de la décima temporada de "Doctor Who", es mejor que huyáis de aquí hasta que lo hayáis hecho.
El anuncio de que el 13º Doctor va a ser una mujer, y el revuelo mediático que se ha organizado a su alrededor, ha hecho que unos cuantos espectadores tengan curiosidad por acercarse por primera vez a "Doctor Who" o que, si abandonaron la serie hace tiempo, les apetezca retomarla. Esos espectadores se bajaron de la TARDIS ante los síntomas de cansancio creativo que la serie ha dado en el tramo final de la etapa de Steven Moffat, y es una lástima, porque se han perdido a uno de los mejores Doctores de la era moderna, sino el mejor.
Diez puede ser la quintaesencia de la "Doctor Who" del siglo XXI, con el carisma de David Tennant y la facilidad con la que sus acompañantes se enamoraban de él, pero Doce ha transmitido a la perfección la naturaleza más íntima del personaje: su sentido del humor, la frustración con quienes no consiguen estar a la altura de su intelecto, el deseo constante de ayudar a quienes están en peligro... De todos los actores que han dado vida al Doctor desde 2005, Peter Capaldi puede ser, probablemente, el mejor, el que ha conseguido combinar con más destreza las excentricidades habituales del Doctor con una mayor sutileza a la hora de mostrar sus emociones.
No todas las historias de estas octava, novena y décima temporadas han estado a su altura, pero Capaldi ha sido siempre una delicia. O quizás ese adjetivo no sea el más adecuado, porque Doce también podía ser bastante gruñón, pero su timing cómico y, sobre todo, la manera en la que utiliza su silencio, los momentos en los que está escuchando a otros personajes, le ha dado el toque distintivo a su Doctor. No hay más que ver su rostro en el especial de Navidad de la octava temporada, "The husbands of River Song", cuando los tres villanos y la propia River hablan del Doctor sin darse cuenta de que lo tienen ahí mismo, de pie junto a ellos. Capaldi, además, ha funcionado igual bien con la Clara de Jenna Coleman (aunque ésta potenciara demasiado el lado emocional), la River Song de Alex Kingston y la Bill Potts de Pearl Mackie, una relación que la serie no termina de explorar del todo, pero que deja grandes momentos en los dos últimos episodios.
Estos "World enough and time" y "The Doctor falls" parecen echar el resto de lo que les quedaba tanto a Moffat como al propio Capaldi antes de ceder los bártulos a Chris Chibnall y Jodie Whittaker en el especial de Navidad. El enfrentamiento con los cybermen y con los dos Master (el psicópata de John Simm y la divertidísima Missy de Michelle Gómez) consigue aunar profundización en sus dos personajes principales, juegos temporales muy bien llevados y una gran reutilización de villanos clásicos, además de unos trucos visuales para mostrarnos a Bill dentro del cuerpo del cyberman realmente eficaces.
La décima temporada, en general, ha sido una recuperación con respecto a la novena, con algunos episodios realmente notables y una curiosísima crítica al nacionalismo británico y el capitalismo extremo en historias como "Thin ice" u "Oxygen". Bill y Nardole han sido añadidos correctos al mundo de "Doctor Who", aunque no hayan dejado tanta huella como se esperaba, y lo que sí ha sido muy destacable es esa despedida por todo lo alto de la temporada. Sobre todo porque, además, al empezar a insinuar la regeneración del Doctor ha hecho algo que las temporadas de Moffat pre 50 aniversario no solían hacer, que es acordarse de que hubo otros dos Doctores previos a Matt Smith.
No sólo es la visión de todos sus acompañantes de la era moderna cuando siente que está llegando el final de Doce, sino la repetición de las frases que tanto Diez como Once expresaron justo antes de regenerarse. Sobre todo, ese "no me quiero ir" de Diez fue realmente inesperado, y un toque curioso antes de que Doce tenga que afrontar su adiós definitivo.
Lo que también ha resultado muy curioso, viendo la temporada tras saberse que habrá 13ª Doctora, son todas las menciones que se hacen a que los Señores del Tiempo pueden regenerarse como hombres o como mujeres. No sólo está Missy para demostrarlo; el propio Doctor le reconoce a Bill que quizás él también fue una mujer en una vida anterior, pero que no lo recuerda. Toda esa charla es un simpático momento entre ambos personajes, un momento que muestra más lo que podrían haber sido que su viaje durante estos doce capítulos.
Ahora ya sólo queda el especial de Navidad, en el que Doce se encontrará con un Primer Doctor que también está a punto de regenerarse, y que igualmente se resiste a ello. ¿Se irá Steven Moffat entregando la historia más grandilocuente que se le ocurra? ¿O tomará otro camino?
Música de la semana: Retomemos esta sección con la publicación de las canciones de "Steven Universe" en formato de disco y con lo que podríamos decir que es su primer single, "Stronger than you", interpretado por Estelle, la voz de Garnet. Y con un vídeo musical grabado en la última Comic-Con de San Diego.
25 julio 2017
La locura del rey Targaryen
La séptima temporada de "Juego de tronos" está presentando en su inicio una interesante lucha de poder a poder. Los trailers apuntaban a la guerra entre Daenerys y Cersei por el Trono de Hierro y el control de Poniente, pero los dos primeros episodios de la entrega han mostrado que esa guerra va más allá de la mera conquista o la defensa de la corona: es casi una guerra filosófica, una lucha de estilos, de diferentes maneras de afrontar una situación de este estilo. Es como si Alejandro Magno se enfrentara a Vlad Tepes.
Sin meternos en terreno de spoilers graves, las tácticas que ambas reinas han usado hasta ahora favorecen esa comparación. Cersei asciende al trono después de hacer volar por los aires el Gran Septo de Baelor, con el Gorrión Supremo, Margaery Tyrell y buena parte de los prohombres de la ciudad dentro. La reina Lannister no destaca precisamente por su sutileza, y sus primeros movimientos para contrarrestar la invasión de Daenerys van por el mismo camino: no tiene demasiadas fuerzas a su lado, pero está dispuesta a lanzarlas todas de golpe para asestar el mazazo más fuerte posible.
La aspirante Targaryen ya ha utilizado esa táctica en su conquista de la Bahía de los Esclavos. Entra en todas las ciudades a sangre y fuego, pasando a cuchillo a los amos esclavistas y liberando a todos los hombres y mujeres bajo su yugo, pero cuando se marcha a la siguiente ciudad, la situación vuelve a ser la de antes. En Meereen tiene que aprender la diferencia entre conquistar y gobernar, y entre hacerlo mediante el temor y las represalias o a través del respeto del pueblo. Por supuesto, no es fácil, porque si lo fuera, hasta Joffrey habría sido capaz de hacerlo bien, pero el debate constante entre Dany y Tyrion sobre lo cruentos que deben ser para conseguir sus objetivos ejemplifica esa brecha ideológica entre las dos reinas.
Sobre ambas pende, además, la sombra de Aerys II, el Rey Loco que Robert Baratheon destronó. Aerys pretendía arrasar toda Desembarco del Rey con fuego valyrio (algo que claramente sirvió a Cersei de inspiración) y no le dolían prendas a la hora de asar vivos a todos los nobles que le importunaran o ejercer derecho de pernada sobre sus esposas. Su hija Daenerys se pasa toda la serie luchando contra esa sombra. No hace más que repetir que ella no es su padre, y en los libros son muy comunes sus monólogos interiores preguntándose si la locura de Aerys no será hereditaria, si ella no acabará como él en cuanto suba al trono, si tiene alguna posibilidad de ser otro tipo de reina.
En la serie, Daenerys no exterioriza tanto esas dudas, pero el modo en el que escucha a sus consejeros, ya sean Missandei o Tyrion, parece indicar que las tiene igualmente. Se resiste a dejar sueltos a sus dragones porque sabe la destrucción descontrolada que pueden causar. Si el apellido Targaryen es sinónimo de locura y de tomarse demasiado al pie de la letra el lema de su casa, "sangre y fuego", ella parece dispuesta a no dejarse atrapar por ese legado. Por lo menos, en lo que hemos visto hasta ahora. De momento, la Reina Loca es más Lannister que Targaryen.
17 julio 2017
Regeneración o muerte
Es una coincidencia sumamente interesante que el mismo día en que estrenaba su séptima temporada "Juego de tronos", una serie muy masculina que ha acabado dominada por las mujeres, "Doctor Who" anunciaba que el decimotercer ocupante de la TARDIS iba a dejar de ser un varón para convertirse en una mujer. Era una reclamación que un sector nutrido de fans llevaba tiempo haciendo (desde antes de que Peter Capadi asumiera los mandos de la nave); si la serie quería de verdad entrar en su segundo medio siglo de vida tan relevante como hasta ahora, tenía que empezar a dejar de creer que sólo hombres blancos podían ser el Doctor.
Porque "Doctor Who" necesita con urgencia aire fresco. En Basura and TV repasaban las razones por las que BBC necesitaba este cambio: la serie ha perdido audiencia de una manera bastante sensible en las temporadas de Capaldi y también acusa el desgaste de tener a Steven Moffat durante tanto tiempo al frente. Sus historias han perdido frescura e ingenio; ya en la sexta temporada, su pretensión de contar un único misterio para toda la temporada derivó en una de las más flojas de la era moderna, paradójicamente, cuando se encontraba en el punto más alto de su popularidad internacional (en Estados Unidos, sobre todo), y toda la chispa que aportó al principio Matt Smith se perdió en la obsesión por Amy y Rory y, después, en querer convertir a Clara, la nueva acompañante, en otro puzzle más.
La entrada de nuevos productores ejecutivos y nuevos Doctores suele renovar la serie. El cambio de Russell T. Davies y David Tennant a Steven Moffat y Matt Smith dio otro brío a una "Doctor Who" que se había ensimismado en los traumas del Doctor, y ahora, aunque Capaldi ha sido un muy buen protagonista, se necesita alguien que no crea que hace falta un enorme enigma para que funcionen los episodios. A toro pasado, la temporada de Christopher Eccleston fue modélica en su manera de conseguir capítulos autoconclusivos entretenidos y un misterio serializado que no fagocitara el resto de la serie. Chris Chibnall y Jodie Whittaker se enfrentan a un reto muy parecido, con la diferencia de que, ahora, sobre sus hombros descansa la supervivencia de la serie más allá de su reducto de los sábados por la tarde en BBC.
En Vulture afirmaban que, en un panorama cultural en el que hasta "Star Trek" va a tener una serie protagonizada por una mujer (negra, además), "Doctor Who" no podía seguir anclado en sus elecciones del pasado. Si quiere mantenerse relevante, si quiere atraer a un nuevo público que palie su declive en audiencias, si quiere que los periodistas vuelvan a escribir sobre ella como lo hacían en otra época, tiene que regenerarse con el propio Doctor. Y que Trece vaya a ser una mujer es justo la jugada que necesitaba.
11 julio 2017
Si el mundo es racista, ¿es la serie racista?
Cuando se estrenó "The Handmaid's Tale", su showrunner, Bruce Miller, comentaba que uno de los aspectos que habían alterado del libro original de Margaret Atwood era el componente de segregación racial de Gilead. En la novela, el régimen se había desecho de todos los negros y los había mandado a unas colonias aparte; en la serie, sin embargo, Miller decidió mantener mayor diversidad racial (Moira y Luke son negros, por ejemplo) para eludir un campo de minas que podía haber torpedeado la serie desde antes de su estreno: "¿cuál es la diferencia entre hacer una serie sobre racistas y hacer una serie racista?", apuntaba a Variety.
Esa dicotomía es una de las mayores fuentes de críticas hacia "Juego de tronos", por ejemplo. Poniente es un mundo pseudomedieval, por lo que es violento, sucio y quienes ostentan el poder son hombres que tratan a las mujeres como si fueran personas de segunda clase, cuando no directamente propiedades. ¿Quiere eso decir que la serie es machista? Y algo similar le está pasando a "Baby Driver", la última película de Edgar Wright. Juega con los arquetipos habituales en las historias de atracadores, incluido el de "la chica", que le ha granjeado críticas de sexista. ¿Lo es?
Todo dependerá de cómo muestre la serie ese mundo. Las mujeres de "Juego de tronos" van buscando la manera de labrarse sus propias parcelas de poder y, conforme avanzan las temporadas, son las únicas capaces de manejarse en ese juego de poder sin perder, literalmente, la cabeza. Son mucho más conscientes que los hombres del lugar que ocupan y de lo que está en su mano hacer para aprovecharse de ese lugar o para saltárselo; los hombres son menos realistas y acaban ejecutados por sus rivales.
"The Handmaid's Tale" opta por trazar los máximos paralelismos posibles con nuestra sociedad actual, por lo que mantiene la diversidad racial. Su tesis es que la crisis de fertilidad es demasiado importante como para ponerse en plan supremacista blanco, pero ha habido quien les ha recordado que se esterilizaba contra su voluntad a las mujeres mexicanas ingresadas en un hospital de Los Ángeles durante los 70, y que existe la eugenesia. Se puede argumentar que evitar el debate sobre si la serie es tan racista como Gilead es más importante que estas críticas, pero son igualmente válidas.
La línea entre el universo que se presenta y la "política" de la serie o película siempre es muy fina. Ahí está, por ejemplo, "Starship Troopers", una historia militarista y fascistoide que la película presentaba en tono de sátira, pero en la que era muy fácil acusar a la propia cinta de militarista y fascistoide, En cualquier momento puedes deslizarte hacia convertirte en lo que quieres criticar.
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