31 agosto 2014

Las series que vienen

Entre el 15 y el 30 de septiembre, y especialmente en la semana del 22 al 27, la televisión estadounidense se mete de lleno en el arranque de la temporada 2014/15 de series. Aunque mañana mismo llega a History "Houdini", la miniserie con Adrien Brody sobre el famoso mago, hasta el 16, cuando FOX estrenará las nuevas temporadas de "New girl" y "The Mindy Project", no se dará el pistoletazo oficial de salida a esa quincena de locura, en la que se concentran los debuts de casi todas las series nuevas, y los regresos de muchas de las que ya estaban en emisión el año pasado (The CW prefiere, otra vez, retrasar su propia premiere week hasta octubre). El número de estrenos vuelve a ser alto (sólo con las comedias nuevas de ABC se puede llenar la parrilla de un canal de cable básico), pero no hay tantos que hayan generado cierta expectación a lo largo del verano.

Las ya mencionadas comedias de ABC sí centraron algunas conversaciones en julio, durante la celebración de la gira de la TCA, pero muchas de ellas giraban alrededor de la cuestión de por qué se empeñan en ponerles títulos tan terribles. "Selfie", "Black-ish" y "Fresh off the boat" son los ejemplos que más se discutieron, ya fueran porque son términos que pueden quedarse pasados de moda enseguida o porque son potencialmente ofensivos racialmente. Después, en los encuentros de los críticos con los responsables de esas sitcoms, se apuntó que podían resultar series divertidas, pero que sus títulos podrían hacerles caer presas de la misma maldición que hundió "Trophy wife" y que limitó mucho el alcance de "Cougar Town".

Sin embargo, si hubiera que decir así, a bote pronto, qué novedades han despertado mayor interés, al menos en círculos interneteriles, habría que irse al lado de las adaptaciones comiqueras, siguiendo la tendencia que domina ahora mismo las taquillas de Hollywood. "Gotham" en FOX y "The Flash" en The CW (ambas de Warner/DC) han estado generando noticias sin parar desde Comic-Con, y alrededor de la primera han ido creándose ciertas expectativas de que es uno de los estrenos que no hay que perderse. Es curioso que casi ninguno de los otros nuevos dramas haya logrado llamar mínimamente la atención de los críticos como para que estos hablen de ellos al mismo nivel de esas dos adaptaciones, o de algunas de las series que vuelven. Realmente, se han seguido con más interés los anuncios hechos sobre "Scandal", "Arrow", "Hannibal" o hasta "The Mindy Project" que los que hayan podido publicar los estrenos, pero ésta es una tendencia que se repite desde hace ya un par de temporadas.

En España, no obstante, nos interesa bastante el destino que puedan correr dos remakes de títulos patrios, "The mysteries of Laura" en NBC y "Red Band Society" en FOX, adaptaciones, respectivamente, de "Los misterios de Laura" y "Polseres vermelles". De momento, los críticos parecen haber acogido mejor el piloto de la segunda, y también da la sensación de que la primera va a ser, inicialmente al menos, más fiel al original, mientras la segunda ha optado por seguir su propio camino. Como curiosidad, NBC ha lanzado una promoción de su parrilla policial de los miércoles con las tres protagonistas femeninas de sus series, tanto "The mysteries of Laura" como "Ley y orden: UVE" y "Chicago PD".

Música de la semana: Hace unos días, A&E anunciaba la cancelación de "Longmire", dejándonos con la duda de si Walt iba a hacer lo que parecía que iba a hacer al final de la tercera temporada. Para recordar la serie, vamos a quedarnos con la canción que cerraba esa tanda de capítulos, "Lawdy", de una banda de folk indie, formada por dos parejas de hermanos, llamada The Vespers.

29 agosto 2014

Tony Soprano estaba en la isla


Cada vez que una serie se aproxima a su final, se ha vuelto una tradición que, un par de días antes, alguien publique una historia sobre “las preguntas que se deben responder” en ese final. Puede haber de todo, dependiendo de qué tipo de serie sea, y lo mismo encontramos desde la resolución de una tensión sexual implícita, a que se desvele la identidad secreta de determinado personaje o a que nos expliquen el sentido de la vida, el universo y todo lo demás. Y esto se hace tanto para dramas familiares como para títulos que giran alrededor de un misterio, lo que a veces es bastante absurdo. Las preguntas sin respuesta de “Parenthood” no son las mismas que las que pueda dejar “The Walking Dead”.

Este tema lleva un par de días de actualidad, otra vez, gracias a una entrevista a David Chase en Vox en la que, hablando de sus proyectos posteriores a “Los Soprano”,  se termina tocando el final de la serie y, específicamente, esa pregunta que lleva corroyendo a sus fans desde 2007: ¿Está muerto Tony? Es una pregunta que persigue a Chase de forma implícita desde entonces, por mucho que haya repetido hasta la saciedad que no piensa contestarla y que no va a molestarse en explicar nada de lo que pasó en ese último episodio que, en su momento, anticipó las oleadas de críticas y amenazas de darse de baja de HBO que recibió más tarde la famosa Boda Roja de “Juego de tronos”. En la entrevista, sin embargo, parece responderla finalmente (con un no, Tony no muere), sólo para publicar después una matización en la que vuelve a afirmar que él no tiene que decir a nadie lo que vio en aquel último fundido a negro.

El sobreanálisis y la obsesión por buscar pistas y respuestas a enigmas que tal vez no estén ahí son unos de los riesgos más palpables del visionado interactivo de las series a través de Internet. Chica de la tele ya apunta que, en ocasiones, hay que dejar de obsesionarse por esos finales abiertos (o supuestamente abiertos). Esas obsesiones pueden interferir seriamente con el disfrute de la serie y, además, a veces ni siquiera están justificadas. Las quejas “preventivas” de quienes empezaban a ver “The Leftovers” por si Damon Lindelof nunca resolvía el misterio (como aseguran que hizo en “Perdidos”, que resolvió demasiadas cosas seguramente) ya indicaban que esos espectadores no se habían dado cuenta de la serie que estaban viendo.

Extraer todo tipo deteorías loquísimas de guiños históricos minúsculos en “Mad Men” puede ser sumamente divertido,  siempre y cuando seamos conscientes de que la serie no se basa en eso. Eso sí es un caso de que los árboles no dejen ver el bosque.

28 agosto 2014

Un nuevo viejo Doctor

ALERTA SPOILERS:  Seguro que todos habéis visto ya el inicio de la octava temporada de "Doctor Who", pero sólo por si acaso...

Uno de los comentarios más habituales entre los críticos a raíz de “Deep breath”, el arranque de la octava temporada de “Doctor Who”, es el paralelismo que la relación entre Doce y Clara guarda con la de Nueve y Rose al principio de la época nueva de la serie. El foco de atención se sitúa en la acompañante, en sus intentos de discernir quién es ese hombre extraño y loco que la arrastra a aventuras aún más extrañas y locas, y a través de sus ojos, nosotros vamos conociendo también al Doctor. Es curioso que el capítulo recuerde a las primeras temporadas de Russell T. Davies al frente de la serie (hay obvias referencias a “The girl in the fireplace”), cuando la época de Matt Smith aplicó borrón y cuenta nueva sobre buena parte de aquellas cuatro temporadas. Era una tabula rasa necesaria en su momento, y parece que la celebración de sus cincuenta años desde su estreno en la BBC, y el cambio de Smith a un actor más mayor y experimentado como Peter Capaldi, ha animado a Steven Moffat a girar “Doctor Who” hacia algo más básico, como quien dice.

Cuando decimos básico, decimos algo menos enamorado de los puzzles intrincados y muy elaborados que definieron la sexta temporada, algo que intente afianzar bien la relación entre Doctor y acompañante antes de lanzarse a los misterios sobre sus verdaderas identidades. Una crítica muy habitual de los episodios del año pasado era que Clara no terminaba de estar bien definida como personaje, que su función no era más que ser un enigma que el Doctor tenía que descifrar, y eso está empezando a solucionarse. Clara se está adentrando en el territorio de Martha Jones al final de la tercera entrega; desarrolla sus propias armas para salir de situaciones complicadas y aplica las enseñanzas del Doctor, al mismo tiempo que adquiere su propia independencia de él. La sombra de Amy continúa siendo demasiado larga sobre ella (del mismo modo que la de Rose lo era sobre Martha), y eso lleva a que algunos espectadores jamás la acepten en la TARDIS, pero lo que se ve en ese primer capítulo de la dinámica entre Jenna Coleman y Capaldi apunta a cosas muy interesantes para el futuro.

Porque lo más interesante de “Deep breath” no es tanto el misterio de ese “paraíso” al que llega el androide mecánico, sino la cuestión de quiénes son el Doctor y Clara con respecto al otro. ¿Por qué él ha elegido una cara vieja para su nueva encarnación? ¿Qué puede aportarle ella, una vez se resuelve por qué es “la chica imposible”? La evolución de esa relación puede ser divertida de ver (ambos actores despliegan un buen entendimiento en las escenas de mero diálogo que comparten), y es cierto que Doce puede recordar más a Nueve en el sentido de ser más directo y expeditivo que sus seguidores. Como presentación, “Deep breath” se beneficia del propósito de Moffat, reconocido en varias entrevistas, de frenar el ritmo de la serie, de dejar que las escenas sean más largas y que construyan poco determinados aspectos emocionales de sus personajes, o de las situaciones. La conversación entre Vastra y Clara sobre por qué la primera lleva velo, y por qué Clara deja de verlo, habría tenido un encaje algo más difícil cuando Once estaba en plenitud.

Lo más curioso de ese primer capítulo ha terminado siendo algo externo a “Doctor Who”, y es el hecho de haber mostrado, en primerísimo plano, un beso lésbico en horario familiar. El órgano regulador de la televisión británica recibió algunas quejas al respecto (seis, en concreto), cuyo tono ya os podéis imaginar si les molestó eso de un capítulo en el que Vastra y Jenny no ocultan que son dos mujeres casadas entre sí. Sorprende aún más teniendo en cuenta el contexto de la serie, que en más de una ocasión hemos comentado que bien puede ser la más desprejuiciada de toda la televisión. Sólo en cuestión de besos tabúes, de esos que ya no deberían suscitar ni siquiera sorpresa, “Doctor Who” ya tuvo uno entre dos hombres en la primera temporada (entre Jack Harkness, cómo no, y Nueve), otro interracial en la tercera (entre Diez y Martha Jones) y éste entre dos mujeres. Aunque también hay que tener en cuenta que nunca son besos como tales, sino transferencias de algún tipo de energía (lo que acaba siendo un camuflaje sensacional).

27 agosto 2014

Los Emmy del año pasado

Los ganadores de los Emmy son aburridos y previsibles. Tal vez sea la frase que se repite más a menudo cuando se hace balance de estos premios, y esto es válido igualmente para la edición de este año, por mucho que los fans de "Breaking Bad" estén contentos por su segundo Emmy consecutivo a mejor drama (merecido), y porque arrasó en las categorías de interpretación. La repetición de vencedores de un año a otro, por muy merecidos o justos que nos parezcan, o por muy alegres que nos pongan, es el epítome de lo que está bien y lo que está mal en estos galardones. Al premiar series de televisión, que tienen varias temporadas, que una misma gane a lo largo de varios años diferentes es lógico teniendo en cuenta la naturaleza de lo que se está reconociendo, pero al mismo tiempo, representa esa sensación de acomodo y de inercia que mueve a los votantes de los Emmy. Como dice muchas veces Alan Sepinwall, el modo más seguro de que te den un Emmy es habiendo ganado uno previamente (y Allison Janney lo sabe muy bien).

Dejar de lado gustos personales y las modas del momento a la hora de analizar estos premios es casi imposible. Los votantes también se mueven por ellos, pero hay que intentar ver todos los lados de la cuestión. Está claro, por ejemplo, que HBO se pasó de lista al enviar a "True Detective" a la categoría de drama, cuando en miniserie habría tenido opciones de llevarse algo. "Fargo" era la gran favorita, y aunque se llevó el premio gordo, en interpretación vio cómo, por sorpresa, la academia descubría de repente que habían nominado a Benedict Cumberbatch y Martin Freeman por "Sherlock", y decidieron premiarlos. Un duelo entre HBO y FX aquí habría estado mucho más igualado de lo que estuvo finalmente la contienda ante "Breaking Bad". En The Guardian apuntaban que la serie de AMC venía construyendo su momentum poco a poco a lo largo de seis años, hasta que llegó a su cima justo para sus últimos ocho episodios, y el hype desmedido que acompañó a "True detective" durante su emisión no podía competir con eso.

Lo interesante en drama llegará el año que viene, cuando "Breaking Bad" ya no esté y "Mad Men" se enfrente a su propio canto del cisne, uno en el que veremos si es capaz de recuperar el brillo en los Emmy que tuvo durante sus cuatro primeras temporadas. Así alguien que no sea Aaron Paul subirá a recoger el premio a mejor secundario de drama, y veremos una verdadera renovación en la categoría. ¿O no? Porque también parecía que en comedia estábamos ante un cambio de tendencia y, al final, "Modern family" igualó el récord de "Frasier" de cinco Emmys consecutivos. El problema que hay ahí es que no hay ninguna candidata igual de popular y que se marque una temporada estelar, los dos requisitos para desbancar a esta eterna ganadora. De "Veep" parece que sólo gustan sus actores (Julia Louis-Dreyfus es una favorita clásica de los Emmy) y "Orange is the new black" da la sensación de haber sido la "Girls" de este año (o la "Juego de tronos", llevándose varios premios técnicos, incluyendo el de Uzo Aduba como invitada, pero siendo ignorada en la gala principal). La academia presta atención a las comedias de estreno si hay algún viejo conocido en ellas, como pasó con Allison Janney y Andre Braugher, pero ninguna tiene después la suficiente fuerza para hacer ruido de verdad en los premios.

Resultado, que la lista de ganadores de este año parecía una mezcla entre las de 2013 y de 2012, y eso, por mucho premio que ganara "Breaking Bad", no anima demasiado a pensar que los Emmy pueden revolucionarse algún día. La renovación tiene que llegar en los ganadores, no en las nominaciones, aunque luego Jeff Daniels deje a todo el mundo con dos palmos de narices. Es cierto que, con bazas como "Ozymandias", "Breaking Bad" tenía una distancia casi insuperable frente a sus competidoras, pero no habría pasado nada por olvidarse de Paul (sus "bitches" ya casi cansan tanto como los "alright, alright" de Matthew McConaughey en la temporada de premios del año pasado) y haberse acordado otra vez de Peter Dinklage, o de Josh Charles. Pero claro, si luego hay innovación entre los ganadores, tenemos revueltas interneteriles como la que generó "Homeland" cuando ganó hace dos años. ¿O pensáis que, si "The Big Bang Theory" hubiera destronado a "Modern Family", no habría habido oleada de quejas? Con los premios, sólo estamos contentos cuando ganan nuestros favoritos. Por eso, la nominación de "Treme" a mejor miniserie fue para mí como si hubiesen ganado.

15 agosto 2014

El premio de ser nominado

Al hablar de premios, sean los Oscar, los Emmy o hasta los Globos de Oro, las discusiones suelen encaminarse siempre hacia los favoritos, quiénes tienen más opciones de ganar o quiénes pueden dar la sorpresa. Sin embargo, hay candidatos para los que figurar ya en la lista de posibles es todo un premio, un reconocimiento que, de otro modo, podrían no tener. Muchas de esas nominaciones se encuentran en las categorías técnicas, que se entregan este fin de semana en los Creative Art Awards, y algunas de ellas, además, representan viejas reivindicaciones de algunos sectores de Hollywood. Por ejemplo, los directores de casting llevan ya tiempo pidiendo a la Academia que incluya una categoría que reconozca su labor en los Oscar, algo en lo que siempre topan con las protestas del sindicato de directores, pero en los Emmy hay sendos apartados que reconocen a los mejores repartos de drama y de comedia. Este año, en la primera hay auténticos pesos pesados como "Juego de tronos", "House of cards", "The good wife", "Breaking Bad" y "True Detective", mientras en la segunda están "Louie", "Modern family", "Orange is the new black", "Nurse Jackie" y "Veep".

También los premios del SAG reconocen esto mismo en sus categorías importantes (que, a veces, muchos cronistas confunden con sus equivalentes de mejor drama y comedia, cuando no es eso lo que están premiando), pero les falta el prestigio definitivo que da el Oscar. Por otra parte, como decimos, en los Emmy hay hueco para otros títulos si miramos más allá de las diez categorías que, habitualmente, dominan todas las conversaciones. Por ejemplo, resulta muy curioso ver la nominación de "Cosmos" a la mejor banda sonora (para Alan Silvestri), o que tres comedias de sketches como "Inside Amy Schumer", "Key & Peele" y "Portlandia" compitan contra los informativos satíricos que dominan habitualmente la categoría de guión en programa de variedades, como "The Colbert Report" o el multipremiado "The Daily Show", y para los dos primeras puede ser un bienvenido empujón de visibilidad.

De todos modos, en cuanto a mezclas peculiares de candidatos, los nominados a mejores efectos especiales son realmente curiosos, porque "Juego de tronos" es la única de las "grandes" candidata, y sus rivales son "Cosmos", "Agents of SHIELD", "Almost human" y "Los 100", y para estas tres series, figurar aunque sea en este apartado ya es todo un triunfo. Ya lo fue hace años para "Nikita" lograr la primera nominación al Emmy en la historia de The CW por una de estas categorías técnicas, y lo habría sido para "Arrow" lograr una nominación para sus dobles de acción que, al final, se le escapó. Es cierto que de estas nominaciones menos mediáticas no hablamos en el podcast especial de los Emmy de Lo que yo te diga, pero puede resultar una buena manera de pasar la semana que falta para que se entreguen los premios gordos, como quien dice.

P.D.: Este blog también necesita vacaciones de vez en cuando, así que va a estar parado durante un par de semanas. El fin de semana del 30 de agosto volvemos a leernos.

14 agosto 2014

La máquina de la verdad

La familiaridad es uno de los factores más importantes a la hora de hablar de una serie que "mejora" a partir de tal temporada, o tal capítulo. Como ya comentamos no hace mucho, ese concepto de "mejora" no se aplica a todas las series por igual; las hay que ya están plenamente formadas desde el piloto y, conforme pasan los episodios, lo único que hacen, a lo mejor, es explorar un poco más a los personajes, o ir plantando las semillas de revelaciones que, cuando las veamos, tendrán su impacto más por esa familiaridad que los espectadores habituales tienen con la serie que porque sean mejores o peores.

Un fenómeno similar ocurre con "Person of interest", un título que, a pesar de tener bastante éxito en CBS, casi puede decirse que tiene un seguimiento más de pequeña serie de culto en Internet. Los prejuicios hacia el factor procedimental son muy fuertes en este caso, y también que el piloto no era nada especialmente destacable, aunque sí apuntaba una trama de fondo con la Máquina con un gran potencial. Sus fans afirman que la serie mejora a partir de la segunda temporada, pero en realidad esa mejora es, precisamente, fruto de esa familiaridad que comentábamos antes, y del hecho de que sus guionistas fueran contándonos cada vez más cosas sobre el pasado conjunto de la Máquina y de Finch, y sobre esos inquietantes y poderosos personajes que quieren controlarla.

"Person of interest" utiliza bastante bien ese clima de vigilancia total de los ciudadanos por parte de los gobiernos, escudados en la "seguridad nacional", y también el papel de las empresas privadas en todas esas actividades. Lo que mueve a buena parte de los villanos de la serie es el dinero, pura y llanamente, empezando por esa trama de policías corruptos y acabando con quienes persiguen a Finch, y la unión de todo eso la convierte en una clara hija de su tiempo, del mismo modo que lo es "Continuum" con su trama de malvadas y tramposas multinacionales. Sí que es verdad que el dúo Finch-Reese, por muy entretenido que sea de ver, resulta mucho más divertido cuando entran en escena los detectives Fusco y Carter y, sobre todo, cuando aparecen dos personajes femeninos a los que muchos fans acreditan con esa sustancial "mejora" de la que hablábamos antes.

La inestable Root y la letal Shaw le aportan a la serie un toque de imprevisibilidad que le viene muy bien, y tienen con los protagonistas una dinámica diferente que ayuda a expandir su mundo. En mi puesta al día con "Person of interest", un poco a saltos, al final de la segunda temporada queda claro que esos dos añadidos son la mejor idea que el equipo creativo pudo tener, del mismo modo que lo fue hacer que Fusco y Carter pudieran ayudar a Finch y Reese sin tanto secretismo entre ellos. Como ocurre con "Arrow", los secundarios funcionan mejor cuando conocen el secreto de Oliver Queen, y aquí pasa algo parecido. Ese mundo clandestino de espías gubernamentales y negocios con la seguridad del país que pinta "Person of interest", un mundo no demasiado alejado de la realidad, es lo que le da su toque distintivo. Y la autoconsciencia de la Máquina resulta muy interesante de ver.

13 agosto 2014

El médico

El médico arrogante es ya un clásico de las series ambientadas en un hospital. Desde el doctor Benton de "Urgencias" a Gregory House o Bill Masters, casi se ha vuelto inevitable que el protagonista de gran parte de estos títulos sea alguin realmente muy bueno en su trabajo, pero completamente insoportable. "The Knick" es la última en seguir esta tendencia, pero es cierto que estar ambientada en un hospital neoyorquino en 1900 le da su toque de originalidad. De hecho, había despertado bastante curiosidad y no sólo porque es un proyecto dirigido por Steven Soderbergh y que él se empeñó en llevarse a Cinemax, en lugar de a su hermana mayor y más respetable, HBO. El contenido del canal le granjeó el mote de "Skinemax", y "Banshee" y "Strike back" no han contribuido a cambiarlo del todo. "The Knick" podría ser su particular "Mad Men" porque le da una vuelta de tuerca formal interesante a lo que es una serie de época con todas las de la ley.

Entre la música sintética de Cliff Martínez y la dirección de Soderbergh (como si fuera una película indie contemporánea), es inevitable pensar que la serie puede representar en Estados Unidos algo parecido a lo que "Bleak House" y "The crimson petal and the white" fueron en el Reino Unido, renovadoras en la manera de mostrar una historia ambientada hace más de un siglo. La segunda, sobre todo, no se cortaba a la hora de mostrar las perversiones que latían bajo la apariencia de respetabilidad de la sociedad victoriana, y "The Knick" aboga por algo similar. El negocio de las ambulancias, la corrupción presente en las inspecciones sanitarias de los edificios habitados por inmigrantes europeos pobres e ignorantes y la necesidad del hospital Knickerbocker de atraer fondos de donde sea son el fondo en el que vemos actuar al doctor John Thackeray, un cirujano de la época en la que realmente eran "matasanos".

Thackeray está obsesionado con innovar, con hacer avanzar la medicina y probar nuevos tratamientos que permitan una mayor supervivencia de los pacientes, y no permite que nadie se interponga en su camino. A su lado conocemos también a la señora Robertson, hija del principal benefactor del hospital, a su administrador, a un conductor de ambulancias (que se lleva un dinero por cada enfermo que lleve al Knick), a una enfermera novata y a un preparado cirujano que se encuentra con problemas para poder trabajar allí porque es negro. El primer capítulo muestra todas las líneas principales de un plumazo, nos presenta perfectamente a Thack, como lo llama todo el mundo, y tiene esa atmósfera de tratar 1900 como si fuera la actualidad, como si estuviéramos viendo "Urgencias", pero con los problemas inherentes a la época.

Está claro que ese toque posmoderno es lo que hacía encajar mejor "The Knick" en Cinemax que en HBO, donde "Boardwalk Empire" es un ejemplo de una manera más tradicional de rodar las series de época (incluso a pesar de los detalles gangsteriles de Martin Scorsese). La cadena ya la ha renovado por una segunda temporada y la recepción entre los críticos ha sido, en general entusiasta, así que parece que Soderbergh hizo bien retirándose del cine, por ahora, y pasándose a la televisión.

12 agosto 2014

Proscritos y héroes galácticos

Marvel Studios tal y como los conocemos ahora, con su Universo Cinemático, sus fases y sus planes al estilo estalinista, surgió en 2008 con el estreno de "Iron Man". Después de años de vender los derechos de sus personajes a otras compañías (Fox tiene los de los X-Men y Los Cuatro Fantásticos, y Sony los de Spider-Man, por ejemplo), la empresa decidió comenzar a producir sus propias películas de sus cómics, y probaron suerte con uno de los personajes menos conocidos entre los famosos, el alter ego de Tony Stark. No se sabía si alguien estaría interesado en ver la película, dirigida por Jon Favreau (que hasta entonces había compaginado su carrera como actor con una de director de cintas más familiares, tipo "Zathura" y "Elf") y protagonizada por un Robert Downey Jr. que estaba regresando poco a poco a Hollywood, tras años de problemas de todo tipo por su adicción a las drogas. Downey no era ni de lejos una garantía de atraer a la gente al cine; sus películas anteriores habían sido "Buenas noches y buena suerte", "Zodiac" o cintas independientes como "Retrato de una obsesión".

Iniciar la andadura de Marvel Studios con "Iron Man" era un riesgo, pero salió tan bien, que dio el pistoletazo de salida a lo que ahora mismo es casi el dominador del entretenimiento más mainstream en Hollywood. Entre las dos secuelas de "Iron Man", "Los Vengadores" y las dos películas del Capitán América (más las dos de Thor), el estudio ha ido encadenado taquillazo tras taquillazo, incluyendo en cada uno de ellos pequeñas pistas hacia la siguiente película y hacia el evento que quería crear con "Los Vengadores", una estrategia que ha repetido de cara a la secuela, "Age of Ultron". Sin embargo, la cinta en la que Marvel ha confiado para el verano es una que, a priori, no encaja dentro de ese plan, una que no está basada en ningún personaje realmente conocido de sus cómics y cuya base, de hecho, es bastante menos clara que, por ejemplo, la de la próxima "Ant-Man". Esta "Guardianes de la galaxia" era el siguiente gran riesgo para el estudio, la que podía dar al traste con todo lo construido hasta ahora. Pero la apuesta ha vuelto a salirles bien.

La película está muy enraizada no sólo en la trilogía original de "Star Wars" (el adorable Groot es muy Chewbacca), sino en las cintas de aventuras de los 80 (del mismo modo que Peter Quill sólo escucha música de aquella época, o de finales de los 70), y por lo que destaca más es por la decisión de su director, James Gunn, de hacer una comedia espacial. Gunn es conocido por haber imyectado humor en el género de terror con "Slither", una pequeña obra de culto, y parte de su sensibilidad gamberra y de no tomarase a sí mismo demasiado en serio se traslada a "Guardianes de la galaxia". Hay algunos chistes bastante inspirados (en concreto, uno referido a cierta película ochentera) y, como él mismo ha comentado en alguna entrevista, aprovecha todo el colorido y el exotismo de una space opera para su película. Hasta se permite algún detalle que parece unirla con la continuidad hacia "Avengers: Age of Ultron".

El resultado es una película de aventuras muy disfrutable, llena de personajes que funcionan bastante bien, con malos malísimos y con un grupo heterógeneo de héroes que bebe igualmente de la tradición televisiva de Joss Whedon, en la que los protagonistas de sus series, por muy diferentes unos de otros que fueran, terminaban formando una familia entre ellos. De hecho, la nave de Quill tiene al principio un aire muy de Serenity. Y una cosa he de reconocer; nunca se me habría ocurrido que un blockbuster veraniego utilizaría "Cherry bomb", de The Runaways, para ambientar una batalla espacial.

P.D.: Vi "Guardianes de la galaxia" en un preestreno organizado por Sensacine.

11 agosto 2014

Peggy Carter, agente de SHIELD

Es fácil ver por qué los gerifaltes de Marvel identificaron rápidamente a Peggy Carter como material para un spin off televisivo de las películas del Capitán América. Sin haber leído los cómics, sólo con la experiencia de "Capitán América" y "El soldado de invierno", son dos cintas en las que el tradicional rol del potencial interés amoroso, del personaje femenino que sí, vive esa aventura al lado del protagonista, pero su objetivo es ser puesta en peligro en el clímax final y salvada por el héroe, es girado hacia una compañera más a la altura de dicho héroe. Tanto Peggy Carter como la Viuda Negra se pasan media película vacilando a Steve Rogers (una sobre enseñarlo a bailar, la otra sobre posibles chicas a las que él puede pedir una cita), se meten en líos de los que son muy capaces de salir por ellas mismas y en la gran secuencia de acción que siempre cierra estas películas no son el objetivo principal de Rogers. Romanoff acaba en una situación de riesgo, pero es ella misma quien la desactiva.

Carter, por su parte, deja claro que puede perfectamente llevar el peso de esa próxima "Agent Carter" sin problema. Hayley Atwell tiene el suficiente carisma, sabe cómo decir esos one liners y cómo transmitir su independencia y se maneja bien en las secuencias de acción, como dejó claro aquel one shot incluido en el DVD de "Iron Man 3", y en la serie van a estar implicados también Christopher Markus y Stephen McFeely, guionistas de las dos películas de "Capitán América", así que es de suponer que tratarán a Peggy como se merece. Lo cierto es que en "El primer vengador" hay unos cuantos secundarios que merecerían su propio spin off, desde las diferentes innovaciones de Howard Stark (un trasunto de Howard Hughes al que sólo le falta producir películas) al comando que acompaña al Capitán en sus misiones desmantelando las diferentes bases de Hydra por media Europa. Pero aún es más interesante el cambio de tono que hay entre las dos cintas, en cuanto al género.

Aunque sean películas de superhéroes, formalmente, "Capitán América" es una cinta bélica, con su entrenamiento de los soldados, su reunión del grupo principal, sus misiones "de prueba" y el gran asalto final al verdadero objetivo, mientras "El soldado de invierno" es más una historia de espías a lo Jason Bourne, con traidores dentro de SHIELD, el Capitán tratado como un fugitivo y el intento por averiguar quién maneja realmente los hilos, y quién no es quien decía ser. Cuando se estrenó, la pasada primavera, bastantes críticos estadounidenses anotaban esos comentarios de rondón que hacían los malos sobre la "necesidad" de vigilar de cerca a todo el mundo, de espiarlos sin que lo supieran para poder detener posibles ataques terroristas, algo muy de actualidad con el escándalo de la NSA. No esperaban que un blockbuster de superhéroes se pusiera a hacer un comentario sobre el actual clima político de la inteligencia norteamericana (y a parecer a veces una versión de gran presupuesto de la trama de la Máquina de "Person of interest", lo que no es malo), y el contraste entre las creencias del secretario Pierce y los principios de Rogers se aprovechaban bastante.

Hay curiosidad por ver qué hara Marvel con esa "Agent Carter" que se emitirá durante el hiato veraniego de "Agents of SHIELD". Y también hay curiosidad por comprobar si el estudio decidirá darle una película para ella sola a la Viuda Negra. En "Los Vengadores", era uno de los personajes de los que te quedabas con ganas de ver más (como del Bruce Banner de Mark Ruffalo, y eso que él es, en buena parte, el centro de la cinta), y en "El soldado de invierno" aporta gran parte de la diversión y demuestra que es una compañera casi más resolutiva que el Capitán en bastantes aspectos. De hecho, es curioso que el círculo de confianza de Nick Fury en ese título lo formen Romanoff y Maria Hill.

10 agosto 2014

Cuando los clones no eran famosos

Que "Orphan Black" ha sido uno de los éxitos más inesperados de los últimos dos años  está bastante claro. La serie de ciencia ficción de BBC America se ha convertido en una de las favoritas de Internet, con una comunidad de fans muy dedicada, y su protagonista, Tatiana Maslany, ha recibido el reconocimiento tanto de los fans como de los críticos, lo que no es demasiado fácil de conseguir al mismo tiempo. Maslany era una completa desconocida cuando empezó la serie, como parte de su reparto, pero como es habitual, todos habían hecho otras cosas que les pusieron en el camino de la fama.

Empecemos por una fácil, que es Maria Doyle Kennedy. Esta veterana actriz, y cantante, irlandesa debutó en el cine en "The Commitments" (es la morena de la derecha), sobre el ascenso de una banda de soul en Dublín y basada en una novela de Roddy Doyle. Aquella película fue un éxito y le permitió participar en películas y series de lo más variado, desde la "Queer as folk" británica a las más recientes "Los Tudor", la primera señora Bates en "Downton Abbey" o "Byzantium", la última cinta de Neil Jordan. Y por el camino, no ha dejado de cultivar su carrera musical.

Aparte de Maslany, probablemente, la otra revelación de la serie sea Jordan Gavaris, que interpreta a Felix con un gran carisma y un enorme sentido de la diversión. Como muchos jóvenes actores canadienses, Gavaris dio sus primeros pasos en este mundo en "Degrassi: la nueva generación", que debe ser de las series juveniles más veteranas. Después, no ha hecho demasiadas cosas hasya llegar a "Orphan Black", aunque sí participó en la segunda serie de acción real de Cartoon Network, "Unnatural history".

Dylan Bruce, por su parte, lo que tiene en su currículum hasta que llegó el misterioso Paul es un buen número de tv movies como "Love's Christmas Journey", en la que parecía sacado directamente de "La doctora Quinn". También tuvo papeles mínimos en "Joey" o "Las Vegas", y realmente ha sido a partir de "Orphan Black" cuando ha empezado a trabajar más. Lo mismo estaba en la segunda temporada de "Arrow" que en la nueva versión de "Flores en el ático" y su continuación.

Probablemente, del reparto principal de la serie, sea Evelyn Brochu al que tiene una carrera más indie festivalera, como quien dice. El fotograma corresponde a "Café de Flore", la película que Jean-Marc Vallée hizo entre "C.R.A.Z.Y." y "Dallas Buyers Club" (y después de "La reina Victoria"), y hace un par de años fue también la protagonista de "Inch 'Allah", en la que era una médico atrapada en medio del conflicto palestino-israelí. Casi todos sus proyectos se encuadran en la cinematografía francófona canadiense.

No podíamos dejar de lado a la reina de la función, Tatiana Maslany, que lleva actuando desde que era una niña. En su haber también hay unos cuantos proyectos históricos, desde "Un mundo sin fin" a la miniserie "La Natividad", en la que ya podéis imaginar a quién interpretaba. José, por cierto, era Andrew Buchan, el padre del niño asesinado en "Broadchurch", y hasta andaba por ahí también Peter Capaldi (que era el rey mago Baltasar).

Música de la semana: "Defiance" no está apuntándose demasiado a las versiones peculiares que puntuaban su banda sonora en la primera temporada, pero entre los temas más electrónicos de Alak Tarr cuelan cosas como "In spite of me", de una banda alternativa de los 90 llamada Morphine.

08 agosto 2014

El alma de Vanessa Ives

En las opiniones para todos los gustos que ha habido sobre "Penny Dreadful", hay una que sí es más o menos compartida por todos los que han visto su temporada de ocho capítulos, y es que, aunque había tramas y personajes que no acababan de funcionar bien, Vanessa Ives ha sido la línea conductora que ha mantenido a flote la temporada, la que siempre ha mantenido el interés. La serie empieza con ella rezando desesperada ante un crucifijo en una habitación prácticamente desnuda, y termina con Vanessa afrontando esa pregunta que tiene que obligarla a plantearse quién es y quién quiere ser (y cuya respuesta me imagino perfectamente). Casi puede decirse que esta primera entrega de la serie ha sido más la batalla por el alma de la señorita Ives que otra cosa, pues ella es la que se ha llevado más atención por parte de John Logan, el creador.

La monumental interpretación de Eva Green tiene buena parte de la culpa de que su personaje haya robado limpiamente "Penny Dreadful", y no sólo a través de esas inquietantes posesiones que vemos en varios capítulos. Todo el quinto episodio se dedica a contarnos la verdadera naturaleza de la relación entre Vanessa y el cruel Malcolm Murray, y a que veamos de dónde viene esa obsesión por encontrar a Mina que va más allá de que sea la hija de Sir Malcolm. Esa mayor exploración sobre su dinámica permite que el final, aunque no sea todo lo explosivo que parecía, tenga cierta resonancia emocional, porque Vanessa y Murray han sido, al fin y al cabo, los personajes alrededor de los que ha girado la serie. Eso quiere decir que la historia de Frankenstein no ha terminado de funcionar del todo bien (pese a que Harry Treadaway ha sido una de las revelaciones), y que ha acabado yendo al punto donde estaba claro que iba a ir desde el tercer o cuarto capítulo. Quizás en la segunda temporada tenga algo más de interés, como pasa con una Brona Croft cuya aparición ha sido muy de instrumento para que ocurra algo en el último capítulo.

"Penny Dreadful" ha resuelto casi todos sus misterios (menos qué pinta Dorian Gray en todo esto), pero lo realmente curioso de ella es algo que un crítico estadounidense apuntaba al principio de la temporada; que John Logan no tiene ningún problema en detenrer la acción y explorar algo que a él le parece fascinante, confiando en que los espectadores se subirán al carro con él. Esos parones centrados en algún perrsonaje cuando la trama parece que arranca finalmente buscan precisamente mantenernos deseosos de saber cómo continúa todo, y muestran la voluntad de Logan de detenerse a explorar mejor ese mundo que ha creado, ha mostrarnos un poco más cómo son los personajes a los que seguimos semana a semana. "Penny Dreadful" tiene toda la atmósfera de una novela gótica de terror, yendo a su propio ritmo y apostando por traumas del pasado de los que los protagonistas no pueden huir, por mucha heroína y opio que utilicen. La trama que realmente interesa a la serie está en la psicología de sus personajes, más que en la persecución de esos vampiros y, de hecho, la mitología de la serie no tiene demasiado sentido.

Pero es que no es lo más importante. Es la pelea de Vanessa Ives por retener su personalidad e individualidad, por no dejar que esas entidades oscuras la posean, lo que de verdad impulsa estos ocho episodios, y Green maneja todo el viaje perfectamente. Las transiciones entre la Vanessa "normal" y la "enferma" han sido de lo más destacado de este año televisivo, y es de agradecer que "Penny Dreadful" abrace tan completamente el género del terror victoriano y que no pida disculpas por ello. Al final, hasta Josh Hartnett resulta entretenido de ver, aunque su "misterio" fuera demasiado evidente.

06 agosto 2014

Perdida en Escocia

En 1996, cuando George R.R. Martin publicó “Juego de tronos”, el primero de sus proyectados siete libros de la saga “Canción de Hielo y Fuego”, Diana Gabaldón acababa de publicar “Tambores de otoño”, cuarta entrega de la serie que había iniciado, cinco años atrás, con “Forastera”. Aquel libro se convirtió en un best-seller y en un fenómeno con una numerosa y entregada comunidad de fans que querían saber qué nuevas aventuras iba a vivir Claire Randall, enfermera militar durante la Segunda Guerra Mundial que, meses después del final de la contienda, viaja en el tiempo hasta la Escocia del siglo XVIII. La propia Gabaldón reconoce que su agente le recomendó que, en lugar de clasificar el libro como ciencia ficción, que lo hiciera como una novela romántica, pues es la relación entre Claire y el escocés Jaime lo que impulsa la acción, si quería vender muchos ejemplares y, curiosamente, que su obra no acabara dirigida a un nicho muy concreto de lectores.

Lo más curioso todavía es que esa mezcla improbable, la del viaje temporal y las explícitas descripciones sexuales del género, convierte a Starz en el hogar más adecuado para la adaptación televisiva, “Outlander”, una adaptación a la que Gabaldón se enfrentó del mismo modo que lo hizo Martin a las ofertas de Hollywood para comprarle los derechos de su libro; decir que no durante años a todas las que no le convencieran. Si en el caso de “Juego de tronos”, el escritor no cedió hasta que no llegaron David Benioff, D.B. Weiss y HBO, en el de la autora tuvo que aparecer Ronald D. Moore, guionista curtido en la ciencia ficción y las space operas gracias a un par de franquicias de “Star Trek”, “Roswell” (que, por cierto, reunió a un muy peculiar grupo de escritores) y, sobre todo, el remake de “Battlestar Galactica”. Moore tenía este año otra serie como productor, “Helix”, pero es en “Outlander” donde está implicado de verdad, y esa implicación es al que ha despertado la curiosidad de los espectadores que no estaban familiarizados con las novelas originales.

Starz confía en que “Outlander” sea su gran éxito de público. Hay por ahí quien se ha atrevido con las comparaciones con “Juego de tronos” en lo que respecta al sexo y al punto de vista desde el que se presenta (un jardín que dejaremos para otro momento), cuando la serie de HBO es un espejo para la de Starz por su capacidad para saltarse las barreras de género puestas alrededor de las obras de fantasía. “Juego de tronos” ha logrado atraer a tantas mujeres como hombres, y “Outlander” tiene que conseguir lo contrario, que los hombres se interesen por un título, a priori, para mujeres. Por ahora, sólo se ha podido ver el piloto, pre-estrenado en Internet antes de su emisión “oficial” el sábado, y hay que esperar un poco más para ver si la serie realmente puede ir a alguna parte. El principal problema es una voz en off demasiado omnipresente (que da la sensación de estar ahí para dar a los lectores la oportunidad de escuchar algunas de las frases más reconocibles del libro), y que realmente no aporta gran cosa, más que subrayar de más lo que estamos viendo en pantalla (algo que la banda sonora ya se encarga de hacer). Las voces en off pueden ser un añadido interesante si se utilizan con mesura y saben dosificarse y aquí, de momento, se han decantado por el exceso.

Y no es necesaria tanta explicación en off para interesarnos por la serie porque el primer episodio realmente no está mal. Hay mucha exposición y explicación de personajes y situaciones, lo que es algo inevitable en un piloto de estas características, pero lo que sí hace bien es tomarse su tiempo en presentar a Claire (una Caitriona Balfe con una cara que parece sacada directamente de 1940). Ella es la gran protagonista de “Outlander” y los espectadores necesitan conocerla y preocuparse por ella cuando acabe en 1743, y se puede decir que se cumple esa misión. Jaime aparece ya en los últimos compases del capítulo, pero no parece haber prisa por presentarlo (lo que es de agradecer; ya pasan demasiadas cosas como para que encima se añada un monólogo en el que conozcamos a todo el clan de Jamie en diez minutos). Al igual que Claire, iremos familiarizándonos poco a poco con su nueva situación, con los personajes y con la atmósfera de la serie, pero lo que sí queda claro desde el principio es que rodar en Escocia es un gran bonus. Los paisajes y la luz destacan enormemente en ese primer episodio.

05 agosto 2014

Déjame ser tu estrella


 Tal día como hoy, moría Marilyn Monroe hace 52 años. Tenía 36 años y, en ese mismo momento, daba comienzo la leyenda (“Cuando la leyenda se convierte en hechos, imprime la leyenda”, decían en “El hombre que mató a Liberty Valance”). La actriz se convirtió en el sex symbol por antonomasia, en un icono pop que parecía ser el reverso femenino de Elvis Presley (o él sería el reverso masculino de Marilyn, pues murió quince años más tarde), y cuando llegó el medio siglo de su fallecimiento, tenían que aparecer por todas partes los homenajes, las nuevas biografías, las ediciones de sus poemas, de fotos inéditas y, claro, las películas. En este caso, deberíamos mencionar el documental “Love, Marilyn”, en el que diferentes personalidades de Hollywood leían algunos de los escritos de la actriz, la película “Mi semana con Marilyn”, con Michelle William mimetizándose en la estrella durante el rodaje de “El príncipe y la corista”, y la serie de televisión “Smash”.

Ésta es la que nos interesa más, especialmente por su condición de oportunidad perdida por parte de NBC. La serie contaba la puesta en pie de un musical de Broadway centrado en Marilyn Monroe, con las dos actrices que aspiraban a ese papel como las principales protagonistas y, a su alrededor, veíamos también al dúo escritora-compositor del libreto y las canciones, al director-coreógrafo, a la productora y a otros personajes implicados en la obra. El piloto, emitido en la midseason de la temporada 2011/12, fue recibido con buenas críticas y muchas esperanzas de que la NBC, entonces en pleno intento de escapar del hoyo en el que había caído durante buena parte de los 2000, hubiera encontrado su drama adulto, su “The good wife”, como quien dice. “Smash” tenía gente más que capaz de sacar la serie adelante tanto detrás como delante de las cámaras, pero todos sabemos cómo acabó la historia.

Tras haber popularizado el término hate-watching, y después de dos temporadas con audiencias cada vez más terribles y una visibilidad aún menor para cuando emitió el quinto capítulo de la segunda entrega, la cadena decidió cancelarla. Si habéis leído este blog en los últimos dos o tres años, sabéis perfectamente que “Smash” era una de mis debilidades personales, una serie que seguía religiosamente a pesar de que, en realidad, no era buena y tenía pocas cualidades redentoras de sus tramas culebroneras, sus personajes irritantes y sus giros de guión ridículos. Había algunas tramas y algunos actores que merecían la pena, y las canciones originales (escritas por March Shaiman y Scott Wittman) siempre estuvieron a un gran nivel. Podía ser divertida y entretenida en medio del desastre general, y aquellos planos de personajes caminando por Times Square le daban un aire neoyorquino que le venía muy bien.

Curiosamente, todo esto puede convertir “Smash” en una serie veraniega curiosa, más teniendo en cuenta que los musicales están volviendo a las carteleras (ahí está esa “Into the Woods” para las navidades, o “Begin again”, “Amanecer en Edimburgo” y “Walking on sunshine”) y que ABC tiene lista para la próxima temporada “Galavant”, una comedia musical de príncipes y princesas que, por el tráiler, parece una mezcla entre “Once upon a time” y “Shrek”. En “Smash” hay veteranos de Broadway que merecían mejor suerte (como Christian Borle y Megan Hilty), unos números musicales tremendamente pegadizos y con la chispa que le faltaba a unas cuantas tramas (y algunos loquísimos, como aquel de Bollywood), y si merece la pena echarle un vistazo es justo por ver la promesa que escondía la serie, y que se materializó pocas veces. Y que parece estar a punto de convertirla en una muy improbable serie de culto.

04 agosto 2014

Las siete vidas de Linden y Winger

No debe haber serie más odiada actualmente por los críticos estadounidenses que “The Killing”. El desastroso manejo por todas las partes del final de su primera temporada desató unas reacciones viscerales que todavía colean cuatro años más tarde. De hecho, la inquina incrustada hacia el título de AMC nunca se ha disipado, y cada vez que Linden y Holder estrenan nuevos capítulos, vuelve a salir a la superficie, como el hielo sublimado en el núcleo de un cometa cuando se aproxima al Sol. Esta vez, el rencor parece haber mutado más a confusión ante la resistencia de la serie a morir, pues después de que la cadena la cancelara dos veces, Netflix ha vuelto a rescatarla y estrenó hace unos días los seis episodios de su cuarta y última temporada.

En medio de los artículos recuperando de nuevo los azotes hacia Veena Sud, surge sin embargo un tema muy interesante y que hemos comentado en otras ocasiones que se ha convertido en uno de los aspectos clave en la supervivencia de no pocas series; las ventas no sólo en mercados internacionales, sino en otras plataformas de visionado diferentes de la tradicional emisión televisada.  El modelo de negocio de The CW descansa casi por entero en esa nueva avenida para amortizar estos títulos, porque si no fuera por la acogida que tienen fuera de las fronteras estadounidenses, nadie habría imaginado que “Beauty and the Beast” o “Nikita” podrían haber pasado de la primera temporada si sólo prestábamos atención a sus audiencias. En el caso de “The Killing”, AMC la canceló al final de la segunda y, después, al final de la tercera temporada porque esos números, los de los espectadores, no le cuadraban. Pero su estudio, Fox, ganaba dinero con la serie por otros lados, y por eso se ha mostrado siempre muy dispuesto a prolongar su vida todo lo que pudiera.

Y en el mismo caso que el remake de “Forbrydelsen” se encuentra “Community”. Su última y milagrosa resurrección, por una sexta entrega que se verá en Yahoo, llevó a que algunos periodistas se preguntaran si no sería mejor dejar tranquilas las series que son canceladas después de haber superado con creces su esperanza de vida, teniendo en cuenta sus audiencias. Pero Sony también se ha resistido siempre a tirar la toalla con la comedia de Dan Harmon. La posibilidad de amortizarla a través de un acuerdo de sindicación, o con ventas en DVD o de otra manera, le llevaba a rebajar todo lo posible la cuota que la NBC pagaba por cada episodio y, de esa manera, favorecía que la renovara año tras año aunque, sólo fijándonos en su audiencia, debería haberla cancelado en la segunda temporada.

Pero el negocio ha cambiado mucho en los últimos cinco años. Las series tienen una vida bastante más larga ahora, gracias no sólo a los DVDs, sino a su inclusión en los catálogos de plataformas de vídeo bajo demanda online, o a la aparición de nuevos proveedores de contenido que prefieren arrancar su producción propia de ficción con un título ya conocido, y descartado por otra cadena, que con uno totalmente nuevo que tenga que pelear por la atención de los espectadores. Lo que no impide que, a veces, realmente sea mejor no resucitar series que ya han dado de sí todo lo que podían.

03 agosto 2014

Terrícolas extraterrestres

Una de las películas más peculiares que se vieron el año pasado en el circuito festivalero fue "Under the skin", tercer trabajo de Jonathan Glazer tras "Sexy Beast" y la muy controvertida "Reencarnación". Si en aquella Nicole Kidman era convencida por un niño de que era la reencarnación de su marido muerto, en "Under the skin" tenemos a Scarlett Johansson como un alienígena que se dedica a "recoger" a hombres solos por las calles de Glasgow. Dicho así, puede parecer una especie de "Species" de arte y ensayo, pero Glazer le imprime una atmósfera austera y, nunca mejor dicho, alien a la historia que no sólo la hace destacar, sino que la convierte en una película bastante polarizante; o se la encuentra muy interesante, o irritante hasta el extremo. Casi no hay diálogo y todo lo vemos a través de los ojos de la extraterrestre, a la que seguimos hasta cuando su misión da un giro casi inevitable, pero algo inesperado.

Johansson es la reina de la función, siendo completamente inhumana cuando su alienígena está en plena faena, y otorgándole una extrañeza ante todo lo que le rodea que acaba jugando un papel muy importante al final. Tiene algunas imágenes muy potentes, y resulta curioso que sea una adaptación de una novela de Michel Faber porque parece que las historias de este hombre se prestan a traslaciones a la pantalla cuanto menos particulares y originales, como hizo la BBC hace ya un par de años con "The crimson petal and the white". "Under the skin" es perturbadora, oscilando entre la ciencia ficción y el terror, y con una escena en una playa que es la que generó más polémica cuando se estrenó en el Reino Unido esta primavera, y que nos establece firmemente la naturaleza extraterrestre del personaje de Johansson (que aguanta perfectamente que toda la cinta descanse sobre ella).

ALERTA SPOILERS: Por si sois como yo, y habéis esperado al verano para ver "Los 100", a lo mejor no queréis seguir leyendo si no queréis saber cómo termina la primera temporada.

No hace mucho comentamos que "Los 100" había sido una de las revelaciones de la temporada pasada, un poco en el estilo de "Orphan Black" en 2013, porque había resultado ser una serie que, sin dejar de pagar ciertos peajes debidos a la cadena en la que se emite (The CW), tenía en su interior una historia de ciencia ficción realmente interesante, y que se preocupaba de explorar a fondo en algunos de los aspectos más inesperados (como los dilemas sobre la tortura de un prisionero o si es necesario exterminar a la mitad de la población para que la otra pueda aguantar con vida tres meses más). Las tramas de la estación en el espacio y de los chavales en la Tierra van in crescendo hasta un final de temporada por todo lo alto, en el que el Arca aterriza en la superficie y, finalmente, averiguamos qué hay en ese Monte Weather al que los 100 debían dirigirse cuando llegaron allí.

Y parece que el panorama es bastante más complejo de lo que el canciller Jaha y los suyos pensaban. Durante los casi cien años que la Tierra ha estado "deshabitada", ha surgido allí un nuevo orden, una nueva manera de sobrevivir para la que los que llegan del espacio no están en absoluto preparados. No son capaces de comprender quiénes son los terrestres y, desde luego, da la sensación de que quien esté atrincherado en la montaña tiene sus propios planes. Lo interesante de todo esto ha sido ver no sólo esas pugnas por el control en el Arca (y a Kate Vernon asumiendo más el papel de Gaius Baltar que el de Ellen Tigh), sino cómo Clarke, su protagonista femenina principal, ha ido aprendiendo que ser un líder implica tomar decisiones difíciles y ahcer sacrificios. Es decir, como decía Alx por Twitter, se ha embarcado en su viaje a ser una mini-Roslin. El cliffhanger final en esa extraña habitación blanca (muy del estilo de los Otros en "Perdidos") deja la serie en un punto muy interesante para la próxima temporada.

Música de la semana: Curiosamente, "Los 100" opta por una canción para cerrar la temporada que tiene el título de "Exit music (for a film"), de Radiohead.

02 agosto 2014

Tiburón a la vista

Las películas de los sábados por la noche en Syfy son un género en sí mismas. Se trata de cintas de bajísimo presupuesto con premisas a cada cual más alucinada, protagonizadas por estrellas de segunda en horas bajas y, a ser posible, con monstruos loquísimos o fenómenos meteorológicos totalmente imposibles que amenacen con destruir Los Ángeles, como mínimo. Gran parte de ellas están producidsas por The Asylum, especializada en este tipo de películas directas a DVD y, sobre todo, en copias descaradas de algunos de los títulos más éxito en el cine (su Thor es de no poder recuperar la mandíbula del suelo). Hasta el año pasado, sus títulos que habían adquirido algo más de repercusión por Twitter, por la pura locura de sus tramas, eran "Piranhaconda", "Sharktopus" o "Megapython vs Gatoroid", en la que sus protagonistas eran dos antiguas estrellas adolescentes del pop de los 80, Debbie Gibson y Tiffany (en las que estaba basada Robin Sparkles de "Cómo conocí a vuestra madre").

Todas están hechas con cuatro duros, y la siguiente en la lista el año pasado, "Sharknado" seguía la misma estela de todas las demás, y lo que se esperaba de ella es que funcionara igual que las demás; los habituales de este subgénero la comentarían por Twitter, sus espectadores se echarían unas risas, y poco más. Pero la casualidad quiso que se diera una serie de circunstancias que se conjuraron para que naciera el fenómeno "Sharknado". Syfy la emitió en julio, un día en el que no había prácticamente nada por la tele (todas las series habían terminado), y la actividad por Twitter relacionada con la película explotó de un modo totalmente inesperado. A eso hay que añadir que algunos famosos entraron también al trapo y, de repente, y por obra y gracia de un trending topic, la cadena se encontró de repente con su equivalente a una saga cinematográfica de superhéroes.

Hay que tener en cuenta que las historias de tiburones asesinos son un clásico del terror de serie B (y Z) desde "Tiburón", y que la "Shark Week" de todos los veranos de Discovery Channel es ya casi un clásico de la programación estival estadounidense, pero aunque esto puede ayudarnos a hacernos una idea de por qué los escualos son tan populares, sigue sin explicar el fenómeno de "Sharknado". Tal vez influya que son películas que sólo pueden disfrutarse de verdad en visionado en grupo, con ganas de no tomárselas nada en serio y de vitorear y aplaudir en todos los momentos más locos (las motosierras son siempre el momento favorito). Si las vemos como si fueran cintas con alguna aspiración, seguramente nos implosionaría el cerebro, pero hay que saber a los que nos enfrentamos cuando decidimos verlas. Y si son en pases en un cine de verano, como hizo Syfy España, el jolgorio es la mejor parte.