23 julio 2014

Abajo con los audímetros

El modo en el que se miden las audiencias en Estados Unidos lleva bastante tiempo puesto en cuestión. A todo el mundo se le llena la boca hablando de nuevas plataformas de contenido, de la irrupción de Netflix y de los cambios en los hábitos de consumo de programas de los espectadores, pero los éxitos y fracasos siguen midiéndose a través de las audiencias dadas al día siguiente, y obtenidas extrapolando los datos de una pequeña muestra representativa de familias con un audímetro en casa. El panorama empezó a cambiar durante la huelga de guionistas de 2007/08, cuando se notó una caída muy notable de espectadores en las series que volvieron a emitirse después. La televisión perdió pares de ojos que ya no recuperó, y que probablemente empezaron a derivarse hacia Netflix y otros servicios similares que les permitían ver lo que quisieran cuando quisieran, y las cadenas empezaron poco a poco a prestar atención a esas nuevas formas de consumo, buscando el modo de monetizarlas (es decir, de vendérselas a los anunciantes, que es de donde sacan sus ingresos).

El panorama ha tardado bastante en moverse, pero desde hace un par de años, está haciéndolo con bastante fuerza. Los canales integran en sus datos de audiencias no sólo las del mismo día, sino las de los visionados en diferido de hasta siete días más tarde (los famosos Live+3 y Live+7 que salpican tantas noticias sobre series), hay listados de lo más visto y de lo más grabado (que no siempre coinciden) y las descargas legales y los visionados en las webs de las cadenas han cobrado igualmente más importancia de la que tenían hace cuatro años. El asunto culminó en la última gira de la TCA (la Asociación de Críticos de Televisión de Estados Unidos), cuando FX anunció que iba a dejar de hacer públicos los datos de audiencias del mismo día de la emisión, y que sólo iba a anunciar los Live+3 en adelante. Para ellos, esos reflejan más acertadamente la audiencia total de un programa, pues recogen la cada vez más acusada tendencia de no ver los capítulos en el momento de su emisión.

En Vulture, por ejemplo, analizaban hace muy poco las audiencias de “Under the dome”, el éxito veraniego de la CBS, que en su segunda temporada han experimentado un notable descenso. Del primer episodio al cuarto, han pasado de 9,4 millones a 6,8, un 40% menos que la que tuvo el cuarto capítulo de la primera temporada. Sin embargo, eso sólo son los ratings del mismo día.  El 2x01 subió hasta los 14 millones al contar la audiencia Live+7, y teniendo en cuenta el lucrativo acuerdo que CBS firmó con Amazon para la repetición de episodios, y las ventas internacionales, es más que suficiente para seguir considerando la serie un éxito (por ahora, al menos). Las cadenas de cable también dan cifras de audiencia acumuladas cuando una serie acaba su temporada, en las que se suman todos los pases que cada capítulo ha tenido. Así es como “Juego de tronos” tuvo una audiencia media acumulada superior a los 18 millones de espectadores, o “Downton Abbey” superó en PBS los veinte.

La medición de espectadores sólo teniendo en cuenta cuántos de ellos sintonizan un programa el día de su primera emisión se ha quedado anticuada. Aunque siga siendo el método principal para conseguir inversiones publicitarias, la rentabilidad de la serie se mide ya por otros factores. El modelo de negocio de The CW, que puede mantener en antena títulos con audiencias mínimas porque los producen alguno de los dos estudios propietarios de la cadena y, por tanto, los rentabilizan por otro lado, bien puede ser un ejemplo de este nuevo panorama televisivo. Ahora casi se da más importancia a las cifras del Live+3 que a las tradicionales, y todo el mundo intenta diversificar las maneras en las que se puede hacer dinero de una serie (antes de que llegue a la sindicación, por lo menos). La era de los audímetros está llegando a su final.

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