15 julio 2014

La ciencia de la intimidad

ALERTA SPOILERS: Sólo por si acaso, he de avisar de que van a contarse algunas cosas del primer episodio de la segunda temporada de "Masters of Sex". Creo que, como "Mad Men", es una serie bastante resistente a los spoilers, pero avisados quedáis.

“Cuando una fuerza irresistible como tú se encuentra con un viejo objeto inamovible como yo”. Ese verso inicial de “Something’s gotta give”, una de las canciones más conocidas del compositor Johnny Mercer, es una expresión muy extendida en la cultura popular estadounidense, o lo era, y desde luego puede aplicarse perfectamente al arranque de la segunda temporada de “Masters of Sex”, la serie de Showtime que dramatiza la vida y obra de William Masters y Virginia Johnson, pioneros en la investigación científica sobre el sexo. La primera temporada sirvió para presentarnos no sólo a los personajes, sino al estudio de Masters, ese estudio que prácticamente es lo único que le importa en la vida, y asistimos también a como la fuerza irresistible que es Virginia mueve poco a poco la roca que es Masters. Él es hermético, con un don de gentes más bien escaso y está aterrorizado ante la posibilidad de que su esposa pueda quedarse embarazada, pero el soplo de aire fresco que representa Ginnie le va a obligar a replantearse algunas cosas.

 Y no sólo porque pasen de acostarse juntos por el bien de la ciencia, bajo las asépticas luces del hospital y con el cuerpo lleno de electrodos y cables, a hacerlo en un momento de vulnerabilidad emocional, en la oscuridad del dormitorio de Virginia y en plena noche de tormenta. No hace falta saber con antelación hacia dónde se encaminarán sus vidas para darse cuenta de que ambos se sienten atraídos el uno por el otro, pero se dedican a buscar peregrinas excusas para no tener que reconocerlo abiertamente. Esa conversación al final del episodio sobre por qué no están teniendo una aventura es muy representativa del autoengaño en el que ambos viven, y de lo que realmente desean de esa relación. Y lo más divertido de todo es que hacen DTR (“define the relationship”, que diría Tamara de “Awkward”) en el hall de un hotel a media hora de St. Louis, un hotel en el que piden una habitación bajo la falsa identidad de un matrimonio.

Johnson y Masters son fascinantes de ver juntos. Lo eran cuando se trataban con distancia profesional (incluso cuando participaban en el estudio) y seguro que van a serlo aún más ahora que su relación se ha trasladado al terreno íntimo. ¿Hasta cuándo podrán seguir diciendo que acostarse clandestinamente en hoteles de Illinois forma parte también de su investigación científica? De todos modos, el arranque de la segunda entrega apenas mueve las piezas lo suficiente para despachar a los personajes de la primera temporada que ya no veremos más, y para presentarnos a los que serán los jefes y compañeros de Masters a partir de ahora. Eso quiere decir que no vamos a volver a sufrir con la familia Scully, pero Barton y Margaret ya se encargan de encogernos otra vez el corazón antes de desaparecer de la serie, al menos de momento. Y lo mismo hace la doctora DePaul, que continúa siendo un gran personaje en sí misma, y no sólo por su interacción con Virginia.

“Masters of Sex” regresa hasta con una dirección más segura y hasta más “The Good Wife”, como si dijéramos, algo que queda ejemplificado en ese plano de Masters de pie ante el pasillo que lleva a la habitación de su hijo. Hasta los toques de humor están integrados de la misma manera fluida (el doctor Langham nunca falla en ese aspecto), y lo que todavía se acentúa más es la importancia que las mujeres tienen en esta historia. A finales de los 50 estaban todavía muy sometidas a las normas de la sociedad y a sus maridos, pero Libby, Jane, Virginia, Lillian DePaul y hasta Betty, casada ahora con el Rey de los Pretzels, son en realidad el motor de la serie, no sólo su corazón, sino también su cerebro.

P.D.: Es curioso que “Masters of Sex” se haya convertido casi en una cantera para proyectos que veremos esta temporada, o que empezaron el pasado otoño, lo que tiene la culpa de que haya una amplia rotación de secundarios. Allison Janney y Beau Bridges tienen  sus comedias en CBS (“Mom” y “The Millers”), Nicholas D’Agosto tenía el piloto fallido de “How I met your dad”, Rose McIver estará en “iZombie”, Julianne Nicholson aparece igualmente en "The red road" y Heléne Yorke está en la versión musical de “Balas sobre Broadway” en Nueva York. Al menos, Broadway devuelve a Annaleigh Ashford, que el año pasado estuvo nominada a un Tony a la mejor secundaria por “Kinky Boots”.

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