En 1997, el año en el que "El paciente inglés" ganó el Oscar a mejor película, se dijo que habían sido los premios del cine independiente porque incluso esa cinta, que era una épica historia de amor a lo David Lean, había sido producida fuera de las majors de Hollywood. Era también el momento en el que Harvey Weinstein estaba empezando a escalar posiciones como el productor más influyente a la hora de lanzar campañas de promoción para los Oscar que conseguían que títulos que jamás habrían sido consideradas para la academia para nada, como "Chocolat", terminaran colándose hasta en la categoría de mejor película. Casi veinte años más tarde, los estudios ya sólo producen blockbusters o películas consideradas "de prestigio" y que se conciben como posibles cebos para el Oscar, lo que puede dar lugar a que encontremos candidatas tan prefabricadas a llevarse el premio como "The imitation game".
Sin embargo, este año se ha dado una circunstancia curiosa, y es que esas cintas hechas con la gala del teatro Dolby en mente se han ido bastante de vacío, y las triunfadoras han terminado siendo otras más pequeñas y casi experimentales, proyectos personales como "Birdman", ganadora a mejor película y mejor director, más otros dos premios, o la sorprendente dominadora de los galardones técnicos, "El gran hotel Budapest". Las concesiones a los títulos más tradicionalmente de Oscar, como eran "The imitation game" y "La teoría del todo", llegaron en forma de los reconocimientos al guión adaptado de Graham Moore y la interpretación protagonista de Eddie Redmayne, pero hasta el Oscar de Julianne Moore, aunque puede considerarse que era su trabajo más Oscar bait, llegaba por una cinta tan pequeña como "Siempre Alice". Lo que sí fue muy de estos premios es que las estatuillas de secundarios fueran para veteranos que trabajan en todas partes sin que se les caigan los anillos, como J.K. Simmons y una Patricia Arquette que dejó uno de los momentos revindicativos de la noche al pedir la igualdad de salarios para las mujeres.
El Oscar de Arquette llegaba por "Boyhood", una película cuya inclusión en los Oscars ya habla bien a las claras de la situación de Hollywood, porque hace tiempo habría sido la niña mimada de los críticos y los festivales, la que arrasa en los Independent Spirit y en la gala grande habría logrado sólo, probablemente, la nominación de Arquette. Pero si durante bastante tiempo (hasta que "Birdman" empezó a ganarlo todo en los premios de los gremios) era la favorita, no era tanto por su calidad (que la tiene), como porque no había otra candidata que le hiciera sombra. Y algo parecido ocurre con "Whiplash", pero ésta hizo valer su energía para llevarse un Oscar al mejor montaje muy merecido, pero que casi nadie esperaba. Fue de las escasas sorpresas de una noche que ha ido perdiendo emoción con los años, y de manera inversamente proporcional a como ha ido creciendo el interés por la temporada de premios y la Carrera, que se inicia en septiembre en los festivales de Telluride y Toronto.
Ni siquiera los Oscars pueden sobreponerse a la saturación que se siente cuando todo este maratón de festivales, listas de críticos, entregas de premios, mesas redondas de posibles candidatos y sesiones promocionales llega a su final en febrero-marzo. Pero aunque la ceremonia no consiga ser memorable, este año dejó algunos momentos, y eso que se confirma que donde Neil Patrick Harris da siempre lo mejor de sí mismo es en los Tony. El número inicial, escrito por Robert López y Kristen Anderson-López (ganadores el año pasado a la mejor canción por "Let it go", de "Frozen"), era simpático y hacía un homenaje al cine punteado por pequeños chistes sobre la situación actual de Hollywood, y encajaba perfectamente en los puntos fuertes de Harris. Es verdad, no obstante, que si se le ha visto presentar los Tony y los Emmy, nada de lo que hizo en los Oscar era original. También destacaron Lady Gaga homenajeando el medio siglo de "Sonrisas y lágrimas" y el bienvenido caos que fue la interpretación de "Everything is awesome", el tema nominado de "La LEGO película", y que a veces recordó al número de Robin Williams cantando "Blame Canada", de "South Park".
Resumiendo, que los Oscars fueron los Oscars de los últimos años, una gala en la que casi no hay sorpresas, en la que el presentador arranca más o menos bien y luego se diluye y en la que no se consigue mantener cierto ritmo durante toda la ceremonia. Lo que sí parece estar convirtiéndose en tendencia es que las actrices se rebelen contra las preguntas estúpidas sobre el diseñador de su vestido o su manicura que les hacen en la alfombra roja. Aquel "tu culo es mío, Stone" de Jennifer Lawrence sirvió para algo más que para ser uno de los gifs más retuiteados.
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