La obsesión con el final de las series, con si el final será "bueno", es uno de los asuntos más fascinantes de la seriefilia moderna. Apenas hemos visto el piloto, ya estamos dándole vueltas a si los guionistas serán capaces de cerrar bien la serie, quizás dentro de siete temporadas. No es ésa la manera en la que se suele trabajar en televisión. Los showrunners afrontan las series temporada a temporada, y aunque pueden tener unma idea de cuál quieren que sea el final, o la última imagen que se vea de la serie, la naturaleza colaborativa del medio hace que el camino para llegar hasta allí cambie o que, directamente, ese final no sea el que se pensó originalmente.
Las entrevistas que Ron Moore dio cuando terminó "Battlestar Galactica" explican muy bien ese modo habitual de trabajar en las series, y el modo habitual en el que se empieza a desarrollar el último episodio. Y luego está el ejemplo de "Cómo conocí a vuestra madre", en el que Craig Thomas y Carter Bays tenían prácticamente escrito ese episodio final desde la segunda temporada y, a pesar de todo el tiempo que había pasado desde entonces, se mantuvieron fieles a él. Son diferentes maneras de enfrentarse al carpetazo a un montón de temporadas en antena, pero aun así, dejan abierta la puerta a cierta improvisación. Lo raro es que un guionista comience una serie sabiendo perfectamente cuál será su último episodio y cómo será el recorrido hasta llegar a él, a no ser que estemos hablando de una miniserie, pero también es verdad que ha habido algunos casos de historias así.
El paradigmático es, por supuesto, "Babylon 5", concebida por J. Michael Straczynski como una gran novela en cinco entregas. Y, aun así, esa serialización completa no entró de verdad en marcha hasta la segunda temporada, dejando que la primera siguiera un esquema más de space opera clásica, con sus historias autoconlusivas y, eso sí, la edificación en segundo plano de la trama que impulsaría la serie hasta el final. Probablemente, el guionista pudo salirse con la suya (aunque tuvo que adaptarse a eventos externos a la serie) porque "Babylon 5" se emitía directamente para la sindicación, del mismo modo que Bryan Konietzko y Michael Dante DiMartino pudieron diseñar sus dos series para Nickelodeon con antelación porque los tiempos de producción de la animación son largos y complejos.
Ambos han apuntado en más de una ocasión que, cuando estrenaron "Avatar. The last airbender", sabían que tendrían tres temporadas de 20 episodios cada una, y que cuando acabó la primera entrega de "The legend of Korra", tenían también la seguridad de que la cadena les había concedido 40 capítulos más, distribuidos en otras tres entregas, para contar la historia de la nueva avatar. Esa planificación se nota en el modo en el que las dos series van evolucionando con el paso de los episodios y se encaminan hacia un cierre bastante épico, pero no es la circunstancia más común. Para darse cuenta de cómo funciona el negocio, no hay más que echar un vistazo al final más polémico de los últimos tiempos, el de "Perdidos". Damon Lindelof y Carlton Cuse tuvieron que suplicarle casi a la ABC, a mitad de la tercera temporada, que les diera una fecha para la última entrega de la serie. Ambos señalaban que, a grandes rasgos, sabían cuál era el final, pero que no podían ponerlo en marcha si desconocían hasta cuándo iban a estar en antena. Algunos pensaréis que, para lo que hicieron, qué más daba. No, no lo daba. Y mejor no volvamos a entrar en ese círculo vicioso.
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