24 junio 2015
El mundo conectado de los Wachowski
Desde su estreno en Netflix, hace ya varias semanas, "Sense8" ha causado o división de opiniones o confusión de opiniones, directamente. En io9 opinaban que era la mejor "adaptación" de Philip K. Dick que se había hecho (en la serie mencionan a este escritor en uno de los capítulos), mientras otros no sabían si habían visto una genialidad o una tomadura de pelo. En Yo disparé a JR, cuando hablamos del arranque de la serie, comentamos que podría perfectamente ser las dos cosas, y también que está pensada para el visionado en maratón. La historia no empieza a volverse nítida hasta que no han pasado varios capítulos, y esos episodios son necesarios para que conozcamos primero a los sensates, los ocho protagonistas que, de la noche a la mañana, se encuentran conectados a través de un enlace espiritual y mental que no pueden explicar.
La idea de la conexión es una de las marcas de la casa de los hermanos Wachowski. En su trabajo permea siempre la idea de que son más las cosas que nos unen que las que nos separan, que todos buscamos encontrar esa conexión con otras personas y que es en comunidad donde está nuestra fuerza. Hasta en "V de Vendetta", que ellos produjeron, se cuela ese mensaje en la venganza de ese anarquista solitario. "Matrix" presenta a un elegido, pero éste necesita la ayuda del resto de colaboradores de Morfeo para poder llevar a cabo su misión, y toda "El atlas de las nubes" se basaba en esa misma idea. No es raro, por tanto, que la primera incursión televisiva de los hermanos gire precisamente sobre la idea de unidad de la humanidad, que puede ser una idea a veces un poco facilona y de baratillo, de hippies trasnochados, pero que en esta serie funciona.
O mejor dicho, funciona si entramos en su juego. "Sense8" es una serie de personajes, y ellos, y no la trama de fondo, son los que tienen que engancharnos. Si no nos interesan, nos costará bastante avanzar con una serie tan pensada para el modelo de emisión y consumo de Netflix, que hasta que no llega a la mitad de su primera temporada no echa a rodar realmente su mitología. Porque a los sensates los persiguen unos misteriosos hombres de los que apenas sabemos nada hasta, como decimos, prácticamente el punto intermedio de sus doce capítulos, y esa trama no avanza a la misma velocidad para todos los personajes. Algunos, como Will, saben antes que los demás lo que está pasando en realidad, mientras otros, como Kala, están aún confundidos y asustados por el hecho de que pueden verse, de repente, en otra ciudad en otra parte del mundo, que pueden sentir lo mismo que esa otra persona y que pueden utilizar habilidades vedadas para ellos gracias a esa conexión que comparten, que se explica como si fuera una especie de almacenamiento en la nube.
En "Sense8" se nota que los Wachowski y J. Michael Straczynski han vertido todas las cosas que les gustan y que les parecen interesantes. Hay escenas de acción, diálogos muy poco sutiles y no siempre inspirados, muy cierto, referencias a la ciencia ficción y los cómics, la filosofía (aunque sea de mercadillo) y un montón de toques de humor desperdigados por aquí y por allá. La historia de Lito, el personaje de Miguel Ángel Silvestre, puede la ser la más abiertamente cómica, pero hay capítulos, como el séptimo, en los que un sentimiento de diversión se adueña de todo, y resulta muy entretenido seguir la serie. Ahí está la clave; "Sense8" es entretenida, y aunque tenga una cierta ambición al estructurar la temporada como si fuera una larguísima película, y al haber rodado en nueve países diferentes, tampoco tiene pretensiones demasiado trascendentales. Es sobre todo un entretenimiento con momentos sonrojantes, sí, y con otros muy logrados. Esa es la naturaleza de los Wachowski.
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