En 2005, el canal infantil Nickelodeon estrenaba "Avatar: The last airbender", una serie con una animación y unos temas más en la línea de las series japonesas de guerreros y samurais que de la estadounidenses, aunque sus creadores fueran norteamericanos. Contaba la historia de Aang y el resto de benders, personas con la especial habilidad de manejar y manipular a su antojo los elementos de la naturaleza. Los principales eran los benders (o maestros) del aire, la tierra, el fuego y el agua, y quien pudiera dominarlos todos era el avatar, el elegido para llevar el equilibrio y la paz al mundo. Aquella primera serie tuvo un gran éxito en sus tres temporadas, hasta el punto de que, en 2010, M. Night Shyamalan dirigió una adaptación al cine que todo el mundo prefiere olvidar.
Nickelodeon, sin embargo, no quería abandonar el mundo de los avatares tan pronto, así que ordenó una secuela, "The legend of Korra", que iba a ser inicialmente sólo una miniserie de doce episodios sobre la siguiente avatar en la línea, una niña llamada Korra capaz de dominar el fuego, la tierra y el aire, y a la que se encuentra de un modo no demasiado diferente de cómo se elige al nuevo Dalai Lama. Korra tiene que asumir el puesto de Aang como garante de la paz en el mundo, una garantía que, en un estilo muy fiel a la filosofía oriental, sólo se consigue mediante el equilibrio no sólo de los elementos, sino de las diferentes naciones que componen dicho mundo. Pero, por supuesto, siempre hay gente que quiere romper ese equilibrio por sus venganzas personales o su sed de poder.
Lo que estas dos series, creadas por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, han logrado en la última década para un canal infantil es realmente curioso, especialmente en el caso de "The legend of Korra". De ésta última, que terminó hace unos días, se han leído críticas sobre su final en los sitios más insospechados, desde un artículo de Vanity Fair que comentamos hace poco a blogs más centrados en la ciencia ficción y la fantasía, como io9, a la web de medios en principio tan alejados como Forbes. Está dirigida a niños un poco mayores de diez años, y DiMartino y Konietzko la crearon siguiendo una petición de Nickelodeon de hacer algo similar a "El Señor de los Anillos" o "Harry Potter". Pero ellos optaron por poderes más orgánicos, que hay que aprender a manejar como si fueran un arte marcial, y decidieron cuán lejos podían llevar las tramas de un título infantil.
El libro 1 (así es como llaman a las temporadas) lidia con temas como el peligro del totalitarismo detrás de revoluciones que pueden tener un barniz éticamente correcto, el abuso psicológico, hasta la virtud de la paciencia y la contención en determinadas situaciones. En su momento, la muerte de un personaje en su último capítulo generó bastante controversia, y algunos fans creen que fue el inicio del lento declive en Nickelodeon, que no en fandom, que vivió la serie, que ha terminado emitiendo casi sus dos últimas temporadas en la web de la cadena. Paradójicamente, esa mudanza fuera de antena parece haberle dado más visibilidad entre un sector de la crítica, que ha hecho todo lo posible para hacer llegar al público lo que "The legend of Korra" estaba haciendo bien. Entre esas cosas, por ejemplo, figura un universo steampunk que los creadores afirman que es una mezcla entre Shanghai y Nueva York en los años 20, incluyendo una logradísima banda sonora que aúna instrumentos orientales con el jazz. Es un mundo que parece a veces sacado del inicio de "Indiana Jones y el Templo Maldito".
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