La guionista Sally Wainwright era más conocida hasta ahora por haber creado "Scott & Bailey", una serie policíaca ambientada en Manchester y cuyas protagonistas son dos mujeres. El centro de esa serie es más la amistad entre ellas dos (y con su jefa) que los casos que tienen que resolver, pero éstos siempre suelen tener su punto de sordidez, de que son actos cometidos por gente que no tiene nada que perder y que hace tiempo que dejó de tener la esperanza de que su vida puede cambiar, como no sea a peor. Este sentimiento acompaña gran parte de lo que ocurre en "Happy Valley", la siguiente creación de Wainwright y la que le ha dado más reconocimiento y mucha más visibilidad entre la blogosfera (como dice Crítico en serie, "Scott & Bailey" está más hecha para el consumo interno que para la exportación). También se traslada a sus dos protagonistas, la sargento Catherine Cawood y su hermana, buena parte de la dinámica y de la relación entre las dos detectives de la serie anterior; Siobhan Finneran (sí, era O'Brien en "Downton Abbey") y Sarah Lancaster enseguida desarrollan una química fraternal muy creíble.
La familia, de hecho, es un punto muy importante en esta serie. Catherine no ha superado la muerte de su hija, años atrás, y mucho menos por las circunstancias en las que se produjo, y mientras tanto trabaja como policía en uno de los barrios más arrasado por las drogas de esa ciudad del norte de Inglaterra en la que, como dice la canción de Jake Bugg que le sirve de sintonía, lo único bonito es la idea de marcharse de allí. Mientras tanto, un tipo muy gris y muy Jerry Lundegaard en "Fargo" decide "vengarse" de su jefe poniendo en marcha una trama criminal en la que acaba involucrado un delincuente sumamente peligroso e impredecible, y el modo en el que todas estas líneas argumentales acaban cruzándose es uno de los aspectos más satisfactorios de la serie. Como ocurría en la película de los Coen (y en la serie de FX), la situación se descontrola muy rápido porque allí nadie sabe lo que está haciendo, los mueve la avaricia y el sentimiento de que ellos no tienen la culpa de sus propias decisiones, de que todo es culpa de quien tienen por encima y de sus presiones.
De todos modos, si por algo ha destacado "Happy Valley" no sólo ha sido por su historia o por el retrato social de esa ciudad deprimida económicamente, sino por la sargento Cawood. Policía muy experimentada, y que empieza a estar cansada de que nada de lo que hace sirve para cambiar la situación, la exploración de su complicada vida familiar es lo que diferencia esta serie de otras que traten también de secuestros, tráfico de drogas y delincuencia a pequeña escala en barrios pobres. Ahí se aprecia el toque de Sally Wainwright, que tiene a su mejor aliada en una Sarah Lancaster absolutamente fantástica tanto en los momentos íntimos de Cawwod como dejando ver la rabia que la acompaña a todas partes, y de la que es incapaz de librarse. Es una heroína poco convencional para televisión, pero muy efectiva como centro de esta serie, que BBC renovó por una segunda temporada.
Ah, por cierto, no confundáis esta "Happy Valley" con un documental del mismo nombre que trata sobre un escándalo de abusos sexuales en el equipo de fútbol americano de la universidad Penn State, y que tiene pinta también de no ser un visionado demasiado fácil.
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