Que la relación entre los críticos de televisión estadounidenses y Aaron Sorkin lleva años siendo… complicada es algo plenamente conocido. La breve “Studio 60” empezó a fracturar el aura autoral y de imbatibilidad que el guionista se había ganado en “El ala oeste de la Casa Blanca” (especialmente en sus cuatro primeras temporadas, las que él supervisó), con los críticos buscando grietas en ese idealismo con el que Sorkin presenta la política americana, la responsabilidad social de los espacios de humor y, al final, la de los canales de noticias 24 horas. Probablemente, en cuanto empezó a dar lecciones de lo que debía ser el buen periodismo se puso él mismo una diana en la espalda, y más cuando su última serie, “The Newsroom”, se servía de noticias reales de algunos años atrás para dar esas lecciones. Los sorkinistas siempre han defendido que la serie es una versión idealizada, la mejor a la que puede aspirar este tipo de periodismo, mientras sus detractores le acusan de ser un ventajista precisamente por utilizar eventos en los que es bien conocido cómo se desarrollaron y qué errores se cometieron en su cobertura informativa.
Con la serie en su tercera y última temporada en HBO, ambas posiciones parecían haber llegado a una entente. Sorkin reconoció que se había equivocado en algunas cosas, especialmente en la primera temporada, y se propuso entregar una “The Newsroom” mejor en las dos temporadas siguientes, y buena parte de los críticos adoptaron una posición de buena voluntad ante sus nuevos capítulos. Sin embargo, todo eso da la sensación de haber saltado por los aires con “Oh Shenandoah”, el episodio emitido el pasado domingo, en el que todas las viejas acusaciones contra el guionista, sobre todo en su tratamiento de Internet y de los personajes femeninos, han regresado con más fuerza que nunca. Antes de comentar esa controversia, hay que contextualizarla un poco, y también hay que apuntar que yo no he visto el episodio de la discordia. Abandoné “The Newsroom” en la primera temporada, sin que me convenciera la superioridad moral de Will McAvoy y sin que terminara de apasionarme la trama periodística, aunque tenía algunas secuencias con un gran ritmo. Lo que se recoge aquí es el cruce de críticas entre periodistas, el propio Sorkin y hasta una de sus guionistas sobre una subtrama concreta del capítulo; la investigación de Don de una joven universitaria que había acusado a otros dos estudiantes de haberla violado y que, como nadie hacía nada al respecto, había creado una web para que otras víctimas denunciaran hechos similares.
Lo que hay que tener en cuenta a la hora de comprender las reacciones es no sólo si las acciones de Don nos convencen o no (repito que no he visto el capítulo, sólo he leído lo que gente como Emily Nussbaum describe en The New Yorker, o James Poniewozik en Time, sobre la declaración de Don de que está moralmente obligado a creer al hombre acusado de violación), sino el momento social en Estados Unidos en el que se ha emitido ese capítulo, escrito y rodado hace meses. Se ha visto en medio de una enorme polémica por un reportaje de la revista Rolling Stone en el que se denunciaba la violación de una estudiante de la universidad de Virginia por parte de un grupo de miembros de una fraternidad, reportaje del que la revista se ha retractado cuando han empezado a surgir dudas sobre lo que esa estudiante contó al periodista. Este escándalo anima más un debate que la sociedad estadounidense tiene en marcha ya un tiempo sobre si hay una “cultura de la violación” en los campus universitarios, sobre si las denuncias se toman en serio y sobre los principios éticos que se deben seguir al cubrir estos temas. Hay toda una trama en la tercera temporada de “Veronica Mars” y un capítulo muy reciente de “The Good Wife” que tocan todo esto. Y ya ni hablamos del enorme escándalo de abusos sexuales alrededor de Bill Cosby.
Hay que añadir los tuits de una de las guionistas de “The Newsroom” sobre sus discrepancias con Sorkin sobre esa historia, y la propia respuesta del creador, para que se haya cocinado una controversia que termina de cristalizar todos los problemas que Sorkin y los críticos estadounidenses han tenido en los últimos años, y que se personifican en Mackenzie McHale, esa productora presentada en el piloto prácticamente como una super-reportera adalid del rigor periodístico y la verdad, y que en la primera temporada queda reducida a una histérica que necesita que Will la salve. Los que habéis visto el episodio y habéis seguido la serie, ¿qué opináis? ¿Ha metido la pata Sorkin en esa historia de la violación en el campus? ¿O los críticos estadounidenses se la tienen jurada? ¿Y puede ser que en España seamos tal vez demasiado benévolos con él?
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