19 enero 2017
Los triples mortales con tirabuzón de Steven Moffat
La sexta temporada de "Doctor Who" es, probablemente, la que mejor representa la querencia por las revelaciones sorpresa y los giros de última hora de Steven Moffat cuando construye misterios. El astronauta en el lago, la identidad de River Song y el Silencio presentaron un enigma inicial que, como mínimo, picaba la curiosidad de los espectadores, pero que dio varias vueltas de más sobre sí mismo para resolverse al final de la temporada. Es algo que también se notaba en la miniserie "Jekyll" (aunque acababa optando por dejar más cosas sin resolver) y que se ha llevado casi al extremo en "Sherlock". Al fin y al cabo, el inteligente detective necesita misterios que lo pongan de verdad a prueba.
Esa serie esconde dos facetas: una más ligera y juguetona, en la que las deducciones de Holmes buscan más la diversión, y otra más oscura y trascendental, en la que los villanos idean tramas retorcidas para derrotar a Sherlock y hundirlo en la más absoluta de las miserias. Ese lado más oscuro tiende a descontrolarse con demasiada facilidad; el final de la tercera temporada es un buen ejemplo de cómo la necesidad de sorprender al espectador, de llevar a su protagonista siempre a un paso del precipicio, termina por eliminar ese componente de diversión que enganchó inicialmente a buena parte de sus fans.
El sentimentalismo no se le da bien a "Sherlock". Su personaje puede tener un corazón mayor de lo que parece, oculto bajo su misantropía externa y su sarcasmo, y que seamos capaces de verlo lo humaniza, pero la serie carga demasiado las tintas cuando quiere, precisamente, que lo veamos. El elaborado intento de que Watson lo perdone en la cuarta temporada acaba pecando, en su explicación final, justo de un exceso de sentimentalismo que, además, no deja en buen lugar al afligido doctor. Acaba destacando más su sentimiento de que es superior moralmente a Sherlock, de que es mejor que él, de que su dolor está más "ganado", por decirlo de algún modo, y es el único válido. Era evidente que la relación entre ambos no podía quedar igual tras el final del primer episodio de la temporada, pero quizás se fue un poco de las manos.
Siempre ha pendido sobre "Sherlock" la tentación de demostrar que es la más ingeniosa y la más rápida, de comportarse como el propio Holmes en esa fatídica escena del acuario. Y también acaba sufriendo de algo inevitable al construir misterios, que es que las respuestas dejen al espectador indiferente. Pero, a veces, eso no es culpa de la serie. Presentar un enigma resulta más interesante que resolverlo.
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